El Alav¨¦s aprovecha los regalos del Granada
Varios errores de bulto condenan al equipo de Paco J¨¦mez en Mendizorroza
En Mendizorroza los partidos hay que verlos medio de pie o medio sentado. M¨¢s que el f¨²tbol impera el coraz¨®n, con sus sobresaltos, sus sustos, sus taquicardias. Las combinaciones son ocasionales, las disputas, habituales, los encontronazos recurrentes. Pura sangre. La del Alav¨¦s y la del rival, condenado a sobrevivir en un campo de minas. El Granada est¨¢ en busca de Paco J¨¦mez y Paco J¨¦mez en busca del Granada. Y no acaban de encontrarse. A veces van en direcci¨®n contraria. Y por el centro, se col¨® el Alav¨¦s, bien armado, m¨¢s sudoroso que bello, sabiendo a lo que juega, a un gol, o a dos si le dejan. Es la diferencia: el Alav¨¦s est¨¢ hecho, el Granada, no. La diferencia es abismal, en estos casos. El Alav¨¦s no concedi¨® nada y el Granada estaba de rebajas. Tras compartir el tedio de la primera mitad como si en vez de un campo de f¨²tbol fuera un parque de oto?o a media tarde, el Alav¨¦s meti¨® una marcha m¨¢s y el Granada, una menos.
He ah¨ª la diferencia. En disputas igualadas, la mayor velocidad suele tener que ver con el resultado. Y la ambici¨®n estaba en la cabeza y en los pies de Camarasa, un futbolista que combina la horizontalidad y la verticalidad desde su posici¨®n en el centro del campo. El trabajo, el destajo, predominaba en el terreno de juego. El sudor regaba el c¨¦sped. Nadie encontraba a nadie. Choques, golpeos, bombeos... Pero no hay partido sin ocasi¨®n, sin inteligencia, sin detalle. A los siete minutos de reiniciarse el partido, tras el descanso, Camarasa mantuvo el tipo, rob¨®, condujo, midi¨® el momento del pase, apur¨® la ¨²ltima d¨¦cima y habilit¨® a Edgar para que batiese a Ochoa. El sudor, el pugilato, se resolv¨ªa con una finta, con un detalle de calidad. Y para que no hubiera duda, Camarasa firm¨® el segundo por tenacidad y por la ayuda inestimable de Uche que fall¨® al medir el pase largo y a la hora de colocarse. Pero Camarasa estaba all¨ª porque era el futbolista m¨¢s profundo, quiz¨¢s el m¨¢s ambicioso, quiz¨¢s el m¨¢s en¨¦rgico.
El Granada era intermitente, fall¨®n en defensa, a golpe de M¨¢rquez en el centro del campo y so?ando con Barral en la delantera. Pero fue Kravets, el ucraniano, el que le dio media vida. J¨¦mez fiel a su estilo lo meti¨® en el minuto 71 sustituyendo al israel¨ª Atzili, que hab¨ªa salido tras el descanso. Le sali¨® bien, tan mal como le sent¨® al israel¨ª. La primera que tuvo Kravets fue gol cuando parec¨ªa que la palidez invadir¨ªa el partido. Fue un espejismo. La defensa del Granada es una invitaci¨®n a optimismo rival. Cuando quiere apurar, regala; cuando aprieta, se equivoca. So?ando el Granada con el empate, una jugada en el ¨¢rea del Alav¨¦s acab¨® con un bal¨®n largo, un error lamentable (otro) al intentar ceder al portero y el tercer gol de Deyverson. Que juega a la que salta.
Primer triunfo del Alav¨¦s en su estadio con m¨¢s eficacia que juego, con una suma de esfuerzos que equilibra sus dificultades, y un nulo ejercicio del Granada, que necesita el tiempo que quiz¨¢s no tiene para que el puzle sea legible. Demasiados errores individuales para sobrevivir en el oleaje de la categor¨ªa.
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