Cuando la altura de M¨¦xico hace volar la bola de golf m¨¢s lejos
El Mundial de M¨¦xico, en Chapultepec, a m¨¢s de 2.300 metros de altitud, pondr¨¢ a prueba los h¨¢bitos de los mejores jugadores del mundo
?La altura de M¨¦xico DF, m¨¢s de 2.300 metros sobre el nivel del mar en Acapulco, hizo felices en 1968 a Bob Beamon, Tommy Smith o Jim Hines, que se beneficiaron de la menor presi¨®n del aire para saltar m¨¢s lejos que nadie antes o esprintar m¨¢s r¨¢pido. La misma raz¨®n, la menor cantidad de ox¨ªgeno que entraba en sus pulmones por cent¨ªmetro c¨²bico de aire respecto a la que aspiraban a menor altura, hizo infelices a los fondistas, que se asfixiaban. A los mejores golfistas del mundo, que disputan este fin de semana el Campeonato Mundial en el muy exclusivo campo de Chapultepec, en las afueras de la capital mexicana, darle a la bola a 2.300 metros de altura les alegra y preocupa casi por partes iguales, como a ciclistas como Eddy Merckx y Francesco Moser, que batieron el r¨¦cord de la hora en el vel¨®dromo ol¨ªmpico mexicano. El jolgorio por alcanzar distancias impensables con el driver, cercanas a los 300 metros, m¨¢s del 10% superiores a las habituales gracias a la menor densidad del aire, quedar¨¢ contrarrestado por el temor a pasarse con los hierros en el segundo golpe, el que les permite en los pares cuatro dejar la bola en el green. El aire tan fino significa tambi¨¦n que los efectos y la capacidad de mover la bola de izquierda a derecha mientras vuela est¨¢n limitados.
Entre los m¨¢s contentos est¨¢ Jon Rahm, el vizca¨ªno al que le encanta darle largo a la bola y arriesgar golpes por encima de los ¨¢rboles tan temidos para llegar lo m¨¢s cerca posible del green. A Rahm, uno de los cuatro espa?oles en M¨¦xico, junto a Sergio Garc¨ªa, Rafa Cabrera y Pablo Larrazabal, y todos partir¨¢n en horario televisivo estelar, le gusta Chapultepec, sus calles estrechas, sus bosques y sus greenes peque?os, tan complicados, tan adaptados a su juego recto y a su toque con el putter. Dustin Johnson, el n¨²mero uno del mundo y reconocido ca?onero del circuito, est¨¢ calentando su driver para batir r¨¦cords. Otros dudan y otro gran pegador, Rory McIlroy, el norirland¨¦s que regresa al circo, solo habla de Donald Trump, el presidente de Estados Unidos y fan¨¢tico del golf con el que jug¨® unos hoyos hace unos d¨ªas.
¡°Todo ser¨¢ una cuesti¨®n mental¡±, ha explicado en Chapultepec el norteamericano Ricky Fowler, un golfista en magn¨ªfica forma. ¡°Cuando est¨¢ en la calle y tienes la bola a 150 metros de bandera autom¨¢ticamente tiras de un hierro determinado. Aunque sepas que en M¨¦xico necesitas uno m¨¢s corto ser¨¢ dif¨ªcil autoconvencerse de que no te est¨¢s equivocando de palo¡±.
La cuesti¨®n de Trump es pertinente para McIlroy, que dice que a un presidente de Estados Unidos no se le puede decir que no cuando te llama por tel¨¦fono para invitarte a jugar al golf y que ten¨ªa curiosidad por jugar rodeado de guardaespaldas y con francotiradores apostados en ¨¢rboles y tejados, y para el torneo en s¨ª. El torneo de M¨¦xico, uno de los cuatro campeonatos del mundo del circuito, se jugaba hasta el a?o pasado en el Doral, el campo de Miami conocido como El monstruo azul propiedad de Trump. En 2016, cuando concluy¨® el patrocinio de Cadillac, que aportaba 10 millones de d¨®lares anuales, la PGA se encontr¨® con que ning¨²n gran patrocinador quer¨ªa asociar su producto a Trump, entonces candidato, y a sus soflamas. La soluci¨®n lleg¨® justa, y po¨¦ticamente, de M¨¦xico, justo el pa¨ªs y los ciudadanos que m¨¢s desd¨¦n y desprecio p¨²blico han recibido del presidente. El Grupo Salinas, el de Televisi¨®n Azteca, se ofreci¨® a patrocinar el torneo si este se jugaba en M¨¦xico. Y eso ocurrir¨¢ a partir del jueves.
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