Casemiro fue un amor sin barrera
El gol de Benzema salv¨® al Madrid de una encerrona psicol¨®gica de primer orden
Al poco de empezar la segunda parte, cuando ya nadie en el Bernab¨¦u empezaba a acordarse de ¨¦l, apareci¨® el bal¨®n que tir¨® Ramos en el penalti contra el Bayern y Casemiro acab¨® el trabajo. Cuatro a?os y dos Champions m¨¢s viejos. Nadie sab¨ªa a d¨®nde iba esa pelota cuando la empal¨® el brasile?o. Fue una de esas patadas que se daban en el recreo cuando sonaba la sirena, un ¡®a mamarla¡¯ futbol¨ªstico. En el colegio, Casemiro hubiera perforado la cristalera de los jefes de estudio; en el Bernab¨¦u provoc¨® la misma ovaci¨®n, pero saqueando la porter¨ªa como si en lugar de un bal¨®n hubiese pateado el marcador electr¨®nico. Fue uno de esos goles que hacen el mundo mejor. Y probablemente haya aliviado a Casemiro cualquier tipo de angustia vital: s¨®lo ¨¦l sabe qu¨¦ se siente cuando se agarra un bal¨®n as¨ª. Si le hubiese ca¨ªdo a Michael Douglas al principio de Un d¨ªa de furia la pel¨ªcula se hubiese convertido autom¨¢ticamente en West Side Story, que en Am¨¦rica Latina se tradujo como Un amor sin barreras, la historia de Casemiro en el Madrid.
El partido hab¨ªa comenzado con Cristiano asistiendo a Benzema. Los dos sacaron su clase en el momento en que m¨¢s se demandaba tras un per¨ªodo de sospecha y silbidos. El franc¨¦s jug¨® todo el partido recitando viejas canciones cabilias que Zidane acompa?aba en la banda moviendo su gran cabeza compasiva. Karim aparec¨ªa y desaparec¨ªa del campo como un personaje de Dragon Ball. En el remate y en el taconazo, que es lo m¨¢s vistoso, pero especialmente como mediocentro, que es lo que mejor sabe hacer: un 5 que juega para atr¨¢s, que reparte el juego entre los que vienen de cara, que desordena a la defensa estupefacta por encontrarse a Fernando Redondo de espaldas y a un delantero centro de frente.
Su gol salv¨® al Madrid de una encerrona psicol¨®gica de primer orden. Para ello necesit¨® un socio. Valdebebas, la ciudad deportiva del Madrid, est¨¢ presidida por una enorme foto de Alfredo Di Stefano y un cr¨ªo rubio; los dos pusieron la primera piedra de La F¨¢brica. La leyenda fundacional del Madrid y el ni?o que representaba a los que ten¨ªan al argentino como espejo. El chico, de unos diez a?os, se llamaba Daniel Carvajal y ayer, como no pod¨ªa centrar a su manera, eligi¨® el exterior de la bota como opci¨®n B para colgar la pelota en el ¨¢rea. Al igual que Di Stefano, el contratiempo lo convirti¨® en virtud. Y la virtud en gol.
El N¨¢poles sin embargo vive, y vive mucho y en casa vive mejor. Pero en el Bernab¨¦u el Madrid jug¨® mejor y mereci¨® m¨¢s, a ratos desatado arriba y despistado atr¨¢s, como en el gol de Insigne: se abri¨® un boquete en la defensa y otro en la porter¨ªa. Keylor, que carece del glamour gal¨¢ctico exigido injustamente a posiciones tan determinantes, se enfrenta a un final de temporada con una lupa millonaria sobre su cabeza. No Cristiano, que empieza a echarle le?a al horno. A¨²n fall¨®n, el portugu¨¦s desempat¨® el partido derritiendo a su marca en el ¨¢rea. Se meti¨® en ella, esper¨® con paciencia de sabueso a que el defensa se venciese dejando un charquito en el ¨¢rea y cuando se qued¨® solo la puso atr¨¢s a Kroos, que le peg¨® un culatazo suave al bal¨®n, como cuando te ahorcan, casi siempre los d¨ªas de Champions, con una pajarita.
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