Firme aqu¨ª
En el instante que el jugador renueva, de un brochazo ve el futuro y la visi¨®n lo deja satisfecho
La renovaci¨®n es uno de los momentos m¨¢s esperados por un futbolista. Se trata del otro gol. Ese d¨ªa se viste con su mejor traje para acudir a la r¨²brica del contrato, en un gesto de respeto hacia el club, y sobre todo hacia su dinero y su imagen. Por lo general las fotos de ese instante acaban en un portarretratos, en una mesa auxiliar, junto a un portal¨¢pices lleno de bol¨ªgrafos que no escriben y al tel¨¦fono fijo, al viejo estilo. No hay que descartar que durante las horas previas a la cita, el jugador ensaye su firma sobre peri¨®dicos viejos, o en la correspondencia bobalicona que de vez en cuando a¨²n env¨ªan los bancos. Mejor no dejar nada al azar, aunque sea un vulgar garabato. Los detalles pesan como piedras en los bolsillos. Con el tiempo, las firmas tambi¨¦n se desgastan, se acomodan, se borran, hasta quedarse en una tos seca. No les hace mal un leve arreglo. En un sentido estricto, una firma sobre un contrato que te ata varios a?os a un club es algo muy serio, no un mero aut¨®grafo. Thomas Mann planificaba los personajes de sus novelas antes de ponerse a escribirlas hasta el punto de imaginar, precisamente, c¨®mo ser¨ªa su firma.
En el instante que el jugador renueva, de un brochazo ve el futuro y la visi¨®n lo deja satisfecho. La estancia se llena de largos suspiros, de hecho, cada uno por una raz¨®n. Hasta llegar ah¨ª, el futbolista no s¨®lo ha tenido que jugar especialmente bien durante meses, sino tambi¨¦n fingir cierta frialdad hacia el club, a fin de que la directiva se desazone con la idea de que el jugador est¨¦ flirteando con otros equipos a sus espaldas, y mejore la oferta. ¡°?Y si nos lo arrebatan los ingleses?¡±, se dicen temerosos. Para contribuir a ese efecto, el representante da largas al club cuando ¨¦ste sugiere una reuni¨®n para tratar su renovaci¨®n. ¡°?Renovar? S¨ª, quiz¨¢, estar¨ªa bien, pero por qu¨¦ no dejamos pasar el verano y el calor. Me gusta negociar con camisa de manga larga y calcetines gordos¡±. Pero el presidente no es de los que se quedan con los brazos cruzados. A su edad, tiene el culo pelado. En silencio, a hurtadillas, ha filtrado a la prensa amiga algunos nombres de jugadores que podr¨ªa fichar el a?o pr¨®ximo, y que brillan en la misma posici¨®n que el futbolista que marea la perdiz.
Se necesitan nervios de acero por las dos partes para disimular que quieren firmar. Lo desean tanto que se resisten. A su manera, acercan posturas alej¨¢ndose. Cuando finalmente llega el acuerdo, y se re¨²nen para sellarlo, alguien saca un bol¨ªgrafo y se lo tiende al jugador, que lo mira como si no supiese para qu¨¦ sirve, y pregunta si escribe, por hacer una gracia en una hora tan culminante. Y zas, firma. Hay suspiros, y tras un breve silencio, aplausos. Jugador y presidente se levantan y se estrechan la mano. Sonr¨ªen. En ese momento, el futbolista piensa ¡°te la met¨ª doblada¡±, mientras que el directivo, con la capacidad de leer la mente, piensa ¡°que te crees t¨² eso¡±.
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