Obsesi¨®n por las trampas
Los ajedrecistas pueden ser inspeccionados con un detector de metales durante la partida
Molestar a un ajedrecista cuando juega o a un le¨®n cuando come puede producir reacciones similares si la partida est¨¢ muy tensa. Los directivos de la Federaci¨®n Internacional (FIDE) que legislan para prevenir las trampas con ayudas de computadoras (o tel¨¦fonos m¨®viles) no son conscientes de ello. Su ¨²ltima ocurrencia permite que los ¨¢rbitros pasen un detector de metales sobre el cuerpo del jugador durante las partidas. El brit¨¢nico Nigel Short, subcampe¨®n del mundo en 1993, reaccion¨® con furia el viernes en la Olimpiada de Bak¨² (Azerbaiy¨¢n).
¡°?Venga, cast¨ªgueme, qu¨ªteme el punto que acabo de ganar! ?Llevo 30 a?os en el ajedrez profesional! ?He jugado incluso la final del Campeonato del Mundo, por Dios!¡±, le grit¨® Short al alem¨¢n Klaus Deventer, miembro del Comit¨¦ Antitrampas de la FIDE, pocos minutos despu¨¦s de ganar una de las partidas m¨¢s complicadas de su larga carrera, frente al chino Chao Li, en un trascendental encuentro Inglaterra-China para las medallas.
Deventer explicaba que Short pod¨ªa ser sancionado con la p¨¦rdida de la partida por haberse negado a que un ¨¢rbitro le pasase un detector de metales en uno de los momentos m¨¢s calientes de la lucha. El capit¨¢n del equipo ingl¨¦s, Malcolm Pein, se acerc¨® a Deventer, le mir¨® a los ojos y remat¨®: ¡°Apoyo totalmente la actitud de mi jugador, y no nos importa lo que usted decida¡±. El at¨®nito alem¨¢n opt¨® por una simple amonestaci¨®n.
Las normas que se han estrenado en esta Olimpiada obligan a que los jugadores ¡°notifiquen al ¨¢rbitro¡± que van al ba?o, lo que ha irritado a muchos (v¨¦ase EL PA?S del pasado lunes). Adem¨¢s establecen que pueden ser rastreados en busca de metales, no s¨®lo antes y despu¨¦s de jugar, sino en plena partida ¡°durante unos 5 o 10 segundos; si ese rastreo es positivo, habr¨¢ un registro corporal profundo de inmediato, en una sala habilitada para ello¡±. El procedimiento es aleatorio, pero se est¨¢ aplicando con preferencia a los jugadores que regresan del ba?o. Entre quienes lo han sufrido en Bak¨² hay varios jugadores de ¨¦lite, como el estadounidense Hikaru Nakamura, que se han mostrado sumisos. El ¨¢rbitro jefe, el azerbaiyano Faik Gas¨¢nov, est¨¢ en contra: ¡°Lo han decidido en la FIDE y yo lo aplico, pero no me gusta nada, salvo en el caso excepcional de que tengamos fundadas sospechas contra ese jugador en concreto¡±.
La irritaci¨®n es palpable en los pasillos y comedores. El tramposo de mayor categor¨ªa cazado hasta ahora (en 2010) es el franc¨¦s Sebastien Feller, quien ni siquiera estaba entre los 50 mejores del mundo; los dem¨¢s son aficionados o profesionales de bajo nivel. Pero si las trampas fueran muy abundantes peligrar¨ªa el ajedrez como deporte. Esa gran preocupaci¨®n, y la obsesi¨®n de algunos jugadores y directivos, cuyas sospechas bordean un nivel patol¨®gico, provoca que la psicosis de trampas sea a¨²n mayor que su existencia.
El delegado estadounidense Michael Khodorkovski se pregunta: ¡°Si se pretendiera que un maratoniano pasara el control antidopaje en plena carrera, nos llevar¨ªamos las manos a la cabeza. Esto es similar. Apliquemos el sentido com¨²n¡±.
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