Cuando Cibeles era atl¨¦tica y Neptuno madridista
Hubo un tiempo en que los grandes rivales de Madrid celebraban sus triunfos donde hoy los festeja el contrario
Cibeles, diosa frigia de la Tierra, de la naturaleza, de la fertilidad y de los animales. Neptuno, hijo mayor de Saturno y Ops, dios romano del mar y de las aguas, que habita en las profundidades del oc¨¦ano y puede con su tridente agitar las olas, desatar tormentas y trazar r¨ªos y hacer surgir manantiales donde le plazca. Vecinos y residentes en Madrid desde los a?os de Carlos III, aquel rey ilustrado que se empe?¨® hacer de un poblach¨®n manchego una capital digna de un gran imperio. Nos vinieron casi al tiempo, en modo estatua-fuente, ambos en dise?os de Ventura Rodr¨ªguez. Ambos en sendos carros, el de la una tirado por dos leones, el del otro tirado por dos caballos con cola de pez gigante. La ciudad los adopt¨® con cari?o.
Hoy, ya saben, Cibeles es la diosa del Madrid, que celebra en su fuente sus triunfos. Y Neptuno, el dios del Atl¨¦tico, que acude bajo su tridente a festejar los propios.
Pero no siempre fue as¨ª. Cibeles fue primero atl¨¦tica, Neptuno fue primero madridista. Casi nadie lo recuerda ahora. ?C¨®mo pas¨®?
En 1953, el Atl¨¦tico celebr¨® sus bodas de oro. Aunque tuvo una temporada gris (entonces estaba muy acostumbrado a triunfos) las Bodas de Oro fueron magn¨ªficas, con un amplio y brillante programa de festejos, que se extendieron entre el 20 de marzo y el 5 de abril. Inclu¨ªa partidos de todas las secciones deportivas, oficio y salve solemne en honor a la Virgen de la Almudena, patrona del club, exhibici¨®n de insignias y, como estrella del programa, un triangular al que fueron invitados el Athletic de Bilbao (padre del club madrile?o) y el Sportklub Wacker de Viena, de enorme prestigio.
Se disput¨® en estas fechas: Atl¨¦tico-Athletic (viernes 27 de marzo), Athletic-Wacker (domingo 29) y Atl¨¦tico-Wacker (mi¨¦rcoles 1 de abril).
Se dise?¨® y fundi¨® en plata un Trofeo Bodas de Oro. Un grupo escult¨®rico con el centro ocupado por Cibeles, sobre la que tres muchachos y una muchacha en atav¨ªo deportista elevaban una bandeja sobre la cual descansaba el escudo del Atl¨¦tico.
?Por qu¨¦ Cibeles? El Atl¨¦tico, que naci¨® en 1903 como sucursal del Athletic, dise?¨® su primer escudo propio en 1917, pr¨¢cticamente como el que vemos ahora, con el Oso y el Madro?o como reclamo de su madrile?ismo. Cuando, en tiempos m¨¢s recientes, cre¨® el torneo veraniego Villa de Madrid, el trofeo fue el Oso y el Madro?o. Pero en las Bodas de Oro, el presidente, Marqu¨¦s de la Florida, y el que lo fue de la comisi¨®n organizadora, el general Gallego (expresidente del club a su vez), optaron por Cibeles. Al fin y al cabo, el oso y el madro?o ya estaban en el escudo que remataba el grupo, pensar¨ªan. ?Por qu¨¦ Cibeles y no Neptuno? Se podr¨ªa decir, como de Isabel y Fernando, tanto monta, monta tanto.
Aquel trofeo est¨¢ ahora en Bilbao. Lo gan¨® el Athletic de calle, con victorias de 6-3 sobre el Atl¨¦tico y 5-3 sobre el Wacker. Fueron dos exhibiciones de su delantera cl¨¢sica, Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Ga¨ªnza, tan recordada ahora con el fallecimiento de Rafa Iriondo, que precisamente marc¨® el ¨²ltimo gol del torneo. Ese verano se disolvi¨® aquel ataque.
Cibeles, diosa de la Tierra y la fertilidad, le cuadra m¨¢s al Madrid, de vocaci¨®n estable y perpetua ambici¨®n?
Veinticuatro a?os m¨¢s tarde, en 1977, el Madrid celebr¨® su LXXV Aniversario. Los jugadores chocaban con Miljanic. Adem¨¢s, Bernab¨¦u enferm¨® del mal que pronto se lo iba a llevar: un c¨¢ncer intestinal, que le oblig¨® a vivir sus ¨²ltimos meses (fallecer¨ªa en verano del 78) con un ano artificial.
Los actos se desarrollaron en una atm¨®sfera casi depresiva. El Ayuntamiento ofreci¨® una recepci¨®n oficial al Madrid. El alcalde era Juan de Arespacochaga, en cuyo equipo de gobierno figuraba un jovenc¨ªsimo Florentino P¨¦rez como concejal de Saneamiento y Medio Ambiente. En el curso del acto, Arespacochaga hizo entrega a Bernab¨¦u del obsequio oficial: una reproducci¨®n de Neptuno en plata de ley.
