Italia despierta antes que Suecia
La selecci¨®n de Antonio Conte consigue la clasificaci¨®n a octavos con un gol de Eder en los ¨²ltimos minutos del partido
Viernes de primavera en Toulouse. El sol calienta los muros de ladrillo rojo, las terrazas se llenan de burgueses, una brisa dulce mece la alameda y de los brazos del Garona se levanta una bruma embriagadora que aplaca el ¨¢nimo con aroma hortofrut¨ªcola. Las pastas, el vino, la luz filtrada por las nubecillas, Bonucci que toca para Chiellini, Chiellini que se la devuelve a Bonucci, Bonucci que pasa para Barzagli, Barzagli que¡ Se enfrentan Italia y Suecia y los 22 contendientes parecen coincidir en que lo mejor es ir enroscando el juego poco a poco hasta bajar las pulsaciones de la multitud y dilatar los acontecimientos de modo que los ojos se entrecierren y la conciencia pierda el contacto con las cosas tangibles, que son una vulgaridad. Porque, primero, todo el universo conspir¨® en favor de la siesta en Toulouse. Y despu¨¦s gan¨® Italia.
Italia se propuso no manejar la pelota y Suecia la secund¨®. Con esta idea saltaron al campo ambos equipos, aunque para ejecutarla siguieron procedimientos ligeramente distintos. Los italianos giraron el bal¨®n entre sus centrales mientras los tres volantes sub¨ªan a presionar sobre la l¨ªnea de mediocampo y los puntas fijaban a los centrales rivales. Solo los laterales, Candreva y Florenzi, se desmarcaron esperando el cambio de orientaci¨®n para correr y meter el centro. As¨ª, si progresaban, lo hac¨ªan sin desmontar el baluarte defensivo. Los suecos tambi¨¦n evitaron circular la pelota por el medio pero emplearon a los extremos, Forsber y Larsson, para incursionar por los pasillos interiores buscando el hueco que se abr¨ªa entre los carrileros y los centrales italianos. Ah¨ª dio un paso atr¨¢s Ibrahimovic, que intervino como mediapunta para filtrar pases a sus compa?eros llegadores.
Las jugadas se repitieron en sucesi¨®n mon¨®tona. Carreras, centros, duelos a¨¦reos y despejes a discreci¨®n, con un par (no hubo m¨¢s) de virguer¨ªas testimoniales de Ibrahimovic. Los mismos protagonistas reprodujeron las mismas escenas una y otra vez con id¨¦ntico resultado ante un p¨²blico absorto. Lleg¨® el descanso, se cumpli¨® la hora de partido, y la sensaci¨®n de automatismo est¨¦ril, de intenci¨®n predecible, no abandon¨® la cancha. Suele suceder con los equipos cuando renuncian al bal¨®n para procurarse un orden. Italia intent¨® no manejar la pelota con De Rossi, Giaccherini y Parolo salvo en la segunda jugada. Suecia trat¨® de no emplear a Ekdal y Kallstr?m en la construcci¨®n. Cuando este tipo de renuncia creativa es rec¨ªproca, los adversarios se contrarrestan, el orden defensivo se aproxima al absoluto y el resultado, a salvo de accidentes, es un cero a cero.
El accidente se produjo en el minuto 87. A un cuarto para las cinco de la tarde en Toulouse. La hora del t¨¦ en esta ciudad de poblaci¨®n tan aparentemente poco apasionada por el f¨²tbol. Giorgio Chiellini sac¨® de banda a la altura de la raya del mediocampo y su pelota fue oportunamente descolgada por Zaza, embarcado en una trifulca con Johansson. Eder la cogi¨® al vuelo y traz¨® una conducci¨®n paralela a la frontal del ¨¢rea sueca sin que Lewicki, Granqvist ni K?llstr?m pudieran hacer otra cosa que tropezarse a su paso. El peque?o delantero del Inter toc¨® el bal¨®n con el interior para darle el efecto de par¨¢bola directo al segundo palo. El portero Isaksson, que pr¨¢cticamente no se hab¨ªa movido m¨¢s que para descolgar centros, se estir¨® en vano. Fue el gol definitivo y asegur¨® la clasificaci¨®n de Italia para los octavos de final.
Gianluigi Buffon hab¨ªa dicho la v¨ªspera que este equipo italiano tiene una gran voglia di soffrire. Puede que la dial¨¦ctica del calcio explique esta aparente inclinaci¨®n al masoquismo en la necesidad del acoso como incentivo, y del dolor como est¨ªmulo del instinto de supervivencia, fuerza constitutiva del car¨¢cter del futbolista de Italia. La verdad, debajo de la farfolla, es que Italia y Suecia se echaron una siesta en Toulouse como quien echa una moneda al aire. Ese puntito de voglia di soffrire, esa magia, esa superioridad t¨¦cnica objetiva, inclin¨® el destino contra los escandinavos.
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