Portugal arde en el Valhalla de Islandia
El entusiasmo de la selecci¨®n n¨®rdica, limitad¨ªsima pero abnegada, impide la victoria del equipo de Cristiano, pleno en recursos pero crispado y poco claro
La Eurocopa en su nuevo formato ampliado contiene un pr¨®logo de tono folkl¨®rico. Los c¨¢nticos de la hinchada de Islandia agolpada en el estadio Geoffroy Guichard, inspirados en las invasiones vikingas, enardecieron al equipo escandinavo, que se meti¨® en el partido dispuesto a cometer locuras. Era la primera vez que esta naci¨®n participaba en una Eurocopa y la ocasi¨®n les pareci¨® inmejorable para emprender una empresa rom¨¢ntica. Lo primero que intentaron fue adelantar la presi¨®n meti¨¦ndose con todos sus elementos en campo portugu¨¦s. Una temeridad, puesto que inmediatamente se hizo evidente que, apretados 21 hombres en media cancha, los atacantes no ten¨ªan la precisi¨®n necesaria para hilar pases cuando los espacios se comprim¨ªan y los obst¨¢culos se duplicaban. Danilo, un mediocentro con una estampa formidable, se qued¨® con la pelota y su pase lanzado a Cristiano casi desemboca en el 1-0. El susto, sin embargo, no devolvi¨® a los islandeses a la realidad. Al contrario. Se aferraron al sue?o con tanta vehemencia que cuando despertaron el partido hab¨ªa acabado y el marcador se?alaba un 1-1 con sabor a haza?a.
Durante los 20 minutos iniciales los islandeses vivieron en el Valhalla. Alentados por la sensaci¨®n de ¨²ltima oportunidad, imprimieron un ritmo desaforado a cada maniobra, convirtiendo la sincronizaci¨®n entre l¨ªneas en un modo eficaz de compensar sus tremendas carencias. Los centrales, lentos en la interpretaci¨®n de las jugadas; el mediocentro, un bloque de granito; y los dos atacantes, dos abnegados guerreros con pies de bronce. La n¨®mina de virtuosos se redujo a tres: el siete, el zurdo Gudmundsson; el ocho, el feroz melenudo Bjarnasson; y el diez, el polivalente Gylfi Sigurdsson. Pocos mimbres para un cesto muy bien urdido.
La tenacidad de los islandeses en el arranque dej¨® en el aire prealpino de Saint ?tienn la sensaci¨®n de que en estos torneos no solo se compite con f¨²tbol. Se compite con la emoci¨®n, con la cultura, con el orgullo. Poderosos conductores de energ¨ªa.
La pausa de Moutinho
Portugal aguant¨® el embate aferr¨¢ndose a la pausa de Moutinho, que procur¨® apagar el fuego cambiando de orientaci¨®n y jugando en largo. Al mediapunta del M¨®naco lo escoltaron Andr¨¦ Gomes y Jo?o M¨¢rio, dos volantes ¨¢giles y resistentes. Con un poco de tiempo, o de adiestramiento, estos jugadores deber¨ªan producir mejores partidos. Pero por falta de una cosa o de otra se pisaron el terreno y no sintonizaron con Cristiano y Nani. Ambos delanteros se encontraron inc¨®modos sin espacios para correr, fastidiosos en la tarea de moverse para abrirse huecos, a s¨ª mismos y a sus compa?eros. Fueron demasiadas veces hacia adentro, superponi¨¦ndose entre todos, incrust¨¢ndose en el laberinto que form¨® Islandia achicando el campo hacia atr¨¢s y hacia adelante en una formaci¨®n compacta.
Portugal no tard¨® en descubrir que si quer¨ªa tirar a puerta antes deb¨ªa pasar por el cogollo de una defensa que hizo de la pradera una parcelita vallada. El equipo no tuvo claridad para generar ocasiones hasta que no busc¨® v¨ªas exteriores. Primero con Cristiano abierto como extremo izquierda, y despu¨¦s con Vieirinha, asoci¨¢ndose a Gomes por la derecha. Entre el lateral y el mediocampista del Valencia tiraron la doble pared que permiti¨® el gol de Nani.
Adelantada a la media hora de partido, Portugal dio la impresi¨®n de dominar la situaci¨®n con holgura. Agotadas las reservas de energ¨ªa, los islandeses dieron s¨ªntomas de pagar el esfuerzo mientras se replegaban. El asedio dur¨® casi una hora. Gomes, Mario, Nani y Cristiano encadenaron llegadas atropelladas, disparos atolondrados, choques y ruido. Pero Islandia no perdi¨® el orden ni el fervor. El 2-0 no cay¨®. La trama guard¨® un lugar para lo extraordinario.
En una de esas inevitables ventanas de distensi¨®n que abren los equipos que se sienten avasalladores, Portugal sufri¨® un descuido y los escandinavos conectaron un contragolpe. Gudmundsson cambi¨® de frente, Vieirinha mir¨® el bal¨®n m¨¢s que el hombre, y por su espalda se col¨® Bjarnasson. El melenudo ocho se abri¨® paso a golpe de ri?¨®n y empalm¨® el disparo en el segundo palo. El empate desat¨® el jolgorio en la muchedumbre islandesa. Cristiano y sus compa?eros no pudieron abandonar su estado de perplejidad. La Eurocopa se les ha complicado en el punto que menos les inquietaba. El folklore puede ser un arma peligrosa.
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