Conmoci¨®n en el f¨²tbol ingl¨¦s por un esc¨¢ndalo de abusos sexuales
Varios exjugadores ingleses se atreven a denunciar la pesadilla que sufrieron con el 'monstruo' Barry Benell
Al ¡°monstruo¡±, como Barry Bennell se defini¨® a s¨ª mismo ante el juez, le gustaban morenos, vulnerables y muy j¨®venes. El peque?o Andy Woodward encajaba en el perfil cuando, con apenas 11 a?os, empezaba a destacar en los c¨ªrculos del f¨²tbol escolar de Stockport, a las afueras de Manchester.
Bennell, reputado ojeador de j¨®venes promesas del f¨²tbol en el noroeste de Inglaterra durante tres d¨¦cadas, adem¨¢s de pederasta en serie, se fij¨® en el joven defensa. Le dio una oportunidad en el Crewe Alexandra, un club que juega en las categor¨ªas inferiores considerado desde principios de los ochenta un ejemplo de gesti¨®n de la cantera.
Woodward era un ni?o loco por el f¨²tbol. Quiso ver en el Crewe el principio de su sue?o, pero acab¨® torn¨¢ndose en una espeluznante pesadilla de abusos sexuales que destrozaron su carrera y su vida. Un terrible secreto que cont¨® a la polic¨ªa en 1998 y que ahora, a sus 43 a?os, ha decidido hacer p¨²blico, con la esperanza de que su testimonio anime a otros a denunciar un fen¨®meno que considera que va mucho m¨¢s all¨¢ de un caso aislado.
El desarrollo de los acontecimientos parece darle la raz¨®n. Desde que Woodward cont¨® su experiencia hace una semana en The Guardian, otros cinco exjugadores han roto su silencio para denunciar p¨²blicamente los abusos de Bennell. La polic¨ªa asegura haber recogido, en los ¨²ltimos d¨ªas, m¨¢s de una decena de testimonios de supuestas v¨ªctimas del entrenador. El esc¨¢ndalo trasciende al Crewe y Bennell no es el ¨²nico t¨¦cnico denunciado. La Sociedad Nacional para la Prevenci¨®n de la Crueldad a los Ni?os ha activado una l¨ªnea telef¨®nica para denunciar abusos que, solo en 24 horas, recibi¨® medio centenar de llamadas.
El secreto que carcom¨ªa a Woodward, y del que decidi¨® zafarse el 16 de noviembre, es terror¨ªfico. Bennell ¡ªa quien un compa?ero del Manchester City compar¨® con ¡°el flautista de Hamel¨ªn¡± por la influencia que ejerc¨ªa en los ni?os¡ª viol¨® a Woodward centenares de veces, m¨¢s de las que puede recordar, entre los 11 y los 15 a?os.
El caso responde al patr¨®n cl¨¢sico del abuso. Verg¨¹enza paralizadora, chantajes, amenazas f¨ªsicas ¡ªBennell result¨® ser un virtuoso con el nunchaku¡ª y psicol¨®gicas. En este caso se a?ade el f¨²tbol como elemento de control: Bennell se encargaba de recordar a Woodward que, en cualquier momento, pod¨ªa hacerlo desaparecer y el sue?o que lo era todo para ¨¦l nunca se cumplir¨ªa.?
Su historia da un giro macabro cuando Bennell empieza a tener una relaci¨®n con la hermana menor de Woodward, de 16 a?os. ¡°?l era mucho mayor que ella y al principio no quer¨ªa que la gente lo supiera, as¨ª que me dijo que no volver¨ªa a jugar a f¨²tbol en mi vida si dec¨ªa una palabra. Yo estaba muerto de miedo porque en ese punto ya ejerc¨ªa un poder absoluto sobre m¨ª¡±, recuerda en The Guardian.
Cuando la relaci¨®n se hizo p¨²blica Woodward tuvo que ver c¨®mo su abusador cenaba cada domingo en casa de sus padres, compartiendo risas y bromas en familia. En 1991 se casaron y el hombre que durante a?os explot¨®, manej¨® y abus¨® de Woodward se convirti¨® en su cu?ado.
Mientras tanto, su prometedora carrera futbol¨ªstica se desvanec¨ªa, en una espiral de depresi¨®n y ansiedad. En m¨¢s de una ocasi¨®n fingi¨® lesiones para ocultar ataques de p¨¢nico. Ha intentado quitarse la vida, reconoce, hasta en diez ocasiones.
Cientos de menores
El temor de Woodward es que Bennell haya podido abusar de cientos de menores. Estar¨ªamos ante un Jimmy Saville ¡ªel locutor de la BBC que, un a?o despu¨¦s de su muerte en 2013, se revel¨® como un depredador que hab¨ªa abusado de centenares de ni?os¡ª del mundo del f¨²tbol.
Woodward se siente decepcionado con el mundo que rodea al deporte con el que creci¨®. Con esa venenosa cultura de que nada deb¨ªa salir de las puertas del vestuario. ¡°Durante todos esos a?os en Crewe, mucha gente hablaba de ello¡±, explica. ¡°Otros jugadores me dec¨ªan: ¡®Seguro que te hace esto, sabemos que lo hace¡¯. Exist¨ªa toda esa bravuconer¨ªa del vestuario. Pero despu¨¦s, fuera del club, nunca se hablaba de ello. As¨ª es c¨®mo funcionaba el f¨²tbol. Nadie quer¨ªa romper el c¨ªrculo de confianza¡±.
Intentos anteriores de arrojar luz en los infiernos de Bennell, como un documental de principios de los noventa, han chocado con un mundo del f¨²tbol cerrado en banda. Ni los mandos del Crewe ni la Football Association, organismo que rige el f¨²tbol profesional ingl¨¦s, mostraron disposici¨®n a investigar. El mundo del f¨²tbol no estaba listo para escuchar entonces. Ahora, forzado por las historias de las v¨ªctimas, parece que no tendr¨¢ m¨¢s remedio que reflexionar sobre c¨®mo permiti¨® que ni?os que so?aban con la gloria del f¨²tbol fueran destruidos por monstruos.
El ¡°monstruo¡± sigue sabiendo c¨®mo asustar
La denuncia de otra v¨ªctima deton¨® una investigaci¨®n policial que incluy¨® alegaciones de abusos en campamentos en Espa?a y Estados Unidos. Bennell, que tiene ahora 62 a?os, cumpli¨® cuatro a?os de c¨¢rcel en Florida por el asalto a un ni?o de 13 durante una gira deportiva. En 1998 fue deportado a Reino Unido, donde fue condenado a seis a?os m¨¢s tras admitir 23 cargos de delitos sexuales. En 2015 ingres¨® de nuevo en la c¨¢rcel para cumplir otra condena de dos a?os por abusar de otro ni?o durante un campamento de f¨²tbol. Hoy, seg¨²n la BBC, est¨¢ en libertad y vive bajo el nombre falso de Richard Jones en Milton Keynes.
Incluso desde dentro de la c¨¢rcel, Bennell supo encontrar maneras para ejercer el control mental sobre sus v¨ªctimas. Escribi¨® cartas a jugadores a los que hab¨ªa entrenado durante todos estos a?os. En ellas, no ofrec¨ªa explicaci¨®n alguna ni daba muestras de arrepentimiento. Les ped¨ªa un favor: que le enviaran dinero por motivos que no explicaba. Y, de paso, les demostraba que el monstruo segu¨ªa sabiendo c¨®mo contactarlos.
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