Simeone vs Guardiola
Pocos entrenadores como ellos han empujado su idea tan lejos, tan alto, y con jugadores tan diferentes.
Ser¨¢ emocionante ver chocar dos ideas tan opuestas, poderosas, incandescentes, en plena madurez. Es una colisi¨®n largamente esperada. Las chispas iluminar¨¢n la noche, y el relato dejar¨¢ un eco duradero, en forma de humo de cigarro. Pas¨® mucho tiempo desde la ¨²nica vez que Guardiola y Simeone coincidieron en el mismo campo, en los banquillos. Fue en 2012; demasiado pronto para que la cita tuviese ¨¦pica. Por entonces Guardiola ya hab¨ªa construido su Bar?a, y estaba a punto de abandonarlo, y Simeone a¨²n trataba de inventar del todo al Atl¨¦tico. Nunca m¨¢s volvieron a verse cara a cara. Quiz¨¢ necesitasen tiempo para darse la espalda, y aprender a convertirse en adversarios ac¨¦rrimos. Entretanto, moldearon un equipo a su semejanza, inexpugnable, cuyos jugadores de campo mirasen hacia el banquillo y estuviese en llamas.
Las rivalidades se forjan despacio, en un silencio por el que resbalan las semanas, los a?os, los recuerdos, a veces mientras se posterga el enfrentamiento indefinidamente, hasta que llega un ma?ana que te preguntan por qu¨¦ te llevas tan mal con fulanito y te encoges de hombros; lo has olvidado. Existen formas de rivalizar m¨¢s sutiles y fascinantes que el simple odio, que es un sentimiento que se levanta de repente, casi cuando est¨¢s desprevenido mirando a unas piernas o consultando el tel¨¦fono. Guardiola y Simeone se han declarado mutua admiraci¨®n. Pudiera parecer poca cosa al lado del aborrecimiento, pero ?qu¨¦ hay m¨¢s intenso y dram¨¢tico que quererse, y pese a todo tener que acabar el uno con el otro?
El f¨²tbol los ha mantenido alejados, como si fuese demasiado peligroso que coincidiesen en el mismo estadio. Pero cuando te acostumbras a viajar por Europa, siempre llega un a?o, avanzada la temporada, que la Champions adquiere forma de peque?o tugurio, y las caras m¨¢s remotas y ajenas se cruzan y tienen que decirse ¡°buenas tardes¡±. Al Bayern nunca hab¨ªa que esperarlo. Siempre estaba ah¨ª, en el local, a punto de ganar el torneo, con y sin Guardiola. Al Atl¨¦tico le llev¨® cuatro d¨¦cadas recomponerse de la final del 74, y hasta hace tres a?os no se convirti¨® en cliente habitual. Aquellas heridas fueron grav¨ªsimas. Y las grandes tristezas se curan s¨®lo lentamente. Para sobrellevar el tiempo, el equipo se procur¨® una felicidad de cercan¨ªas, y una tarde que otra ganaba una Liga, o descend¨ªa a segunda para despu¨¦s disfrutar con el ascenso. La felicidad total tiene sus tr¨¢mites. Burocracia emocional. Entonces, apareci¨® Simeone.
Pocos entrenadores como ¨¦l y Guardiola han empujado su idea tan lejos, tan alto, y con jugadores tan diferentes. No se parecen en nada. Seguramente, porque un gran entrenador nunca se confunde con otro. En cambio, comparten la necesidad de meterse en problemas, e intentar hacer algo que casi todos coinciden en que no se puede hacer. Si es imposible, entonces es perentorio. No importa qu¨¦ idea es mejor, sino la belleza del conflicto entre ellas, como cuando un periodista pregunt¨® a Jean Cocteau qu¨¦ salvar¨ªa si alguna vez se quemaba el Louvre, y contest¨® que ¡°el fuego¡±.
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