¡°A mi hija no le har¨ªa sufrir como a Carolina¡±
Fernando Rivas ejemplifica con la campeona de b¨¢dminton uno de los rasgos comunes a los grandes campeones: su relaci¨®n especial con sus t¨¦cnicos
Los mejores deportistas de R¨ªo, los campeones, Phelps, Carolina Mar¨ªn, Miguel ?ngel L¨®pez, Orlando Ortega o Ruth Beitia, tienen el mismo entrenador desde que eran ni?os. Han pasado m¨¢s tiempo con ellos que con su familia, su pareja o sus padres. Tanto tiempo y tantas horas al d¨ªa juntos que cuando unos u otros hablan de su relaci¨®n personal no tienen m¨¢s remedio que recurrir a t¨¦rminos sangu¨ªneos para definirlas. Los deportistas suelen decir que el t¨¦cnico, tan devoto que abandona todos los afanes para pensar solo en las necesidades, siempre excesivas de sus campeones, y en su cuidado, acaba siendo su segundo padre, e incluso su padre sin m¨¢s, como Orlando Ortega a quien entrena su padre de verdad. Cuando crecen, se impone m¨¢s la noci¨®n de hermano mayor, que suena un poco fea porque evoca una jerarqu¨ªa impuesta por los a?os, no por la sabidur¨ªa, y m¨¢s a menudo, la de pareja, incluso matrimonio. Es parte de la raz¨®n de su ¨¦xito, de su equilibrio.
¡°Cuando empec¨¦ con Carolina ella ten¨ªa 14 a?os y la prensa empez¨® a decir que yo era como su padre¡±, dice Fernando Rivas, el t¨¦cnico que creci¨® con Carolina Mar¨ªn tanto que lleg¨® con ella a ser los mejores del mundo en b¨¢dminton. ¡°Pero yo no trato a Carolina como tratar¨ªa a mi hija, que, por cierto, acaba de nacer. Yo a mi hija no la har¨ªa sufrir tanto, no la someter¨ªa a las sesiones de hipoxia, de entrenamiento en ambiente de poco ox¨ªgeno, que hago pasar a Carolina¡±.
Rivas no tiene tanta edad como para ser el padre de la zurda onubense y, en el fondo, tampoco le atrae mucho la imagen de relaci¨®n familiar pese a las horas que pasan juntos en el CAR de Madrid, ciudad en la que ambos son forasteros, y acaba prefiriendo la de socios de una sola empresa y un solo objetivo. Esta idea es la que le gusta m¨¢s a Bill Bowman, el entrenador de Phelps desde hace casi 20 a?os. Una empresa, 21 medallas ol¨ªmpicas, un nombre reconocido en todo el mundo. ¡°Pero es m¨¢s complicado ¡°, dec¨ªa el t¨¦cnico en L¡¯?quipe recordando todas las turbulencias emocionales a las que ha asistido desde la adolescencia a la madurez de su campe¨®n, y en las que le ha ayudado. ¡°Phelps a veces me dice que soy como el padre que ech¨® de menos en su casa toda su vida, pero yo casi prefiero decir que somos como un matrimonio con derecho a un divorcio que nunca hemos ejercido¡±. A ambos les separan 21 a?os. Una diferencia que el tiempo achica.
Sabiendo que su relaci¨®n es simbi¨®tica, que el entrenado hace mejor a su entrenador y viceversa, y disfrutando de lo bien que se lo han pasado juntos en su largo periplo por el atletismo de Santander, la posibilidad de separarse nunca ha cruzado el mag¨ªn de Ruth Beitia y Ram¨®n Torralbo. El entrenador, tan discreto, tan amante de no hacer ruido en segunda fila disfrutando de los ¨¦xitos de la saltadora, no entra a definir su relaci¨®n con una figura ret¨®rica. Beitia, mucho m¨¢s expansiva en p¨²blico, no pierde la ocasi¨®n de recordar, despu¨¦s de todas sus medallas, que el reverso pertenece a su Ram¨®n, con el que ya ha celebrado hasta las ¡°bodas de plata¡± de su relaci¨®n.
M¨¢s horas, m¨¢s d¨ªas y m¨¢s noches que quiz¨¢s ning¨²n otro t¨¦cnico con su pupilo ha pasado con Miguel ?ngel L¨®pez su entrenador de Cieza, Jos¨¦ Antonio Carrillo, para quien el marchador de Llano de Brujas es el segundo gran atleta en exclusiva casi despu¨¦s de Juan Manuel Molina. ¡°Los dos ¨²ltimos meses, entre Sierra Nevada y Font Romeu hemos estado tanto tiempo juntos, solos los dos, que a veces, s¨ª, pienso que podr¨ªa ser como su padre¡±, dice Carrillo de su vida junto al campe¨®n del mundo de marcha. ¡°Y aunque no me gustar¨ªa serlo porque los padres ri?en mucho, a veces es necesario que le ri?a, me preocupo tanto por ¨¦l¡¡±
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