Samuel S¨¢nchez o el arte de bajar para crecer

Ganar bajando es un arte, pero est¨¢ mal visto. En un deporte ¨¦pico como el ciclismo, las cuestas, el pav¨¦s, las rotondas -tan asesinas-, incuso las alcantarillas adquieren la condici¨®n de gigantes que engrandecen las gestas, mientras los molinos se antojan papelinas sin m¨¢s m¨¦ritos que el discurrir de las palas, como los d¨ªas.

Ganar bajando es como ir a la meta sin pagar peaje, sin que te duelan los gemelos, as¨ª como dej¨¢ndote llevar, como pedir baile en la ruleta de la fortuna. Pero bajar es jugarte las habichuelas, medir cada curva, calcular con el cruce de los ojos el ¨¢ngulo natural y con el angulillo que te queda bajo el p¨¢rpado esa distancia que te separa de los lebreles. Ellos siguen a la tropa, al macho alfa, pero t¨² vas por delante, imaginando el pasado y el futuro, arriesgando tu porvenir antes de conseguirlo.

Y en eso, Samuel S¨¢nchez es un artista de los escenarios naturales, nunca ha sido un autor de estudio y ha hecho de los descensos una m¨ªstica que en nada envidia a la m¨ªtica de los ascensos. Se sabe que el p¨²blico valora la tensi¨®n del gemelo, la pelea de los pulmones, el dolor de culo, llegado el caso, el dolor de cuello mirando hacia atr¨¢s, pero Samuel Sanchez sabe que bajando es el mejor del mundo, o el segundo mejor, o el tercero. No m¨¢s, no menos. Baja como los diablos que conocen el infierno y su recoveco y sube como los ¨¢ngeles que conocen los atajos. Y gan¨® bajando, dejando a los dem¨¢s los fuegos artificiales, las fluorescentes, las lamparas de ara?a. ?l gan¨® bajando, donde se supone que est¨¢ el riesgo, la prevenci¨®n, aunque para ¨¦l es como ir al garaje, mientras el resto se emociona subiendo a los trasteros.

Antes hab¨ªa pasado de todo. Que se hab¨ªan ido los de siempre, los aventureros Denifls, Madrazo, Meintjes, Lastra, Edet. Y suma y sigue hasta que lleg¨® la ¨²ltima subida a Aia, esa cuesta que te mira raro, con las cejas torvas, invit¨¢ndote y ret¨¢ndote al mismo tiempo. Y por all¨ª andaba Carlos Verona, el ciclista que aloj¨® a Froome en su sierra madrile?a y el sudafricano convirti¨® en una semana lo que iba a ser un d¨ªa por obra y gracia de las lentejas de su madre. Verona lo intent¨®, lo intent¨® y lo intent¨®. Y aguant¨®. Y resisti¨® hasta que le dieron caza sus perseguidores y los perseguidores de sus perseguidores. Y todos se juntaron en romer¨ªa en busca de la ¨²ltima subidita que propon¨ªa despu¨¦s una bajada sin m¨¢s final que bajar y llegar. Bajar y darte con la pancarta, casi casi sin ver el manillar.

Subiendo se volvi¨® a mostrar Alberto Contador. Un poco, poco m¨¢s de una foto, de la foto. Y le caz¨® Nairo. Y los otros. Y en esto, cuando el de Pinto para y desiste, aparece Samuel S¨¢nchez que sabe que quedan unos pocos metros para subir y muchos por bajar. Y bajando, nadie es como ¨¦l. Que si coge unos metritos ser¨¢n kil¨®metros frente a su pericia. Y gana. Gana f¨¢cil. Gana como gana cuando gana. Pero el l¨ªder es Wilco Kelderman, un holand¨¦s que supo lo que era perder frente a Mikel Landa. Subir y bajar son vertientes de un mismo problema. El especialista en bajar es Samuel S¨¢nchez. Eso no se lo quitar¨¢ nadie nunca. Y en la etapa de Orio. En su Vuelta, aunque solo la ganara en 2012, siendo la suya.