P¨¦rdida de tiempo
El f¨²tbol admite tantas variables que no jugar forma parte de sus secretos
En cualquier partido de f¨²tbol casi siempre se alcanza un umbral, hacia el final, en el que una parte de los espectadores se vuelve irritada hacia el reloj y resopla malhumorada. No soporta que el rival, con el resultado a favor, se empe?e en no jugar. Pero lo cierto es que hacerlo podr¨ªa acarrearle disgustos de ¨²ltima hora. Se impone pisotear los segundos uno a uno, como a cucarachas, hasta que no quede ni uno y el ¨¢rbitro pite el final. Los jugadores se dejan caer, se duelen sin dolor, alejan la pelota, buscan las esquinas, ralentizan los saques de porter¨ªa, se retiran lentamente cuando los sustituyen¡ El f¨²tbol abarca un universo tan complejo y rico de matices que incluye el anti-futbol. Coger un minuto y reducirlo a una bola de papel que se lanza al cubo de la basura no deja de ser una forma de desarmar al contrincante, para el que esas peque?as p¨¦rdidas de tiempo se vuelven desesperantes.
Hablamos de una triqui?uela que no s¨®lo vale para el f¨²tbol, faltar¨ªa m¨¢s. Hacer que el tiempo transcurra sin m¨¢s, y que entretanto no ocurra nada rese?able, es un invento viej¨ªsimo, con defensores y detractores. Recuerdo un bar en Le¨®n en cuya puerta el due?o hab¨ªa colgado un cartel que dec¨ªa: ¡°Si no tiene nada que hacer, no lo venga a hacer aqu¨ª. Gracias¡±. Partidario de la gente de acci¨®n, a menudo cerraba con llave para que no molestases a los clientes que estaban dentro haciendo con el tiempo algo de provecho.
Y sin embargo existen p¨¦rdidas de tiempo bell¨ªsimas, como la que se produjo durante un Italia-Inglaterra jugado en Tur¨ªn en 1947. Ganaban los ingleses cuando Stanley Matthews recibi¨® el bal¨®n en banda y, para que corriese el reloj sin que pasase nada, se dirigi¨® al c¨®rner ni muy despacio, ni muy deprisa. Al llegar, pis¨® la pelota y se acical¨®. Primero se frot¨® las manos contra le pantal¨®n, y despu¨¦s sac¨® un peine y se arregl¨® el pelo, con cierta falta de inter¨¦s por el f¨²tbol. Matthews sostendr¨ªa siempre que en realidad no hab¨ªa usado un peine; simplemente se atus¨® el cabello con la mano, pues estaba un poco despeinado. En cambio, los espectadores que hab¨ªa en esa parte del estadio, asegurar¨ªan haber visto el peine. Peine o no, el extremo ingl¨¦s perdi¨® el tiempo, como pretend¨ªa, sin renunciar a la elegancia.
El f¨²tbol admite tantas variables que no jugar forma parte de sus secretos; no est¨¢ de m¨¢s dominarlos. Despreciarlos, como si representasen algo sucio, ser¨ªa de incautos. Despu¨¦s de todo, muchas tardes la t¨¢ctica depende de la hora que sea. No se debe jugar al f¨²tbol sin reloj. Ciertos entrenadores, conscientes de la debilidad de su equipo, se pasan el partido preguntando qu¨¦ hora es para saber si ha llegado el momento de empezar a hacer aviones de papel con el tiempo. Recuerdan a esos ni?os que viajan en el asiento de atr¨¢s preguntando cada cinco minutos ¡°?Ya llegamos?¡±. Hacen bien en intentar no jugar demasiado. ?Qui¨¦n les asegura que si se lo ponen f¨¢cil a los rivales, y los dejan jugar, estos no intentar¨¢n marcar gol en el ¨²ltimo minuto?
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