El Sevilla castiga al Athletic

Si el partido hubiera sido una novela habr¨ªa costado llegar al final por las continuas faltas de ortograf¨ªa. El gui¨®n tampoco era un prodigio de imaginaci¨®n: mucha conversaci¨®n entre ruidos, mucha densidad, t¨ªpico partido entre quienes disputan cada cent¨ªmetro de c¨¦sped como si no hubiera hierba en los almacenes, como si nadasen en un mar de detergente Eso que se llama un partido tenso porque es dif¨ªcil llamarlo de cualquier otra manera, donde es dif¨ªcil dar tres toques salvo donde el bal¨®n no duele. Athletic y Sevilla se parecen tanto que a veces se confunden y en una eliminatoria donde los goles valen m¨¢s de lo que pesan el miedo a encajarlos prevalece frente a la fortuna de conseguirlos.

Por eso sonri¨® el Athletic cuando Aduriz hizo lo suyo, es decir, aprovechar con inteligencia un bal¨®n templadito de Muniain para alojarlo en la red, rob¨¢ndole la cartera a su defensor. Y vio el Athletic el cofre lleno, porque un 1-0 en este tipo de competiciones y entre rivales tan parejos es un tesoro incalculable. Y por eso sonri¨® el Sevilla cuando Muniain se equivoc¨® como un colegial al tratar de ceder de cabeza a su portero y dejar el bal¨®n en los pies de Banega para que despu¨¦s Kolo lo transportara casi a puerta vac¨ªa. De lo primero se sobrepuso el Sevilla. Lo segundo nunca lo super¨® el Athletic, ni Muniain, que se fue al banquillo a purgar su error con agua nada bendita.

Nada, o muy poco hab¨ªa sucedido en la primera mitad, m¨¢s que ver a los esforzados futbolistas intentando encontrar un cent¨ªmetro donde moverse sin sentir el sobaco del rival en las narices. Ni se encontraba Be?at, ni se encontraba Banega. Correr, corr¨ªan todos, porque no quedaba otra. Y s¨ª, hab¨ªa disparado Banega al poste, as¨ª de esa manera, y lo mismo hab¨ªa hecho Etxeita tras un centro de Be?at, de la misma manera. S¨ª, pasaban cosas, pero no justificaban la trama de un partido, de una novela enrevesada.

Y de pronto lleg¨® el gol de Aduriz cuando el Sevilla m¨¢s padec¨ªa con la lectura del juego, quebrado en la banda por la tempran¨ªsima lesi¨®n de Tr¨¦moulinas, y sometido a la mayor intensidad del Athletic, m¨¢s voluptuoso que pr¨¢ctico. El gol pod¨ªa matarle. Pero lleg¨® Muniain y pidi¨® el perd¨®n de los pecados con una acci¨®n irreverente en una catedral. Y tras el gol fue otro Sevilla. Y fue otro Athletic. Y lleg¨® el gol de Iborra en una acci¨®n inteligente de Gameiro que Iborra empuj¨® con el segundo taco de su bota para sentenciar el encuentro y quiz¨¢s la eliminatoria. En realidad, el Athletic ya estaba muerto. Iborra le dio el tiro de gracia para ahorrarle sufrimientos. Ni m¨¢s ni menos. Demasiados goles, quiz¨¢s, para tan poco juego. Demasiada fortuna para tanto infortunio. Demasiadas faltas de ortograf¨ªa para una novela tan previsible. ?Premio o castigo? Qui¨¦n lo sabe...