Un d¨ªa en las carreras con Nairo en Colombia
El ciclista del Movistar no puede dar un paso en su tierra sin que la ¡®fanaticada¡¯ lo estruje
No es m¨¢s que un ciclista que ha ganado una carrera un domingo al mediod¨ªa en un lugar remoto ante una catedral del siglo XVII, una torre y una c¨²pula, en una plaza cuadrada, hermosa y colonial. No es m¨¢s que eso, pero al ciclista lo a¨²pan y lo empujan, lo vitorean como a un h¨¦roe victorioso en la batalla, es la algarab¨ªa y la locura en la plaza de Tunja. Y el ciclista no se llama Nairo Quintana, sino Edwin Alcibiades ?vila, un pistard de Cali, en el Valle del Cauca, lo m¨¢s alejado cicl¨ªstica y culturalmente, colombianamente hablando, de la Boyac¨¢ de Nairo.
El Chino ha terminado cuarto el Campeonato de Colombia en la plaza Bol¨ªvar de su ciudad, donde naci¨® hace 26 a?os, de donde sali¨® para conquistar el mundo montado en una bicicleta. Aun no ganando, fue aplaudido en el podio y recibido con vivas, y estrujado. "?Lo he tocado, lo he tocado!", gritaba una mujer como si una sanaci¨®n milagrosa estuviera al caer, una de las miles de personas, j¨®venes, viejos, ni?os, ni?as, que persegu¨ªan al ¨ªdolo Nairo para sobarlo o asaltarlo para un selfie. Si hubiera ganado, habr¨ªa temblado el Libertador, enhiesto cabalgando sobre su Palomo Blanco en el centro de la plaza. Sus d¨ªas de estatua de piedra sobre un pedestal y un cenicero a 2.800 metros de altitud estar¨ªan contados. Un nuevo libertador en bicicleta lo sustituir¨ªa ya.
Desde que el indomable Zipa, Efra¨ªn Forero, para convencer a los descre¨ªdos de que tambi¨¦n se pod¨ªa hacer una Vuelta a Colombia, demostr¨® hace casi 70 a?os que se pod¨ªa ir de Bogot¨¢ a Manizales en bicicleta por carreteras de fango, puentes de troncos de ¨¢rboles por el p¨¢ramo de Letras, rozando el cielo a 3.700 metros de altitud, el ciclismo construy¨® el alma y la geograf¨ªa de Colombia, como el r¨ªo Magdalena, como los Andes. ¡°?Dale, Nairo, por la paz de Colombia!¡±, grita un aficionado a unos metros del autob¨²s del Movistar aparcado en la plaza de Sogamoso, la patria de Fabio Parra, de donde parte el campeonato colombiano.
Con el jaleo que hab¨ªa, seguramente Nairo, encerrado en el bus, no pudo o¨ªr la demanda patri¨®tica, y de haberla o¨ªdo no le habr¨ªa extra?ado, ni ninguna petici¨®n que le llegara, como las que oye todos los d¨ªas cuando se entrena por las carreteras y autopistas acompa?ado por Alejandro, un intendente de polic¨ªa en moto, que regula el tr¨¢fico para que el ciclista no tenga que detenerse en ning¨²n cruce, rotonda o sem¨¢foro, y protegido por Alfredo, su hombre para todo, un agente de seguridad que le ha asignado Movistar, y los ni?os se paran, y los coches que adelantan se paran en las cunetas para gritar "?He visto a Nairo!" Y para hacer una foto con el m¨®vil e intentar identificar a los ciclistas que lo acompa?an, a su amigo Winner Anacona, a otros chavales de su equipo de futuras figuras, Boyac¨¢, raza de campeones, que lo emulan.
El aeropuerto de Bogot¨¢ est¨¢ cubierto de grandes? fotos de Nairo. James solo est¨¢ en peque?os anuncios en la terminal
Nairo est¨¢ comprometido con Colombia, con Boyac¨¢, con su papel simb¨®lico que descubre inmenso simplemente al descender del avi¨®n en el aeropuerto de Bogot¨¢, donde todos los fingers est¨¢n cubiertos por su fotograf¨ªa en bicicleta. James, mientras, se queda en peque?os anuncios en el interior de la terminal. Pero en Sogamoso la preocupaci¨®n de Nairo, su urgencia, es m¨¢s sencilla y tambi¨¦n m¨¢s complicada: c¨®mo salir del autob¨²s y llegar ileso, sin que la muchedumbre que lo aclama lo espachurre, al podio de firmas. Despu¨¦s de un par de vueltas a la plaza, desiste del intento, consigue que la polic¨ªa aclare unos metros alrededor de su veh¨ªculo y un comisario de la carrera le sube al autob¨²s el folio de firmas para que estampe la suya.
¡°Nairo es un milagro colombiano¡±, dicen en Movistar Colombia. Nairo es capaz en el siglo XXI de la globalizaci¨®n de ser global y tambi¨¦n local a la vez, de ser conocido en el mundo, de beber leche de almendras y entrenarse con las ¨²ltimas tecnolog¨ªas y de disfrutar como nadie en su tierra rural, de sus canelazos de agua panela, clavo, canela y ron, de la devoci¨®n de los campesinos y de los urbanitas que poco a poco empiezan a poblar su Tunja, la Salamanca colombiana, la ciudad m¨¢s universitaria, de la que se siente orgulloso como pocos. ¡°Es nuestro Rolling Stones. Tiene un seguimiento incre¨ªble¡±.
¡°Desde bien peque?o, a Nairo se le ve¨ªa diferente, m¨¢s sensible¡±, dice Willinton, soldado profesional, el hermano mayor del ciclista que conmueve a Colombia. ¡°Era orgulloso y ambicioso, un l¨ªder. Desde que empez¨® a ser ciclista dijo que quer¨ªa ser el mejor, pero, a diferencia de otros que lo dicen y se levantan tarde, ¨¦l trabaj¨® para ello todos los d¨ªas, madrugando y entrenando¡±. No choca con esa idea, sino que la la osad¨ªa ingenua de Nairo, quien eligi¨® que el campeonato fuera en Tunja y el circuito con la llegada a la plaza Bol¨ªvar aun a sabiendas de que le habr¨ªa favorecido m¨¢s un recorrido m¨¢s duro en Duitama, ah¨ª al lado. Lo hizo por generosidad, porque quer¨ªa que sus paisanos le vieran correr en su casa; lo hizo porque conoc¨ªa el valor simb¨®lico de ganar all¨ª, el mismo lugar, la misma recta frente a los escalones de la catedral, en el que Miguel Indurain gan¨® la contrarreloj del Mundial de 1995. ¡°Y yo tambi¨¦n gan¨¦ all¨ª una carrera¡±, dice Nairo, el campe¨®n. ¡°El segundo lleg¨® a dos minutos¡¡±
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