Nairo Quintana gana en los Lagos de Covadonga y recupera el liderato de la Vuelta a Espa?a
El ciclista colombiano se lleva la d¨¦cima etapa y se vuelve a vestir de rojo
Hubo un tiempo, all¨¢ por los 80, cuando la Vuelta ascendi¨® a los lagos, que eran algo as¨ª como el cielo, que se parec¨ªan bastante al Lago Ness con una peque?a diferencia: aqu¨ª los monstruos eran reconocibles, con su carnet de identidad. Se apellidaban Lejarreta, Dietzen, Delgado, Millar, Herrera, Pino, Rinc¨®n, Jalabert, Tonkov. Luego los monstruos eran m¨¢s humildes, igual de egregios, pero con el DNI a punto de caducar, magn¨ªficos en su humildad, pero intrascendentes en el resultado. Se apellidaban Zintchenko, Mercado, Jim¨¦nez, Efimkin, Barredo, Piedra o Niemuec. H¨¦roes que insultaban a la rutina. Y por fin lleg¨® Nairo Quintana y le puso nombre y apellido con may¨²sculas a un lugar paradis¨ªaco que convierte el placer del senderista en sufrimiento del ciclista. Y gan¨® con la ambici¨®n que obliga al ambicioso. Y plant¨® su bandera en todo lo alto del paraje, donde m¨¢s se ve, y en todo lo alto de la clasificaci¨®n general, ya l¨ªder, y en la curva que mide la autoestima de los ciclistas. Era el rey de Los Lagos, el se?or de esos anillos donde no hay moscas que molesten el tr¨¢nsito. Era y es el candidato, el elegido, con su carnet de identidad en los dientes para cruzar cualquier frontera, sobre todo la del ¨¦xito.
Hay veces que el ciclismo se desnuda y te muestra sus se?as de identidad. No acostumbra a hacerlo a menudo porque a nadie le gusta andar en pelotas todos los d¨ªas: la continuidad convierte la sorpresa en rutina y pierde encanto. Hay veces que el ciclismo es ciclismo es estado puro, o semipuro, y te muestra sus grandezas y sus heridas, la del que gana y las del que pierde. Y Los Lagos necesitaban una campa?a de sensibilizaci¨®n ciclista que les devolviera a su origen. El de Lejarreta, Perico, Jalabert y compa?¨ªa. Y fue Nairo quien puso las piernas al servicio de la cima m¨ªtica de la Vuelta. Y fue Chris Froome tan fiel a s¨ª mismo que sus debilidades parecen grandezas. Que se queda y parece malherido, pero como los actores de Hollywood reacciona en el ¨²ltimo momento y saca un mandoble final que tumba a su rival con un golpe certero. Tiene el brit¨¢nico un parecido deportivo a Indurain y a Rafa Nadal. Del primero, ha elegido la templanza y del segundo, la fe, y con ambas cosas gestiona el sufrimiento. Y fue Contador el que se anim¨® a retar a los grandes, gemelo dolorido o costillas doloridas, inquietando un ataque al que solo respondi¨® Nairo, siempre Nairo, porque Froome, entonces, estaba deca¨ªdo como si el yogur del desayuno hubiera pasado de la garganta.
Ah¨ª se desnud¨® el ciclismo, el de verdad, el que sue?a y el que hace so?ar, el de los ciclistas grandes, sean gigantes o gigantes en miniatura. Too lo anterior era relleno de un desenlace imprevisto, como en una buena novela negra. 16 escapados pregunt¨¢ndose qui¨¦n ser¨ªa el criminal, si el mayordomo o si el recepcionista, si un se?or de marr¨®n. En esos momentos parec¨ªa que Los Lagos volv¨ªan perecer, porque las cosas caducan: caducan los coches al minuto de salir del concesionario, los ordenadores al cuarto de hora, los frigor¨ªficos ahora duran cinco a?os... Mucho hab¨ªan durado los Lagos como para esperar un repunte fant¨¢stico, una fotograf¨ªa diferente.
Y se qued¨® Froome y fue el big bang, las trompetas del atardecer, con el Movistar tirando fren¨¦tico, con Contador resistiendo heroico, con Gesink,-una vieja gloria que nuca alcanz¨® la gloria- buscando su ¨²ltima estaci¨®n, por delante, siendo el que siempre quiso y nunca pudo ser.
Y atac¨® Contador. Y respondi¨® Nairo. Y se fueron de sus sorprendidos acompa?antes. Pero no sab¨ªan que Froome iba quemando colegas por detr¨¢s hasta quedarse solo, abrir los codos y poner ese turbo que funciona por igual en su cabeza y en sus piernas, devorando rivales en busca del colombiano y el espa?ol. No estaba muerto, ni estaba de parranda. Simplemente se qued¨® atascado, toc¨® al timbre del ascensor y subi¨® uno, dos, diez, quince pisos. Fue devorando victimas, incluido Contador. Quintana era demasiado para ¨¦l, pero se le acerc¨® lo suficiente para evitar sangre en las heridas. Su diferencia en la general respecto al colombiano no alcanza el minuto. ?Est¨¢ bien o est¨¢ mal Froome? La pregunta es tan compleja de responder como si es de ciencias o de letras. Froome es el hombre tranquilo, pero Nairo es el ciclista impulsivo. Dos formas de ser valiente cuando nadie quiere ser un cobarde. Y ninguno lo es. Ni Contador. Ni Fraile ni Gesink, que hicieron un etap¨®n. Ni Chaves que volvi¨® por donde sol¨ªa.
Hay veces que el ciclismo se encuentra a s¨ª mismo, se reconoce, se mira en el espejo, se palpa la barba y le gusta lo que ve. Hay veces que el ciclismo, cuando se lava la cara y se quita el miedo, hace bueno hasta al ¨²ltimo clasificado. Hay veces que el ciclismo es ciclismo. Pocas veces.
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