Adi¨®s, Liga, adi¨®s
El campeonato se acab¨® cuando los rivales del Bar?a, tras cada punto perdido, se conjuraban para no perder uno m¨¢s
A veces la Liga viene y se va, y eso es todo; fin. Ni siquiera se vuelve un segundo para que algunos puedan so?ar con ella durante unas pocas jornadas. Es como si tuviese prisa. S¨®lo puedes mirarla desde la acera, mientras te colocas el flequillo, y te dices entre dientes: ¡°Ah¨ª va el puto Bar?a¡±. Lo dices con admiraci¨®n, tirando el cigarro al suelo y aplast¨¢ndolo bajo el zapato, pero puesto que aborreces elogiar a los rivales, lo pronuncias con asco, para disimular. Falta mucha Liga, dicen. No es verdad. Faltan muchos d¨ªas para que acabe, simplemente. El matiz es tan grande que puedes hacerte varios trajes con ¨¦l. Hay ¨¦pocas en las que s¨®lo pasan las horas, pero nada m¨¢s. La Liga se acab¨® a la vez que los rivales del Bar?a, despu¨¦s de cada punto perdido, se conjuraban para no perder ni uno m¨¢s. ¡°De hoy no pasa¡±, se promet¨ªan. Pero siempre en balde. Recuerdan mucho a esa gente que se queda fascinada mirando la lluvia, hasta que descubre que no llueve.
?Nos vamos a aburrir de lo lindo de aqu¨ª al final de Liga. El aburrimiento va a ser tan grande, de hecho, que nos vamos a divertir much¨ªsimo. Es lo que sucedi¨® el s¨¢bado en el Bernab¨¦u. Era uno de esos partidos que no sirven para casi nada, y que por tanto se juegan a vida o muerte. En el fondo, esa es la definici¨®n de un derbi Madrid-Atl¨¦tico. Un derbi encarna una ficci¨®n. Tienes la posibilidad de convertirte en un h¨¦roe; tambi¨¦n es posible que mueras. Cuando pasan unos d¨ªas, o semanas, la ficci¨®n se derrite y las cosas quedan casi en el mismo sitio que estaban, con un Bar?a que gana partidos como si su f¨²tbol fuese una man¨ªa imposible de derrocar.
Entretanto, el encuentro deb¨ªa servir para olvidar que la Liga estaba perdida, y ponerse contentos, o en su caso nerviosos y tristes, a la espera de que llegue la Champions. El Madrid salt¨® al campo con la esperanza de arrasar a otro rival en su estadio y, levantando su cabeza cortada en direcci¨®n a la grada, proclamar: ¡°?As¨ª se pierde una Liga, con estilo!¡±. Estaban los madridistas a punto de decir que con Zidane eran los m¨¢s guapos y elegantes, a falta de ser los mejores, cuando Griezmann se meti¨® en el ¨¢rea rival, como el que solo est¨¢ buscando el cuarto de ba?o, porque no aguanta m¨¢s, y con su gol destruy¨® la pen¨²ltima esperanza.
Nadie se puede acercar al Bar?a. Su dominio es hosco. Cuando alguien intenta aproximarse, aunque sea para saludar y pronunciar una frase agradable, el equipo de Luis Enrique lo mira, y antes de que nadie abra la boca, suelta un ¡°?Noooo!¡± terror¨ªfico. Pero la Champions es otra historia. Ni importa si Madrid o Atl¨¦tico viven atribulados en la Liga. La competici¨®n europea es territorio de chiflados. Todo puede pasar mientras un futbolista acumule ilusiones y fantas¨ªas, utop¨ªas y suposiciones. El Bar?a es imbatible, pero eso no basta para ganar siempre. Ya lo dec¨ªa Unamuno de cierto se?or: ¡°Lo sabe todo, absolutamente todo. F¨ªjese lo tonto que ser¨¢¡±.
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