?Por qu¨¦ Neptuno? De nuevo lo mismo: tanto monta, monta tanto. Si Cibeles puede presumir de tener en su fuente entre el Banco de Espa?a y el Palacio de Correos (hoy sede del consistorio), Neptuno est¨¢ flanqueado por el Ritz y el Palace, entonces de largo los dos mejores hoteles de Madrid. Y goza de la vecindad del Museo del Prado.
Neptuno, dios del mar y de las tormentas, evoca m¨¢s la personalidad del Atl¨¦tico
El Madrid tambi¨¦n tuvo su torneo de f¨²tbol, un cuadrangular al que invit¨® a las selecciones de Ir¨¢n y Argentina, y al Mouloudia Cha?bia, de Marruecos. Se pretend¨ªa algo as¨ª como una exhibici¨®n del mejor f¨²tbol de los cuatro continentes (Ocean¨ªa no contaba entonces en f¨²tbol), pero no result¨®. Se jug¨® con muy poco p¨²blico. Lo gan¨® el Madrid, con un h¨¢bil gol de Del Bosque a Gatti, el hoy tertuliano de El Chiringuito. Esa Argentina ya la dirig¨ªa Menotti y pronto ser¨ªa campeona del mundo. Pero el torneo fue triste. El trofeo fue una carabela, al modo del Colombino, en evocaci¨®n de ese nav¨ªo como primer modo de unir continentes. El Neptuno de Arespacochaga qued¨® en el club.
As¨ª que Cibeles atl¨¦tica y Neptuno madridista. Pero eso fue antes.
Pero... en el Mundial 86, Espa?a gan¨® en octavos 5-1 a Dinamarca en Quer¨¦taro. All¨ª era una tarde calurosa, pero en Madrid era noche. Estaba en boga la costumbre de vivir esas noches veraniegas en terrazas al aire libre dispuestas en la Castellana, sobre todo a partir de Cibeles hacia el Norte. La euforia empuj¨® a muchos a ba?arse en Cibeles, la fuente m¨¢s cercana, en imitaci¨®n de la costumbre romana en el ferragosto. Era tiempo electoral y se cant¨® ¡°?Oa, oa, oa, El Buitre a la Moncloa!¡± y ¡°?Se siente, se siente, El Buitre presidente!¡±. Aquella era una selecci¨®n muy madridista, con Miguel Mu?oz de entrenador y La Quinta del Buitre como n¨²cleo destacado.
En la temporada 86-87 el Madrid fue eliminado de la Copa de Europa por el Bayern de forma dolorosa. Juanito pis¨® la cabeza a Matth?us en la ida. En la vuelta, el meta Pfaff fue alcanzado por una bengala. Eso cost¨® el cierre del Bernab¨¦u por dos partidos europeos. En la 87-88, toc¨® primero el N¨¢poles de Maradona. El Madrid tuvo que recibirle a puerta cerrada, pero pas¨®. En la segunda, hubo de recibir al Oporto en Mestalla, y pas¨® tambi¨¦n. En cuartos le toc¨® el Bayern, que gan¨® en M¨²nich 3-2 en la ida, pero en la vuelta gan¨® el Madrid 2-0 y pas¨® a semifinales.
Para la ¨¦poca, era ya costumbre que tras victorias sonadas del Madrid o del Atl¨¦tico se organizaran caravanas de coches por el centro de la ciudad (Castellana, Alcal¨¢, Gran V¨ªa¡) haciendo sonar claxons y exhibiendo banderas. Esa vez, las caravanas confluyeron en Cibeles y all¨ª se produjo un colapso. Era el 2 de marzo del 88. El recuerdo de aquella noche de Butrague?o estaba a¨²n presente. Desde entonces, Cibeles fue el punto de cita. Los sucesivos Ayuntamientos tuvieron que reglamentar el festejo, que amenaz¨® con da?ar el monumento. (Sin el Madrid por medio, una noche, en una fiesta de cumplea?os, unos gamberros cabalgaron el brazo hasta que se parti¨®. Ah¨ª se extremaron las medidas).
?Y el Atleti en Neptuno? El 29 de junio de 1991 gan¨® en el Bernab¨¦u la final de Copa al Mallorca de C¨²per, con gol de Alfredo en la pr¨®rroga. Instalada ya la costumbre de las celebraciones madridistas en Cibeles, no fue extra?o que la caravana atl¨¦tica se detuviera poco m¨¢s all¨¢, en Neptuno.
As¨ª que el tiempo y el pueblo hicieron a Cibeles y Neptuno cambiar de bando. Bien est¨¢ que las cosas sean como las decide la gente, y no las autoridades. Y pega m¨¢s. Cibeles, diosa de la Tierra y la fertilidad, le cuadra m¨¢s al Madrid, de vocaci¨®n estable y perpetua ambici¨®n ganadora. Neptuno, dios del mar y de las tormentas, evoca m¨¢s la personalidad misteriosa y cambiante del Atl¨¦tico.
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