Dos destellos del M¨¢laga tumban al Eibar
El conjunto guipuzcoano se adelant¨® en el marcador pero fue inferior a su rival
M¨¢laga y Eibar son dos equipos en obras, acostumbrados a moverse entre tablones con clavos, madera fresca, ladrillos cara vista, cascotes y yeso del que se te pega a la suela. Hay que saber moverse en ese chapapote en el que se convierte cada principio de temporada hasta que se traduce en asfalto en el que poder circular sin demasiados sobresaltos. El Eibar est¨¢ acostumbrado a construir su casa como si cada a?o pasara un cicl¨®n; el M¨¢laga tambi¨¦n sabe lo que es reinventarse en funci¨®n del mercado. Obras, muchas obras. Tantas que el esp¨ªritu industrial se apoder¨® del partido y lo meti¨® en una cadena de montaje donde todo pasaba seg¨²n lo previsto.
Y eso que el Eibar alter¨® el gui¨®n. Por ejemplo opt¨® por un delantero pillo, listo, r¨¢pido como Nano, en vez de sus nueves tradicionales, y por Jota Peleteiro para que aprovechase su velocidad en lo pases interiores. El M¨¢laga prefer¨ªa la combinaci¨®n, pero no daba con la tecla de Camacho ni con la electricidad de Juanpi.
Por eso todo ocurr¨ªa como una pl¨¢cida tarde de verano, incluso como una tarde de oto?o fresquita. Juego en el centro del campo, algunos estados de ansiedad, algunos detalles de Nano, de Jota, de Sandro. Y detalle a detalle llegaron los goles. Primero el del Eibar, con un centro preciso de Inui, que se trag¨® el defensa y Nano remat¨® con la cabeza, despej¨® como pudo Kameni y remach¨® el delantero canario como quien da el ultimo martillazo a un clavo. Era el gol ideal, en plena igualdad, al borde del descanso y en plena monoton¨ªa malaguista.
Pero la justicia distributiva decidi¨® que el castigo era excesivo para el M¨¢laga, que no hab¨ªa diferencia, y dos minutos despu¨¦s Sandro, un delantero sin complejos quebr¨® en velocidad a la defensa y se sac¨® un zurdazo como los de anta?o, atrevido, violento, directo, casi sin ¨¢ngulo, inesperado. Un gol de autor, con los riesgos y la felicidad que supone apostar por uno mismo.
El M¨¢laga araba y araba en busca de s¨ª mismo, m¨¢s que del Eibar, y el conjunto guipuzcoano araba y araba en busca del infinito, o sea de lo desconocido, que cambi¨® el traje, no la gen¨¦tica, que esa es invariable, pero se le adivinaba precavido, algo que no suele entrar en sus planes, tan osado como es y como parece.
El M¨¢laga a¨²n no tiene el traje de Juande Ramos, aunque la columna vertebral, los cimientos de la nueva obra en curso, sean los mismos. El mismo cemento, o sea Kameni, Rosales, Camacho, Juanpi. Pero a¨²n el perfume no es intenso. El mejor olor se lo dio un muchacho marroqu¨ª, En-Nesyeri, de planta noble y larga zancada, que se sac¨® un gol de un costado como quien saca la faca, pero con el pie. Estaba en el v¨¦rtice del ¨¢rea y le dio el efecto necesario para superar a Riesgo en el palo que no pod¨ªa controlar.
En cualquier construcci¨®n, siempre hay un ladrillo que est¨¢ mejor puesto que el otro, y el suyo se llevo el premio. No fue mejor que el de Sandro pero los que certifican la obra siempre son mejor recibidos por la cuadrilla. M¨¢s que nada por que cumplen con el empe?o.
El Eibar, generalmente s¨®lido, hab¨ªa reculado, desnortado en el centro del campo y descontrolado en ataque. Bien es verdad que Adri¨¢n tuvo el gol en un centro de Pedro Le¨®n pero los efectos que se dan al bal¨®n con el pie no se pueden dar con el pecho, y su pecho, como no es curvo, remat¨® recto, o sea fuera. Fue su ocasi¨®n, su ¨²nica ocasi¨®n en la segunda mitad. Poco tajo en la obra. Mucho cascote, poca escayola. Y lo pag¨®, porque el M¨¢laga a poco que se aplique tiene alma de dibujante, aunque de momento prevalezcan los borrones en el tapiz verde. Pero consigui¨® su primera victoria de la temporada, trabajada, sin tiempo para el bocadillo, jornada continua, casi a destajo. Como exige el Eibar cuando te disputa la obra aunque al equipo de Mendilibar se le perdieran los planos en la segunda mitad y no sab¨ªa si constru¨ªa un chalet o un almac¨¦n. Demasiada arena bajo los cimientos.
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