As¨ª juega el Madrid
La exhibici¨®n del equipo blanco ante el Sevilla, tal vez por falta de costumbre, me provoc¨® un ligero ataque de ansiedad
Uno cree haberlo visto todo hasta que un mi¨¦rcoles cualquiera, aburrido de conquistar provincias chinas y forjar imperios con la Xbox, enciende la televisi¨®n y se encuentra con el Real Madrid aplastando a un equipo indeterminado que, jurar¨ªa, se trataba del Sevilla pues luc¨ªa uniformes de la marca New Balance, actual proveedor oficial del equipo hispalense e icono puntual de la subcultura h¨ªpster. Y digo que cre¨ªa haberlo visto todo porque, hasta ayer, los aficionados rivales nos llen¨¢bamos de raz¨®n pregonando que el equipo blanco nunca hab¨ªa jugado a nada, un enemigo com¨²n que casi siempre venc¨ªa pero jam¨¢s nos convenc¨ªa, como el tir¨®n de orejas de una madre o el novio motero de una hija.
Jug¨® a algo el Madrid, por fin, y ya fuese por purita impresi¨®n o por falta de costumbre, lo cierto es que su exhibici¨®n me provoc¨® un ligero ataque de ansiedad, un desasosiego molesto que me oblig¨® a recurrir al vaso de leche caliente espolvoreada con Orfidal para poder conciliar el sue?o y no pasarme la noche en vela, comiendo techo. Por buscar el lado bueno de las cosas, ahora comprendo el porqu¨¦ de la pol¨¦mica suscitada por Netflix y su campa?a publicitaria de "Oh, blanca Navidad": no se puede frivolizar con el Real Madrid ni con el sufrimiento que ha provocado en tant¨ªsimas familias, no parece de recibo.
Al final va a resultar que Zinedine Zidane s¨ª sabe lo que se hace, por m¨¢s que haya tratado de despistarnos ganando la Liga de Campeones, la Supercopa de Europa y el dichoso Mundialito. Desde su llegada al banquillo del primer equipo en sustituci¨®n de Rafa Ben¨ªtez, aquel hombre robusto al que disfrazaron de estratega romano en una portada de peri¨®dico para ensalzar sus virtudes y estilizar su imagen, el franc¨¦s no ha hecho otra cosa que acumular cr¨ªticas y acrecentar su leyenda de mal entrenador. El clamor sobre su incapacidad para ostentar el cargo ha sido tal que, incluso Luisito, mito local y actual entrenador del Pontevedra CF, se despach¨® a gusto durante el verano anunciando que esta ser¨ªa la temporada en que todo el mundo descubriese, por fin, las finas costuras que sujetaban el improcedente ¨¦xito de este hombre de calva delicada, pantalones ajustados y toneladas de flores en el culo.
Para explicar tanto triunfo, sus censores m¨¢s ac¨¦rrimos se han parapetado durante meses tras la ¨²nica m¨¢xima incontestable en el mundo del f¨²tbol: el Real Madrid gana, no se sabe c¨®mo pero gana. La victoria de ayer, convincente tanto en el fondo como en las formas, parece echar por tierra el mito del entrenador pasmado que tan bien cultivaba Zidane y abre un abismo bajo nuestros pies del que nadie alcanza a ver el fondo, ni siquiera el m¨¢s entusiasta de los madridistas. Los cambios inquietan, al menos en un primer momento, y mientras los hinchas rivales lo fiamos todo al buen hacer de la industria farmac¨¦utica, ahora que el diablo parece jugar a algo, la merengada se persigna ante la perspectiva de abandonar el ¨²nico camino conocido hacia la gloria: no jugar a nada y, para los d¨ªas en que se necesita un milagro, creer en dios.
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