Presidente universal
La obra de gobierno de Bartomeu podr¨ªa considerarse una demostraci¨®n de madridismo
De entre todas las poses que acostumbra a adoptar Josep Mar¨ªa Bartomeu en p¨²blico, que no son pocas, mi favorita es la de Dama de la Justicia, esa actitud magn¨¢nima y desinteresada frente a cualquier pleito que a menudo me hace dudar sobre la verdadera naturaleza del m¨¢ximo dirigente blaugrana. Puede parecer un papel sencillo de interpretar, al menos a priori, pero se trata de una actuaci¨®n compleja y exigente, llena de matices, en la l¨ªnea de aquellos grandes actores y actrices del cine mudo pero con la diferencia, desgraciada, de que a veces habla.
¡°Ten¨ªamos los mismos abogados, que nos lo expliquen¡±, ha declarado Bartomeu esta misma semana, como si la decisi¨®n del TAS de atender al recurso presentado por el Real Madrid hubiese dejado a nuestra particular y masculina versi¨®n de la diosa Dice un tanto trastornada, lo que no parece buen negocio para una deidad que, ya de por s¨ª, es ciega. La chanza ha provocado un profundo estupor entre una parte muy minoritaria de la parroquia blaugrana, apenas cuatro notas discordantes entre una masa perfectamente afinada y aletargada que parece dar por buena cualquier explicaci¨®n que incluya una mano negra, una pata de conejo blanco y dos gotas de la sombra embotellada de Florentino P¨¦rez. Entre la afici¨®n madridista, sin embargo, la unanimidad ha sido total y las autoridades sanitarias empiezan a temer por la vida de varios centenares de miles, incapaces todav¨ªa de frenar la hemorragia de carcajadas provocadas por las palabras del presidente definitivo, el presidente universal.
Es la suya una hostilidad de baja intensidad que provoca cierta ternura en el m¨¢ximo rival, algo parecido a los intentos de Willy el Coyote por cazar al Correcaminos, un querer y no poder constante que siempre termina con la dinamita adosada al culo propio y con el dichoso pajarraco zumbando y sacando la lengua, noble y b¨¦lico avestruz. Su grado de aceptaci¨®n entre las huestes de Concha Espina es tal que no somos pocos los que tememos que termine secuestrado, como Di St¨¦fano, y coronado como Presidente Honor¨ªfico del Real Madrid mientras un coro de hijos de Zidane, todos libres de sanci¨®n, le cantan aquello de historia que t¨² hiciste, historia por hacer. A fin de cuentas, son muy pocos los que pueden presumir de haber contribuido de manera tan generosa a la felicidad del madridismo y no se me ocurre otro contendiente que pueda, siquiera, acercarse a la importancia y cuant¨ªa de sus m¨¦ritos.
Dec¨ªa Santiago Bernab¨¦u que ¨¦l quer¨ªa y admiraba a Catalunya, ¡°a pesar de los catalanes¡±, incapaz siquiera de imaginar la grata sorpresa que el futuro reservaba a los herederos de tan cuestionable ideolog¨ªa. Y es que si los desmanes de Mourinho fueron calificados en su d¨ªa como muestra innegable de madridismo, la gesti¨®n de Bartomeu al frente del Bar?a no merece menor consideraci¨®n. De hecho, y sin querer pecar de orgulloso ni meterme en casa ajena, sospecho que su obra de gobierno podr¨ªa considerarse la mayor demostraci¨®n de madridismo que se recuerda desde aquella noche, ya lejana, en que Ram¨®n Mendoza se dej¨® llevar por la euforia y termin¨® dando saltos al grito de ¡°polaco el que no bote¡±, rodeado de ultras y en un aeropuerto¡ Maldita casualidad.
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