El Bar?a se ha olvidado de jugar al f¨²tbol
Al equipo que se considera y se siente el mejor no se le consiente la mezquindad ni el resultadismo
El Bar?a se ha olvidado de jugar y, sin embargo, gana; a veces hasta le alcanza con el empate para acceder a una final de Copa, como pas¨® ante el Atl¨¦tico. Una situaci¨®n ins¨®lita a la que no se acostumbra el barcelonismo, o al menos los seguidores m¨¢s ortodoxos, que asocian el triunfo al estilo, a una manera singular, incluso virtuosa y perfecta de entender el f¨²tbol, sin reparar en el torneo ni en el escenario, por m¨¢s que la exigencia aumenta en el Camp Nou. Al Bar?a se le conoce en el mundo por ganar dobletes y tripletes, no por salvar el a?o, o ampliar un glorioso palmar¨¦s con un t¨ªtulo, ni que sea la Copa de Europa.
Al aficionado le cuesta concebir la Copa como un trofeo ¨²nico sino que forma parte de un plan que incluye necesariamente la disputa de la Liga y la Champions. La Copa, por si sola, evoca tiempos de supervivencia que se remataban con un trofeo ya extinguido y que se llamaba Recopa. Los partidos como el de ayer por la noche sirven para calibrar las aspiraciones del equipo, no para celebraciones, circunstancia que explicar¨ªa el disgusto de muchos hinchas a pesar de firmar la clasificaci¨®n para la final, seguramente en Madrid. Al equipo que se considera y se siente el mejor no se le consiente la mezquindad ni el resultadismo.
La imperfecci¨®n est¨¢ mal vista, de manera que cuando el f¨²tbol no fluye muchos barcelonistas se ponen de mal humor y se entregan a un martirio muy culer, incluso despu¨¦s de haber eliminado al Atl¨¦tico, a la Real y al Athletic. Hay impaciencia en el Camp Nou porque el equipo no rompe a jugar desde que comenz¨® la temporada y no se sabe si trata de ganar tiempo, est¨¢ estresado por el calendario y las lesiones o sus disfunciones son tan estructurales que demandan la intervenci¨®n r¨¢pida del entrenador, ahora mismo el ¨²nico capaz de revertir la situaci¨®n dada la precariedad del organigrama t¨¦cnico del Bar?a.
Luis Enrique ha conseguido que el equipo compita y ha podido trampear la situaci¨®n porque dispone de Messi. Ocurre que a pesar de tener muy buenos futbolistas, el Bar?a juega mal o solo juega bien a ratos, tal que fuera un equipo de momentos y de jugadas m¨¢s que de partidos y de f¨²tbol, incapaz de cuadrar un buen encuentro y en cambio dispuesto a completar uno de malo, como fue el del Atl¨¦tico. Los rojiblancos sembraron el p¨¢nico, incluso con una desventaja de 1-2, s¨ªntoma de la desconfianza que provocan los azulgrana en el Camp Nou. Ante un Bar?a agarrotado, el Atl¨¦tico fue un equipo liberado en la Copa.
El dominio esc¨¦nico de los muchachos de Simeone fue tan rotundo como el miedo a perder del Bar?a. Los azulgrana han dejado de ser a menudo los protagonistas de los partidos y los rivales les atacan porque le adivinan vulnerable, sobre todo en la Liga. El entrenador cambia reiteradamente la alineaci¨®n, prepara muchos partidos en funci¨®n de las caracter¨ªsticas de los contrarios y se entrega a ejercicios futbol¨ªsticos imprevisibles como por ejemplo el de Villamar¨ªn. M¨¢s que sorprender al adversario, el Bar?a se asombra a s¨ª mismo, al punto que hay serias dudas sobre su identidad, agravada por las ausencias de Busquets e Iniesta.
El equipo ha pasado de mimar a maltratar la pelota, el peor de los sacrilegios que se puede cometer en el Camp Nou
Lesionados sus jugadores bandera, los que dan sentido al modelo, ha presentado tantas caras que no se sabe nada sobre la personalidad del Bar?a. La sorpresa es que ya no le vale con el tridente, la f¨®rmula del ¨¦xito de Luis Enrique. Messi est¨¢ en forma, Luis Su¨¢rez mete goles y a Neymar se le echa mucho en falta cuando no juega como ocurri¨® ante el Atl¨¦tico. As¨ª que quiz¨¢ el problema est¨¢ en la sala de m¨¢quinas, en la l¨ªnea de centrocampistas, santo y se?a del Barcelona. El equipo ha pasado de mimar a maltratar la pelota, el peor de los sacrilegios que se puede cometer en el Camp Nou.
No est¨¢ en forma Rakitic y los fichajes todav¨ªa no se han familiarizado con el solfeo de La Masia. No se explica que el equipo se haya olvidado de cosas que se daban por sabidas, memorizadas y automatizadas, como eran la posesi¨®n, la posici¨®n y la presi¨®n, que permit¨ªan controlar el partido, conservar el bal¨®n, tener continuidad en el juego y dar sensaci¨®n de autoridad y jerarqu¨ªa, nada que ver con el partido disputado contra el Atl¨¦tico. Los s¨ªntomas que dio fueron los de un equipo tieso y turbado, nada fiable, suficiente en cualquier caso para asegurar la clasificaci¨®n para una final de Copa.
Al Bar?a no se le perdona, sin embargo, que no juegue bien, ni fuera ni en casa y, adem¨¢s, se le reprocha que se queje de los ¨¢rbitros porque remite a los viejos tiempos, cuando la Copa y la Recopa simbolizaban la resistencia, nada que ver con la actual abundancia, expresada en Messi. A los azulgrana se les exige la excelencia y ahora mismo se desconoce si la reencontrar¨¢ como espera Luis Enrique, el t¨¦cnico que no es esclavo precisamente de la memoria barcelonista sino que vive al d¨ªa, dispuesto a reinventar el equipo desde unos par¨¢metros no siempre conocidos y nada convencionales en el Camp Nou.
Luis Enrique es hoy un valiente en un escenario de incertidumbre por la tendencia del barcelonismo a auscultarse y preguntarse: ?es pasajero o grave? Nadie dir¨ªa en un paisaje normal que el problema lo tiene el Bar?a y no el Atl¨¦tico.
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