El Alav¨¦s derrota al Celta y vuelve a entrar en la historia por otra puerta
Un gol de Edgar M¨¦ndez le clasifica para jugar la final de la Copa contra el Barcelona
Edgar, el suplente, el revulsivo, el abrelatas de Pellegrino, el galopante, sali¨®, marc¨®, se lesion¨® y se march¨®. No se pueden hacer m¨¢s cosas en apenas 10 minutos. No se puede entrar en la historia con un tranco m¨¢s largo, con mejor pie, con mayor acierto. Edgar M¨¦ndez marc¨® el gol que lleva al Alav¨¦s a la primera final de Copa de su historia ratificando la mejor puesta en escena, mayor ambici¨®n y voluntad de su equipo ante un Celta acoquinado, desconcertado y solo reconocible en algunas fases de la primera mitad Como en las novelas de misterio, nada era lo que parec¨ªa. Ni el Alav¨¦s quer¨ªa tanto la pelota como simulaba en el inicio del partido, ni el Celta la despreciaba tanto como suger¨ªa la continuidad de sus pelotazos.
Las tramas de la intriga plantean siempre inicios contradictorios. Porque en realidad qui¨¦n quer¨ªa la pelota era el Celta y qui¨¦n la aireaba era el Alav¨¦s, como si la calma de uno se enfrentara a la prisa del otro por llegar a buen puerto. El Alav¨¦s pasaba de Llorente entreg¨¢ndole a Laguardia la misi¨®n de acercar el bal¨®n al ¨¢rea, previa peluquer¨ªa de Deyverson, y el Celta no pasaba ni una vez sin que Marcelo D¨ªaz manejara el sem¨¢foro del juego y el rumbo del bal¨®n. Estilos enfrentados, propuestas contrapuestas. M¨¢s reconocible el Celta, tras los sofocones de los primeros diez minutos, que el Alav¨¦s, m¨¢s dado a la vor¨¢gine como si quisiera ahogar el rival en su propio sudor y luego hel¨¢rselo con alg¨²n escalofr¨ªo. Ibai G¨®mez apunt¨® dos veces a la frente: la primera no la alcanz¨® Toquero en la gruta del gol por cent¨ªmetros; la segunda fue un libre directo que acarici¨® el larguero como corresponde al guante de su bota derecha. Todo lo dem¨¢s que hizo el Alav¨¦s en la primera mitad fue sudar, correr, recuperar y condenar a Deyverson a correr y saltar en el desierto y anular la capacidad de sorpresa de Camarasa, un artista del escapismo entre los defensas.
Al Celta lo reactiv¨® Iago Aspas, un futbolista al que le bastan diez cent¨ªmetros y una d¨¦cima de segundo para dibujar un disparo, un gol. A los 10 minutos cumpli¨® con su primera misi¨®n y exigi¨® un sobresaliente en reflejos del portero Pacheco para acariciar el bal¨®n lo justo para desviarlo. Luego cambi¨® el registro y le envi¨® un bombeo que sobresalt¨® el coraz¨®n del portero alavesista. Dif¨ªcil saber qui¨¦n era el protagonista de la novela, qui¨¦n el detective que desenredase la madeja, qui¨¦n el culpable. Todos ten¨ªan pinta de buena gente.
El f¨²tbol directo no le iba ni bien ni mal al Alav¨¦s en espera del bal¨®n parado de Ibai G¨®mez, de las incursiones de Theo y Femen¨ªa, del empuje de Llorente y el infatigable Manu Garc¨ªa. Empujando y empujando en el af¨¢n de empotrar al Celta y atornillarlo a la pared. El Celta, tras el descanso, se volvi¨® a acurrucar, adormilado su centro del campo, barrido en cuanto apareci¨® la figura de Llorente y decidi¨® gestionar sus propias recuperaciones. Eran dos contra tres, pero parec¨ªan cuatro contra dos. Ya s¨ª era un Alav¨¦s reconocible. Y llegaron las ocasiones,el ?uy! de Vitoria y el ?ay! de Vigo cuando Ibai G¨®mez a placer descarg¨® su pierna derecha a los brazos de Sergio. Gan¨® el portero. Con Deyverson no necesit¨® esfuerzo alguno porque el brasile?o, cansado, desvi¨® el punto de mira de su disparo.
La idea de cansar al Celta, especialmente a sus defensas centrales con el fuego a¨¦reo, surti¨® efecto. El equipo de Berizzo flaque¨® en la retaguardia en la misma medida que el centro del campo se ocultaba en la oscuridad. Iago Aspas era el n¨¢ufrago del Celta, Bongonda el desaparecido, Weiss el sacrificado en labores defensivas, ante el temor al temporal de Theo. Era el paraguas de Berizzo, pero no detuvo la gotera. Con el Celta cansado (no se not¨® el descanso del domingo), los laterales crecieron una enormidad, tanto como se miniaturizaba el Celta.
Y quiso el destino que la varita m¨¢gica le tocase a Edgar M¨¦ndez que a los tres minutos de saltar al campo aprovech¨® otra peluquer¨ªa de Camarasa en otro bal¨®n largo y alto para vencer a su marcador, regatear a su oponente y batir a Sergio. Esa puerta de la historia la abri¨® el jugador canario, el abrelatas habitual de Pellegrino cuando la imagen habitual de cansancio de Toquero se convierte en cansancio verdadero. A la desesperada quiso el Celta en lo que quedaba (incluido un alargue de siete minutos) cerrar la puerta de la historia del Alav¨¦s. Pero su vendaval fue insuficiente. Incluso pudo marcar Camarasa cuando ya no quedaban u?as en Mendizorroza. Definitivamente, el Alav¨¦s hab¨ªa dado un paso de gigante. El que lleva de Dortmund a, previsiblemente, Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.