El madridismo perdido de A Coru?a
Riazor pas¨® de ser enclave blanco a punto de penitencia. La ciudad no acoge ninguna pe?a merengue y la m¨¢s pr¨®xima se maneja con discreci¨®n
Hubo un tiempo en el que el Real Madrid era el primer equipo de Galicia, una ¨¦poca en la que manten¨ªa una cercana relaci¨®n con una tierra en la que se le consideraba como propio, cuando lo recib¨ªa cada verano en Cabeza de Manzaneda, en el conf¨ªn de la provincia de Ourense, para iniciar all¨ª las pretemporadas en espartanas condiciones que poco tienen que ver con los lujos actuales: el equipo part¨ªa en tren desde Chamart¨ªn y tras una traves¨ªa de varias horas a trav¨¦s de los campos castellanos llegaba a A R¨²a, en la puerta de entrada a Galicia, para desde all¨ª dirigirse a su retiro.
A R¨²a era punto de encuentro cada est¨ªo para el madridismo, que acud¨ªa hasta all¨ª a recibir al equipo y renovar su fe. Manzaneda atra¨ªa entonces m¨¢s peregrinos que la ruta jacobea. Durante bastantes a?os la estad¨ªa finalizaba con una visita a A Coru?a para disputar el Trofeo Teresa Herrera. All¨ª ya se congregaba a?os atr¨¢s la numerosa Galicia merengue en tardes de bota de vino y empanada. Entre 1976 y 1980 el Madrid no fall¨® ni un a?o, cuatro Torre de H¨¦rcules se llev¨® para sus vitrinas en cinco campa?as consecutivas con el aliciente a?adido de que presentaba en sociedad a sus nuevas incorporaciones, a Jensen, Stielike o Cunningham. Riazor ten¨ªa esa exclusiva, el sentimiento merengue anidaba all¨ª no ya por la gente de la ciudad sino por los centenares de madridistas que llegaban desde los puntos m¨¢s variados de la geograf¨ªa gallega.
A Coru?a resplandec¨ªa blanca en verano y languidec¨ªa en invierno con su Deportivo, condenado a una sucesi¨®n de desdichas. Pero algo cambi¨® en los ochenta. En febrero de 1984 una inopinada eliminatoria de cuartos de final de Copa del Rey enfrent¨® al equipo dirigido por Di St¨¦fano con el equipo local, que entonces entrenaba Arsenio y llevaba m¨¢s de una d¨¦cada lejos de la m¨¢xima categor¨ªa. El Madrid lleg¨® a la ciudad y sinti¨® que aquello no era un veraniego balneario. Llov¨ªa, el campo estaba embarrado y en la grada empujaba un p¨²blico que sent¨ªa que sus colores eran blancos y azules. Hubo bastantes silbidos para recibir al visitante, que se adelant¨® con gol de ?ngel, aquel esforzado centrocampista que hab¨ªa salido del Salamanca, pero al que le remontaron un tanto de Moreno y otro en propia meta de Metgod. Riazor, atestado de p¨²blico, festej¨® el triunfo como un t¨ªtulo. El Madrid, que era l¨ªder en una liga que acab¨® ganando el Athletic, remont¨® en el Bernab¨¦u. Pero algo cambi¨® en aquellas semanas.
Pronto el Madrid dej¨® de ser un cl¨¢sico del verano coru?¨¦s. Tambi¨¦n del gallego. Se evidenci¨® que Manzaneda, que apenas dispon¨ªa de una ¨²nica l¨ªnea telef¨®nica, ya no reun¨ªa las condiciones que precisaba un club de esa exigencia. Beenhakker tuvo una mala experiencia y prefiri¨® llevarse al equipo a Holanda. Volvi¨® con Toshack, pero los jugadores forzaron un cambio y la pretemporada de 1989 fue la ¨²ltimo en Manzaneda. Para entonces el Deportivo estaba a punto de dar el gran salto con una creciente masa social. En septiembre de 1992 recibi¨® al Real Madrid. Ah¨ª estaba otra vez Arsenio, pero entonces el l¨ªder de Primera Divisi¨®n era el Deportivo. Dos goles adelantaron a los blancos, que tuvieron que sufrir severos abucheos a Fernando Hierro, protagonista a?os atr¨¢s cuando jugaba en el Valladolid por una serie de acciones al l¨ªmite del reglamento en una semifinal de Copa contra los coru?eses. Dos tantos de Bebeto y uno en propia puerta de Ricardo Rocha culminaron una remontada que marc¨® el inicio del Super D¨¦por. ¡°All¨ª naci¨® una leyenda¡±, refieren ex jugadores blanquiazules como Fran o Aldana cuando se les recuerda aquella cita.
Al margen de aquella copa que apur¨® Metgod, el Madrid no hab¨ªa perdido un partido de Liga en Riazor en cuarenta a?os. A partir de entonces encaden¨® 17 temporadas sin ganar en A Coru?a, una penitencia que desterr¨® al madridismo. ¡°Algo dificil de entender porque con el Barcelona hubo m¨¢s agravios por el penalti de Djukic o por pagar la cl¨¢usula de Rivaldo¡±. El lamento es de Alberto Carreira, presidente de la Pe?a Madridista Hasta el Final, ubicada en O Temple, en el ¨¢rea metropolitana de A Coru?a. En la ciudad no hay pe?as blancas. Las ¨²ltimas murieron hace ya bastante y en El Toro, una bodega del centro de la ciudad donde se acog¨ªa una de ellas, ya hace m¨¢s de veinte a?os que se asienta una de las m¨¢s activas del deportivismo. ¡°Muchos cambiaron de colores y les respeto, pero yo no fui capaz. No es f¨¢cil cambiar de equipo de f¨²tbol¡±, reflexiona Carreira, que pasa de los cuarenta y ha vivido a?os de silencio. ¡°Ahora la cosa est¨¢ m¨¢s calmada, quiz¨¢s latente. No es f¨¢cil ser madridista en A Coru?a¡±.
En otras localidades gallegas hay enclaves madridistas. Hace tres a?os se inaugur¨® la pe?a A Marea Blanca en Cee, a noventa kil¨®metros de Riazor. A mediados de la pasada d¨¦cada se conform¨® una federaci¨®n de pe?as gallegas en las que se agruparon una veintena, las m¨¢s activas. Ninguna era de la provincia coru?esa. Recuerda Alberto Carreira que cuando quiso propiciar un punto de encuentro del madridismo en el coraz¨®n del deportivismo se encontr¨® con dificultades. ¡°Necesit¨¢bamos ser al menos 50 personas y sacarnos el carnet de madridista, que cuesta treinta euros anuales. Tuve que desistir en un primer momento, pero en un segundo intento gracias a las redes sociales se gener¨® un movimiento y ya somos m¨¢s de sesenta socios los que nos juntamos en la sede de la pe?a para ver los partidos e incluso hemos organizado viajes al Bernab¨¦u¡±, apunta. Este s¨¢bado algunos de ellos estar¨¢n en Riazor, pero de tapadillo, explica Carreira: ¡°Iremos de manera individual sin llamar la atenci¨®n y si hay que celebrar el t¨ªtulo de liga vendremos hasta la pe?a para hacerlo¡±.
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