Ruth Beitia y Pablo Torrijos, saltadores solitarios y campeones
La c¨¢ntabra llegar¨¢ al Mundial de Portland con la mejor marca mundial del a?o, 1,98m
Hablan de la soledad del portero ante el punto de penalti, cuando quien est¨¢ solo de verdad es el delantero, que es quien fracasa si no encaja el gol, y su soledad nunca ser¨¢ tan sola como la de un saltador ante un list¨®n que a¨²n tiembla despu¨¦s del intento de la anterior atleta, ante un foso de arena que alisan los jueces. Soledades como la de Ruth Beitia, que salt¨® 1,98m (r¨¦cord del pabell¨®n de Carabanchel y mejor marca mundial del a?o empatada con la rusa Mar¨ªa Kuchina) para ganar su 15? campeonato de Espa?a en pista cubierta consecutivo, o como la de Pablo Torrijos, quien gan¨® pero no lleg¨® a 17m, el objetivo con el que se sent¨ªa comprometido despu¨¦s de haberlo verbalizado p¨²blicamente.
Ante el foso, al final de su carrera de 16 pasos, dos brincos y un salto, Pablo Torrijos solo piensa en d¨®nde deber¨¢ aterrizar para llegar a los 17m que --desde la grada su entrenador, Claudio Veneziano, lo percibe--, le obsesionan. Salta seis veces Torrijos y lo hace con seguridad y firmeza, pero sin genio, sin la inconsciencia que genera su grandeza, que le hace diferente, sin llegar a la l¨ªnea que se ha obstinado en superar. ¡°Salta demasiado consciente de sus movimientos¡±, dice Veneziano. ¡°Est¨¢ tan obsesionado con conseguir una gran marca que se olvida de lo que tiene que hacer para lograrlo. Corre muy bien y entra a la tabla con m¨¢s velocidad que nunca, est¨¢ muy bien de velocidad y t¨¦cnica, y con la tensi¨®n debida, pero luego pierde el ritmo¡±. Habla del triple salto Veneziano, siciliano de Siracusa trasplantado a Castell¨®n, y habla como un profesor de salsa le hablar¨ªa a un alumno que se sabe los pasos pero que olvida el alma. Dice la palabra clave: relajaci¨®n. ¡°Despu¨¦s del primer salto debe dejar que el cuerpo se relaje, que libere la energ¨ªa con la que llega cargado y que esa energ¨ªa se vayan al segundo bote y al tercero, para que sucedan como una explosi¨®n s¨²bita. Y no, no libera la tensi¨®n Pablo¡±.
Torrijos asiente y recuerda c¨®mo la primera vez que salt¨® m¨¢s de 17m, hace un a?o en Antequera, lo hizo sin esperarlo y sin ser consciente de que lo hac¨ªa. Y promete que en Portland, donde disputar¨¢ dentro de dos semanas el Mundial de pista cubierta, volver¨¢ a ser aquel Torrijos con la fuerza y la velocidad de este.
A Portland viajar¨¢ con Ruth Beitia, que llega plet¨®rica y confortada despu¨¦s de haber estado perdida, sentir en el aire un clic liberador y hallarse a s¨ª misma sobre el list¨®n m¨¢s alto del a?o. Hasta enfrentarse, ya ella concursando contra s¨ª misma, a la altura de 1,93m, la c¨¢ntabra se distra¨ªa viendo saltar a sus rivales y amigas, a su protegida, sobre todas, a la gallega Saleta Fern¨¢ndez, una joven de 17 a?os a quien ha acogido en su casa, y a la que tambi¨¦n entrena Ram¨®n Torralbo, el grande. Su amiga salta 1,83m, la mejor marca de su vida y m¨ªnima para el Mundial j¨²nior, y Beitia es feliz; luego intenta saltar 1,93m, y dos veces derriba. ¡°Yo me asust¨¦¡±, dice Torralbo. ¡°Nunca la hab¨ªa visto as¨ª de perdida. Dec¨ªa que no lograba entrar en la competici¨®n, que no se ve¨ªa¡±. Algo debi¨® ocurrir en el tercer intento, que super¨® rozando el list¨®n que tiembla, pues ante 1,96m, que salt¨® a la primera, y ante 1,98m, a la tercera, no fue la misma Beitia. ¡°Y no s¨¦ lo que fue, pero no fue una cuesti¨®n t¨¦cnica, pues antes ya hab¨ªamos abandonado por ineficaz la idea de una carrera de 10 pasos, uno m¨¢s de lo habitual, para llegar con m¨¢s velocidad. Fue como por arte de magia¡±.
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