Ese se?or de negro
Simeone simboliza de tal modo lo que es su equipo que, de haber justicia, su imagen deber¨ªa sustituir a la del oso que cuida del madro?o en el escudo del Atl¨¦tico
Obs¨¦rvese con atenci¨®n la fotograf¨ªa que ilustra estas l¨ªneas, en la que cuatro individuos luchan por llevarse la pelota. Cuatro son, s¨ª, aunque uno de ellos, el que est¨¢ fuera de la l¨ªnea de banda, vista traje, chaqueta y corbata, y no traspase la raya de cal porque se lo proh¨ªbe el maldito reglamento. Este se?or de negro juega en el Atl¨¦tico. Juega, digo bien. Porque lo que hace este individuo all¨¢ en el banquillo, de donde desaparece algunos d¨ªas por su afici¨®n a la pendencia, es jugar. ?l corre, grita, forcejea, empuja, gesticula, bracea, maldice, arenga al pueblo, patea balones imaginarios, se estira la chaqueta, se suelta la corbata. ?l, Diego Pablo Simeone, simboliza de tal modo lo que es el equipo al que dirige que, de haber justicia, su imagen deber¨ªa sustituir a la del oso que cuida del madro?o en el escudo del Club Atl¨¦tico de Madrid.
¡°Vamos en busca de lo que fue nuestra historia¡±. Estas palabras de Simeone se escucharon en el Vicente Calder¨®n el 27 de diciembre de 2011, el d¨ªa de su presentaci¨®n como entrenador del Atl¨¦tico. El club, tras bajar a los infiernos durante el gilismo, se hab¨ªa rehecho hasta el punto de conquistar, 48 a?os despu¨¦s, un t¨ªtulo continental: la Liga Europa. Pero ni el por entonces t¨¦cnico, Quique Flores, logr¨® hacer patria en el club ni mucho menos su sustituto, Gregorio Manzano. Con Simeone al mando, el Atl¨¦tico no solo ha encontrado su historia sino que la ha reescrito de arriba abajo, con cinco t¨ªtulos en cuatro a?os y medio. El hombre hace una profesi¨®n de fe tan arrolladora que a sus jugadores les resulta imposible sustraerse a ella. Como hipnotizados saltan al c¨¦sped y no es descartable que en su cabeza bulla un ¡°somos los mejores, somos los mejores¡± que dura del minuto uno al 90.
El Atl¨¦tico es ya un grande de Europa, como demuestra la congoja que provoca en quien tiene la desgracia de cruzarse con ¨¦l. Lo hizo el todopoderoso Bayern M¨²nich la pasada semana, en la ida de las semifinales de la Champions, y de poco le vali¨® jugar mejor y adue?arse de la pelota. Gan¨® el Atl¨¦tico, ese Atl¨¦tico que no negocia y que exprime sus virtudes de manera enfermiza, aunque ah¨ª est¨¢ Guardiola para excusar, evangelio en mano, su m¨ªnima derrota agarrado al estado del c¨¦sped del Calder¨®n, poco apropiado, al parecer, para su orfe¨®n. Pero ya se sabe que el t¨¦cnico del Bayern tiene explicaci¨®n para todo, y va del puto amo a los atletas para desembocar en el aspecto de la hierba, poco arom¨¢tica, quiz¨¢.
A M¨²nich acudir¨¢ Simeone con su Atl¨¦tico el martes a jugarse la vida en Europa, como se la viene jugando cada jornada en la Liga espa?ola. Mientras el Madrid le coge gusto a los goles de Bale y el Bar?a a los de Luis Su¨¢rez, y a jugar contra 10, el Atl¨¦tico rema a su ritmo, machacante, sufrido, cansino para los rivales, de 1-0 en 1-0, con ese individuo trajeado en la banda haciendo de la camorra un arte, el mejor entrenador que jam¨¢s vieron los tiempos en el Atl¨¦tico de Madrid, un club cuya vida tiene un antes y un despu¨¦s de aquel 27 de diciembre de 2011, el d¨ªa en el que un se?or de negro tuvo la ocurrencia de ir a buscar la historia, la encontr¨®, la agarr¨® del cuello y decidi¨® volver a escribirla partido a partido.
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