La lluvia encoge el f¨²tbol en San Mam¨¦s entre Athletic y Valencia
Un gol de Ra¨²l Garc¨ªa da ventaja m¨ªnima a los de Valverde frente a los valencianistas
Hab¨ªa mucho que remar en San Mam¨¦s. Y no era ret¨®rica deportiva. Hab¨ªa que remar porque las piernas deb¨ªan ser remos para navegar en condiciones y la cabeza el proel que guiara el bote. Remar y remar y remar porque en Bilbao llueve, llueve y llueve como cuando escrib¨ªa Blas de Otero sobre aquel Bilbao beato y santurr¨®n. Llueve, no porque sea invierno y, ya se sabe, es lo suyo. Llueve porque no sabe hacer otra cosa, por el placer de llover, por cultivar la tradici¨®n. Por eso una brigada calentaba el c¨¦sped para secarlo horas y horas antes del partido, derrochando ese calor que ilumin¨® de verde el campo hasta que los protagonistas lo pisaron y reapareci¨® el barrillo oculto y el blanco fluorescente del agua.
As¨ª hab¨ªa que jugar y as¨ª se juega, Y porque ya nada sorprende a nadie. En estos partidos, las jugadas a bal¨®n parado compiten en emoci¨®n con las cesiones al portero, llenas de suspense, las conducciones largas que convierten a los futbolistas en gatos con botas peleando con el agua. Ya lo dijo Serrat: si el agua la pisas, el agua salpica. Y conviene volar por el verde sin molestar al l¨ªquido elemento. Por eso triunf¨® Be?at en un libre indirecto y, sobre todo, Ra¨²l Garc¨ªa, que se adelant¨® a los adormecidos defensores valencianistas para cabecear aquel regalo del cielo y batir a Ryan. Bal¨®n parado hab¨ªa sido, casi tambi¨¦n, un pateo anterior de Herrer¨ªn -probablemente el mejor portero con el pie de la Liga- que casi le deja solo a Susaeta ante Ryan tras superar la acometida de un autoderrotado Gay¨¤.
Era un partido de otro tiempo jugado con un reloj actual. Un partido que invitaba a hablar de katiuskas, del f¨²tbol recio del norte, de titanes sobre el barro, de ecce homos bajo la lluvia y todo el argumentario de los viejos tiempos. Aquella ¨¦pica de Zarra, de Mundo, de las camisetas ra¨ªdas por el barro. Pero son otros tiempos: baste se?alar que hay camisetas de recambio.
Mejor¨ªa del Valencia
En ese duelo de titanes, el Valencia apost¨® por la fortaleza descontando de la alineaci¨®n a tipos como Andr¨¦ Gomes o Alc¨¢cer. El Athletic fue con todo, m¨¢s all¨¢ de la climatolog¨ªa. Y sin embargo, el gol de Ra¨²l Garc¨ªa, enturbi¨® el juego del Athletic, lo enred¨® y el agua hizo crecer al Valencia. Era Negredo, con su poder¨ªo en el juego a¨¦reo el que le daba opciones. Negredo era el gradull¨®n de la clase y Piatti el listillo que gestionaba sus estropicios. Solo De Marcos, portentoso, era capaz de cazar a aquel chiquillo travieso al que a veces complementaba Rodrigo, incapaz en un mano a mano con Herrer¨ªn.
Y quedaba la segunda mitad, o sea, algo as¨ª como Waterwold, pero sin Kevin Costner y con m¨¢s ¨¦pica y menos artificio. Decidi¨® Neville dar entrada a Andr¨¦ Gomes en busca de m¨¢s profundidad y luego a Alc¨¢cer para que aportara sabidur¨ªa. Valverde apost¨® por Sabin Merino, su ¨²ltimo talism¨¢n, que tuvo el gol en sus botas al encarar a Ryan, pero el australiano estir¨® los brazos a tiempo. Era un guion establecido: el Athletic era el actor visceral, lo que se llamaba el actor de car¨¢cter, y el Valencia, el replicante aplicado. Todo bajo la lluvia, el viento, como los c¨®micos de la legua, sobre el barro, peleando con los elementos, como en el viejo teatro, manejando el texto, o sea, el bal¨®n, como gatos con guantes. A veces se saltaban el papel porque la cabeza les ped¨ªa lo que no daba el campo ¡ªcaso de Be?at¡ª, a veces se saltaban la naturalidad del ejercicio para hacer piruetas imposibles. Mucho esfuerzo, poca productividad en ambos equipos. Y en esto, en la prolongaci¨®n (lo que antiguamente se llamaba el descuento) Aduriz que se planta solo delante del portero. O sea, gol. Pues no. Bal¨®n al viento. Quiz¨¢s pis¨® el agua y, ya sabe, el agua salpica. O sea, Aduriz es un futbolista, no un pez. Bueno es saberlo. Y mientras tanto, San Jos¨¦ esperando el nacimiento de su hijo, por lo que eludi¨® el partido, dejando su lugar a Iturraspe. La vida, aunque llueva, llueva y llueva, contin¨²a.
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