N¨¢poles devora el San Paolo
El estadio italiano abre sus puertas cinco horas antes de que comience el partido ante el Madrid
![GORKA P?REZ](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Ff0156c12-27d5-4ba5-af0b-fd7a705607c2.png?auth=02f12f1e3758daff175eab4f810ba02d9722baec92ae963abdb271696f454c27&width=100&height=100&smart=true)
![El estadio San Paolo, horas antes del partido entre el Nápoles y el Real Madrid.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/UYXYMDYGWEBL3J2ANF2YWCM2RM.jpg?auth=b4a9376afd7ee500699764859bb5a7a0c29d01bdb35a7add52ce722bc7df26e9&width=414)
En el trayecto de la l¨ªnea 2 del metro de N¨¢poles, la que va desde la Piazza Garibaldi hasta Campi Flegrei, -seis paradas, unos 25 minutos- impera el silencio. Son las cuatro de la tarde y no se escuchan gritos, ni c¨¢nticos, ni insultos. Nada. Calma. Hasta que a falta de una parada para llegar suena un tel¨¦fono. Y la melod¨ªa es la narraci¨®n de un gol del N¨¢poles. Suena unos cinco segundos hasta que su due?o responde. Lo hace para tranquilizar a su interlocutor y decirle que est¨¢ al caer, que no se impaciente. Vestido de negro pero con la camiseta de su equipo y la bufanda al cuello sale pitando del vag¨®n y se encuentra con el grupo.
Y hasta ah¨ª la calma. Adi¨®s al silencio. Los vendedores de bufandas -ocho euros la oficial, la de los dos equipos-, son los primeros que calientan el ambiente. Porque aunque restan m¨¢s de cuatro horas para que ruede la pelota el partido hace rato que empez¨®. Sino, no se entiende que ya haya colas para acceder a San Paolo. Un estadio gris, que trasmite una imagen exterior aparentemente esquel¨¦tica, pero que una vez dentro llena con la algarab¨ªa de sus aficionados esa aparente desnudez. El hormig¨®n de sus postes aguanta los ensayos de los altavoces, por los que cuando suena el himno de la Champions es dif¨ªcil escuchar las ¨²ltimas notas del sonido enlatado, absorbido por los rugidos del p¨²blico. La mayor¨ªa de ellos aguardan sentados en su localidad, unidos los unos con los otros, con la clara intenci¨®n de soportar mejor el fr¨ªo. El cielo gris y las bajas temperaturas son ahora el enemigo.
Optimismo incuestionable
¡°?Ten¨¦is miedo?¡±, pregunta un taxista. ¡°Ver¨¢s la cara que se le queda a Cristiano en cuanto empiece a sonar el himno¡±, dice un camarero. ¡°Esto va a ser una locura¡±, anuncia un miembro de la seguridad del estadio. Porque el napolitano est¨¢ emocionado. Vive pensando que su equipo pasar¨¢. Que puede dejar fuera al actual campe¨®n de Europa aunque para ello tenga que hacer un partido perfecto. Lo creen y lo defienden, aunque se les apunte el hecho de que la gloria pasa por la culminaci¨®n de un ejercicio defensivo impecable. Ante esto los aficionados responden que tampoco temen un partido loco. No reh¨²yen el intercambio de golpes. ¡°Ser¨ªa un partido muy bello¡±, a?aden.
¡°Es el partido m¨¢s importante de los ¨²ltimos 20 a?os¡±, comenta otro tifosi del N¨¢poles. Desde que Maradona abandon¨® el equipo hace 26 a?os solo los partidos ante la Juventus -rival hist¨®rico- igualan en pasi¨®n al enfrentamiento contra el Real Madrid. De ah¨ª semejante despliegue. A medida que el sol, el poco que luce, va desapareciendo entre las nubes y llega el anochecer, el estadio se viste de gala. Hay m¨¢s de media entrada a m¨¢s de dos horas de que empiece el partido. Y la gente sigue entrando. El flujo no parar¨¢ hasta que el turco Cuneyt Cakir diga que el bal¨®n debe moverse. Y ah¨ª s¨ª que ni todo el fr¨ªo del mundo impedir¨¢ que San Paolo baile durante dos horas. Porque las fiestas m¨¢s esperadas se celebran antes, durante y despu¨¦s de que ocurran. Y N¨¢poles llevaba mucho tiempo esperando una como esta.
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