Sergio Ramos no se acaba nunca
En el 90 un defensa blanco se fue trotando desde la cueva al ¨¢rea contraria animado por la promesa de una vida mejor
Los seis puntos de distancia entre el Madrid y el Barcelona eran la carnaza que el Camp Nou coloc¨® arriba para que el Madrid saltase. Un se?uelo con el que atraer al l¨ªder olisqueando sangre hasta el Estadi y all¨ª, entre muchedumbres agitadas, humillarlo y dejarlo a tiro. No sali¨® porque no hay rastro del gran Bar?a, deambulando entre tinieblas, ni huella del Madrid que preparaba las visitas a Barcelona con la misma diligencia que al matadero. Prueba de que los tiempos cambian es que el Madrid se dio el lujo de la primera posesi¨®n, aquella palabra tan de moda, como un recordatorio de afrentas. Despu¨¦s de ese peque?o homenaje, Modric se puso hacer f¨²tbol: no a jugarlo, a hacerlo.
De ¨¦l fue la responsabilidad de que al descanso el Camp Nou estuviese desangelado. Se empezaba a hacer de noche, bajaba la temperatura y de golpe todos supimos que la vida era otra cosa hace cinco a?os: ¨¦ramos m¨¢s j¨®venes, algo nos sorprend¨ªa siempre al salir de casa y el Bar?a-Madrid era todo lo que se so?aba para un partido de f¨²tbol: una lucha entre dos formas de vida. La salida de Mourinho y Guardiola fue la ca¨ªda del Muro. El capitalismo adopta tantas formas que es probable que en el politiqueo centrocampista del Madrid, anta?o sovietizado, hoy se est¨¦n produciendo brotes subversivos. Los permite Zidane, un entrenador que se ha demostrado permeable a todos los vicios y susceptible de modelar sus principios por el leit motiv de la existencia del Real: la victoria.
Si la estrategia amenaz¨® con fallar en Barcelona fue porque all¨ª juega la sombra de un gigante, y dentro de la sombra el gigante mismo, Leo Messi. El Madrid no se conf¨ªo con la distancia en la Liga, sino despu¨¦s de perdonar la primera parte. As¨ª que entre Busquets y el p¨²blico el Bar?a hizo espabilar a sus estrellas. Arrodillaron al Madrid para recordarle d¨®nde estaba y qui¨¦n era, y por si el Madrid no terminaba de hacer memoria sac¨® a Iniesta al campo bajo un c¨¢ntico m¨¢s poderoso que el del gol. Fueron los peores minutos del Madrid en Liga, los mejores del Bar?a en el partido. Los blancos estuvieron a merced durante 40 minutos largu¨ªsimos; los cul¨¦s pudieron matar al rey: no lo hicieron. Cuando se lleg¨® al 90 un defensa blanco se fue trotando desde la cueva al ¨¢rea contraria animado por la promesa de una vida mejor. Empieza a haber algo de rutina en ese paseo: un tibur¨®n entra en una pecera. El secreto de Ramos es que los partidos acaban antes que ¨¦l. ?l, como Par¨ªs, no se acaba nunca.
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