La noche que me vest¨ª de Maradona entre napolitanos: me abrazaban, se arrodillaban...
Pasear entre aficionados del N¨¢poles con la camiseta del argentino lo convierte a uno en ¨ªdolo al instante
No hab¨ªa una sola camiseta del N¨¢poles de la gloriosa d¨¦cada del ¡¯80 con la 10 de Maradona en la espalda entre los miles de napolitanos que llegaron a Madrid este mi¨¦rcoles. Casi como un acto de responsabilidad o de respeto, los hinchas del conjunto italiano no suelen usar la zamarra del m¨¢ximo ¨ªdolo de su historia. Sin saberlo, decid¨ª salir en busca de ellos con una 10 de Argentina que, debo confesar, no era de Diego Armando si no de Ariel Arnaldo Ortega. Para los napolitanos la 10 pertenece, sin embargo, a un solo tipo.
Pasadas las tres de la tarde de este mi¨¦rcoles, la Puerta del Sol rebosaba de hinchas italianos. ¡°?Si soy italiano? No, soy napolitano¡±, me dice Alessandro Vigoriti, que vino desde Cannes, Francia, donde vive hace ocho a?os, para cumplir su sue?o de conocer el Santiago Bernab¨¦u. ¡°Hace 30 a?os que espero este partido¡±, cuenta. Es uno de los tantos que por un d¨ªa me cambian el nombre y me llaman Diego, a secas.
Es imposible pasar desapercibido al meterse entre los tifosi del N¨¢poles con la camiseta de Argentina. Si hay alguna manera de sentir el cari?o que Diego Maradona vive es esta. Vigoriti me cuenta entre l¨¢grimas c¨®mo iba al San Paolo a verlo. Algunos se arrodillan, todos me llaman, muchos me miran como si acabasen de encontrar al primer amor, y otros transmiten la nost¨¢lgica ilusi¨®n que generaba el 10, justo en el d¨ªa en que su equipo vuelve al escaparate europeo. Ah, y todos interpretan el eterno c¨¢ntico, que resuena por la Puerta del Sol en distintos momentos. Termina en un lugar y empieza en otro:?¡°Oh, mamma, mamma, mamma / oh mamma, mamma, mamma/ ?sai perch¨¦ mi bate el coraz¨®n?/ Ho visto Maradona/ Ho visto Maradona/ eh, mamma, innamorato son¡±.
¡°A Maradona se le perdona todo, es nuestro m¨¢ximo ¨ªdolo. Est¨¢ loco, pero como todos los napolitanos¡±, me explica Lorenzo, un hombre mayor y gordo, de 71 a?os, a quien no le importa todo lo que se diga del ¨ªdolo ni si hace cosas malas o si se ve envuelto en esc¨¢ndalos de todo tipo. Lorenzo vino desde Salerno solamente porque el N¨¢poles jugaba ¡°contra el Real Madrid¡±. ?l tambi¨¦n me fren¨® al grito de ¡°?Diego Armando!¡±, para preguntarme de d¨®nde vengo, por qu¨¦, c¨®mo, cu¨¢ndo y d¨®nde.
No hay camisetas de Maradona entre los hinchas napolitanos. El N¨¢poles retir¨® el dorsal en el 2000 y portarlo no es una moda de los aficionados italianos. Me pregunto si usarlo ser¨¢ irrespetuoso, pero nadie lo entiende de esa manera. Siguen acerc¨¢ndose a darme abrazos. De repente se acercan varios periodistas italianos a entrevistarme como si yo fuera el verdadero Diego y tambi¨¦n insisten, que por qu¨¦ estoy ac¨¢, que qu¨¦ opino del partido, como si mi palabra fuera autorizada. Tambi¨¦n quieren saber si voy por el N¨¢poles. Les contesto que claro y les muestro el n¨²mero en mi espalda.
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