Guardiola, el tropiezo del rey
El mundo se divide a esta hora entre los aficionados que r¨ªen a carcajadas y los que lloran a mares por id¨¦ntico motivo

Nada es casual y el primer rev¨¦s importante en esta nueva aventura al frente del Manchester City le lleg¨® a Pep Guardiola en el Principado de M¨®naco, a pocos kil¨®metros del lugar exacto en el que hace unos a?os perd¨ªa la vida otra de las figuras m¨¢s envidiadas de la realeza: Grace Kelly. La leyenda negra de aquella tragedia asegura que era su hija menor, Estefan¨ªa, la encargada de pilotar el coqueto autom¨®vil en el momento del fatal accidente, una temeridad propia de una madre desenfadada y complaciente tan solo comparable a la alineaci¨®n simult¨¢nea de John Stones, Bacary Sagna y G?el Clichy en un partido como el de anoche. En defensa del t¨¦cnico catal¨¢n, todo hay que decirlo, se puede esgrimir que tampoco dispone de alternativas m¨¢s garantistas que la dispuesta ayer pero en el caso de la protagonista de La ventana indiscreta cuesta no achacar su terrible desgracia a un exceso de confianza y cierta falta de perspectiva.
Curiosamente, en mi vieja habitaci¨®n de soltero llegaron a convivir durante cierto tiempo un p¨®ster de Guardiola y otro de Estefan¨ªa de M¨®naco; me lo recordaba hace pocas semanas mi madre, enzarzados como de costumbre en una discusi¨®n acalorad¨ªsima sobre si soy o no soy bipolar. En el caso concreto del equipo skyblue, el diagn¨®stico no puede ser m¨¢s evidente. Recuerdan sus hechuras a las de aquel protobar?a de Cruyff que se desplegaba en ataque como un tornado furioso y se recog¨ªa en defensa como un champi?¨®n de videojuego japon¨¦s, infantil y quebradizo. Un repaso a los goles del equipo monegasco deja en evidencia la poca solvencia de unos zagueros blandos y timoratos, en especial la de un John Stones que lleg¨® para capear un cierto d¨¦ficit en la salida del bal¨®n y se est¨¢ demostrando como un constructor de juego brillante, siempre al servicio del equipo rival. A su lado, una pareja de laterales que parecen recuerdos mal conservados de una ¨¦poca anterior y cuyo reflejo en el espejo del contrario les devolv¨ªa, anoche, la imagen de sus propias actualizaciones con el mismo acento franc¨¦s.
Mientras algunos aprovechar¨¢n la eliminaci¨®n para despellejar a Guardiola como a un conejo y pregonar a los cuatro vientos que su carne no vale nada, no faltar¨¢ tampoco quien intuya en su proyecto los primeros s¨ªntomas de un equipo capaz de codearse con los gigantes del continente a poco que refuerce dos o tres posiciones con jugadores de garant¨ªas y mejor adaptados a sus exigencias. A la espera de que llegue ese momento, el mundo se divide a esta hora entre los aficionados que r¨ªen a carcajadas y los que lloran a mares por id¨¦ntico motivo: el tropiezo del rey. Es muy posible que ninguna de las dos reacciones est¨¦ suficientemente justificada y que la mitificaci¨®n extrema que acostumbra a provocar Guardiola, tanto para bien como para mal, termine por devorar el verdadero valor de sus conquistas. Habr¨¢ quien prefiera juzgarlo sin excesos, como a un simple entrenador m¨¢s, pero esta se me antoja una postura tan inocente y descabellada como aquel amor imposible entre Estefan¨ªa de M¨®naco y su guardaespaldas, Daniel Ducruet. ¡°No es nada protocolaria ¡ªaseguraba en cierta ocasi¨®n el jefe de prensa de la princesa a un periodista¡ª, pero ll¨¢mela alteza¡±.
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