El Deportivo abraza la desdicha
Un gol de penalti de Manu Garc¨ªa da la victoria al Alav¨¦s, que fue a m¨¢s en Riazor ante un rival desesperado
En la liga de las sensaciones y las buenas intenciones el Deportivo no anda lejos de los puestos de Champions, en la del infortunio y el fatalismo ronda la zona europea, en el campeonato que clasifica a los equipos por los marcadores que cosechan el equipo que dirige Gaizka Garitano se despe?a hacia un abismo insospechado por potencial, juego y propuesta. Como los resultados no acompa?an es prudente admitir que hay bastantes m¨¢s detalles, y de mucho peso, que contribuyen a que el equipo apenas haya ganado cuatro partidos en las 22 jornadas que ha disputado. A todos los que se puedan alegar debe sum¨¢rsele desde ya uno m¨¢s: el Deportivo se siente tan vecino a la adversidad que cualquier golpe le derrumba. Ante el Alav¨¦s busc¨® el gol con denuedo, lo trabaj¨® y lo mereci¨®, por momentos gust¨® y se gust¨®, remat¨® al larguero y despreci¨® claras oportunidades para adelantarse en el marcador. A poco m¨¢s de veinte minutos del final cometi¨® un penalti y su rival, que siempre estuvo al acecho, le castig¨®. Como un p¨²gil con mand¨ªbula de cristal, el Deportivo ya no se levant¨®.
Ya hace tiempo que el Alav¨¦s se mostr¨® como un equipo dif¨ªcil de abordar, ahora une a esa cualidad el valor del sosiego. De regreso a la m¨¢xima categor¨ªa, el cuadro vitoriano ya tiene casi asegurada la permanencia y se ha garantizado el postre de una final de Copa. El repertorio de elogios ya se agota para un plantel conformado casi en su totalidad el pasado verano para que lo dirigiese un t¨¦cnico tambi¨¦n reci¨¦n llegado; se acaban tambi¨¦n para glosar el trabajo de algunos de sus peones, como Marcos Llorente, que en Riazor volvi¨® a dejar rastro de mediocentro de campanillas. A su espalda se subi¨® el Alav¨¦s para acabar desnudando al Deportivo, que comenz¨® sustancioso y acab¨® desabrido, entre el desagrado de su gente, que no logra entender lo que sucede.
Porque resulta complicado de descifrar como es posible que el equipo arrollador que someti¨® al Alav¨¦s durante largos minutos acabase el partido derrotado y cabizbajo. Aquel Deportivo ilusion¨® con las pinceladas de Kakuta o con la categor¨ªa de Emre ?olak, maravilloso jugador de primeras partes. Debi¨® marcar el equipo de Garitano porque lo busc¨® y lo mereci¨® ante un rival que no hace concesiones. Kakuta estrell¨® el bal¨®n en el palo cuando el Alav¨¦s achicaba, cuando Albentosa dominaba en las acciones a bal¨®n parado en el ¨¢rea vitoriana. Incluso en los instantes finales, ya a la desesperada, Feddal sac¨® bajo palos un remate de Fay?al que se colaba a la red. Le falt¨®, con todo, finura al Deportivo en ¨²ltimo centro, en la manera de buscar a Andone y gestionar la finalizaci¨®n de sus ataques. Se encontr¨® adem¨¢s con la incomodidad de no verse ganador en un partido que dominaba. El Alav¨¦s creci¨® porque apret¨® dientes y acab¨® jugando con el nerviosismo de su oponente y m¨¢s desde que se vio en ventaja tras un penalti de Albentosa sobre Manu Garc¨ªa que emboc¨® el propio centrocampista alavesista.
La pena m¨¢xima fue m¨¢s may¨²scula que nunca. Riazor se sumi¨® en el desconcierto y la irritaci¨®n. Los futbolistas del Deportivo, como incr¨¦dulos, no daban cr¨¦dito a tanta desdicha. Brot¨® alg¨²n pito hacia Albentosa, que pec¨® porque en una acci¨®n en la que Manu Garc¨ªa parec¨ªa no llegar al remate puso su mano sobre el hombro del atacante. Quiz¨¢s no aplic¨® fuerza como para derribarlo, pero el ¨¢rbitro lo que acostumbra a percibir en ese tipo de acciones es que se le sujeta. Pudo no ser penalti, pero lo pareci¨®. Pudo no parecer durante muchos meses que el Deportivo no iba a pelear por salvarse de la quema, pero ah¨ª est¨¢: metido hasta el cuello.
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