El idiota
O pierdes, o ganas, no hay de otra, gritaba el hermano musulm¨¢n con la gran bocaza
Amanece a un lado en el Atl¨¢ntico norte, una suave franja rosa muy lejos a un costado del avi¨®n en vuelo a Madrid, y en el otro la negra noche oscura mientras se abre frente a m¨ª la peque?a pantalla de cuarzo en el espaldar del asiento delantero como una ventana a la claridad difusa de la eternidad, Muhammad Ali versus Joe Frazier, pelea de revancha pactada a 15 rounds, 1 de octubre de 1975, Manila.
Ali pantaloneta blanca, Frazier pantaloneta azul, los guantes que ambos chocan ahora galantemente al centro del cuadril¨¢tero son rojos, suena en mis aud¨ªfonos la campana y el referee se aparta, fantasmas de hace cuatro d¨¦cadas, de otro siglo, que empiezan a medirse, salta Ali, petulante, y mientras siga saltando, fintando, martillando, buscando con los pu?os el punto d¨¦bil en la defensa cerrada de Frazier, la eternidad no est¨¢ en riesgo.
Un ballet fatal, abrazos desesperados, Frazier contra las cuerdas, suena la campana de nuevo, grita Ali, su gran bocaza abierta, un fanfarr¨®n insoportable, met¨®dico sin embargo en su martilleo, constante en golpear y golpear hasta que la fortaleza contraria se derrumbe, un presuntuoso insoportable pero nunca m¨¢s habr¨¢ otro como ¨¦l, pasar¨¢n los siglos y nada igual volver¨¢ a repetirse: se lo digo yo, cr¨¦ame a m¨ª, dice el viejo comentarista de radio entrevistado en el asilo de ancianos en Sausalito, California, que estuvo aquella noche en el palco de la prensa llevando su propia tarjeta, y sus n¨²meros nunca fallaron.
?Qu¨¦ es la eternidad sino ese martillo constante de los pu?os que siguen golpeando sin cesar mientras el tiempo avanza ciego hacia la consumaci¨®n de los siglos? Round 12, el ojo hinchado de Frazier brilla como un rub¨ª a punto de cerrarse, de apagarse, y Ali inclemente cerc¨¢ndolo, martillando de nuevo, naci¨® para eso, creci¨® para eso, en sus pu?os ven¨ªa ya incluido el rayo, golpear y golpear con af¨¢n certero, un martinete veloz, un experto en demolici¨®n.
?Han visto al idiota de lerdo andar, que camina perdido por all¨ª con su sonrisa ausente? Ya no pod¨ªa dar un paso por s¨ª mismo si no lo ayudaban llev¨¢ndolo del brazo, era aquel mismo que se alz¨® contra el sistema, contra la guerra de Vietnam con un no rotundo, no es no, prefiero mil veces la c¨¢rcel pero no ir¨¦ a matar a nadie a ninguna parte. Pac¨ªfico, lerdo sonriente, idiotizado por los golpes recibidos, porque tambi¨¦n tuvo lo suyo, se dejaba llevar, se volvi¨® partidario de Ronald Reagan.
O pierdes, o ganas, no hay de otra, gritaba el hermano musulm¨¢n con la gran bocaza, y ahora, la vida, Ali lo sab¨ªa, no era sino un cuento contado por un idiota aturdido a pu?etazos, un cuento lleno de ruido y de furia, que no tiene el m¨¢s m¨ªnimo sentido, ?lo vieron aquella vez, con la tea ol¨ªmpica en la mano en la ceremonia inaugural de los Juegos Ol¨ªmpicos? ?Fueron los juegos de Barcelona o los de Atlanta? No lo recordaba bien, su mente empezaba a vacilar, hab¨ªa comenzado a perder la memoria, la gloria es eso, un mont¨®n de c¨¦lulas muertas en el cerebro.
Ventanas oscuras a la claridad difusa del pasado, la bocaza vencida, la risa perdida, la mirada sin raz¨®n, groggy para siempre como bajo el peso de un mill¨®n de mazazos en la cabeza, como los que ¨¦l daba con tanta constancia, pero otra vez suena la campana en mis aud¨ªfonos, vuelve Ali a su esquina, su second que parece m¨¢s bien un barbero de manos bien lavadas, lo aconseja al o¨ªdo, un asistente con gorro musulm¨¢n le ba?a la cara de agua, le mete en la boca el protector, round 14, el referee camisa celeste, corbata de pajarita de pintas marr¨®n, pelo largo, patillas anticuadas como las que llev¨¢bamos en aquellos a?os setenta milagrosos, se acerca a Frazier a preguntarle algo: ?quiere continuar?
Contin¨²a Frazier a pesar de todo, tambale¨¢ndose se acerca al centro del entarimado, y desde las sombras del pasado ya no puede m¨¢s, el ojo monstruoso, chispas del rub¨ª que se apaga, desde su esquina su second tira la toalla, esto se acab¨®, se?ores, Ali alza las manos en triunfo, brinca desaforado, grita fanfarronadas, la gran bocaza abierta, traen el cintur¨®n dorado para ce?¨ªrselo otra vez al rey, cetro y corona en la cabeza, pero se apagan las luces sobre el cuadril¨¢tero, la arena va quedando desierta, la pantalla de cuarzo brilla ahora con resplandor opaco y s¨®lo el idiota permanece en la eternidad ri¨¦ndose con risa indescifrable.
Disculpas de Sergio Ram¨ªrez
EL PA?S reproduce a continuaci¨®n el contenido ¨ªntegro de una carta enviada al diario por el autor, en la que pide disculpas a los lectores que se hayan podido sentir ofendidos por su cr¨®nica:
"En mi art¨ªculo titulado El idiota hay referencias que algunos lectores han interpretado como ofensivas a los enfermos de Parkinson, entre ellos Mohammed Al¨ª, en cuyo homenaje escrib¨ª el art¨ªculo al producirse su muerte. Tengan por seguro que algo semejante est¨¢ lejos de mi intenci¨®n y de mis convicciones humanistas. Tengo un profundo respeto por las personas afectadas por esta enfermedad, entre las cuales he tenido familiares y amigos.? Presento mis disculpas a todos aquellos que se puedan haber sentido agraviados."
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