Un le¨®n vestido de verde
No ser¨ªa justo exigir a Jon Rahm la victoria en su primer Masters de Augusta pero tampoco ser¨ªa honesto no ilusionarse ante tal posibilidad
A Phil Mickelson le pareci¨® buena idea presentarse a jugar en cierta ocasi¨®n con unos zapatos verdes fabricados con piel de cocodrilo y un cintur¨®n del mismo palo. Entre los presentes, seg¨²n desvel¨® el propio Phil en una reciente entrevista, se encontraba un Matt Kuchar que lo encar¨® sin disimular su rechazo hacia tan llamativa elecci¨®n y le pregunt¨® qu¨¦ demonios era aquello. Como Kuch tiene fama de ser uno de los provocadores m¨¢s brillantes del circuito y Mickelson no suele rehuir ning¨²n envite, el zurdo decidi¨® seguir el juego a su compa?ero de Ryder Cup y cant¨® el siguiente envido: ¡°Matt, para poder vestir as¨ª tienes que haber ganado tres chaquetas verdes¡±.
No existe prenda m¨¢s ic¨®nica en el mundo del deporte que el bl¨¦iser del Augusta National Golf Club pese a que su implantaci¨®n como s¨ªmbolo principal del torneo no lleg¨® hasta 1949. El primero en lucirla ¡ªadem¨¢s de los propios socios del club¡ª fue Sam Snead, el virginiano de los gorros de ala ancha y el r¨¦cord inabordable de victorias en torneos de la PGA. Como todos los vencedores a partir de ese momento, ¡®Slammin Sammy¡¯ tuvo que devolver su chaqueta al a?o siguiente pues la prenda no se entrega en propiedad y se conserva en las taquillas del club para que su due?o disponga de ella en futuras visitas. Sin embargo, como en tantas otras cosas, Gary Player fue una excepci¨®n y todav¨ªa hoy presume de tener en su casa la conseguida en 1962 despu¨¦s de negarse a devolverla y provocar las iras sure?as.
Los m¨¢s grandes jugadores de la historia han vestido el verde en alguna ocasi¨®n a excepci¨®n de Bobby Jones, curiosamente uno de los dise?adores del campo original. Hogan, Nicklaus, Seve, Watson, Woods¡ Todos impusieron su calidad en el putt y el juego corto sobre un recorrido que, aseguran los que saben de esto, funciona como un amor correspondido: de nada vale amar a Augusta si ella/¨¦l no te ama a ti. Al rey del golf, Arnold Palmer, le bast¨® un peque?o primer paseo por Magnolia Lane para declarar que aquello deb¨ªa ser lo m¨¢s parecido a morir e ir al cielo. Hab¨ªa llegado a su primer Masters en una caravana que ¨¦l y su inseparable Winnie hab¨ªan alquilado para la ocasi¨®n: ¡°Parec¨ªa una hogaza de pan. Ten¨ªa una cama peque?a, una cocina peque?a, un ba?o peque?o¡ La palabra que la defin¨ªa era peque?a¡±. Augusta y el mundo entero tardar¨ªan pocos golpes en enamorarse de ¨¦l.
Cuando Tiger Woods se enfund¨® su primera chaqueta, un periodista americano coment¨® que nunca hubiese imaginado que el verde sentase tan bien a un felino. Ahora, principalmente en Espa?a, la mayor¨ªa nos preguntamos c¨®mo le sentar¨¢ el color de la esperanza a un le¨®n, que eso es Jon Rahm con un palo de golf en las manos y una estampita de San Mam¨¦s en la cartera. No ser¨ªa justo exigirle la victoria en su primera aparici¨®n pero tampoco ser¨ªa honesto no ilusionarse ante tal posibilidad: tiene juego, tiene hambre y cuenta con los sabios consejos de un Phil Mickelson que sabe c¨®mo rendir Augusta a sus pies. Aquel duelo verbal sobre sus zapatos de cocodrilo, por cierto, termin¨® como cabr¨ªa esperar. Matt Kuchar hizo honor a su t¨ªtulo honor¨ªfico de rey del trash talk y apartando la mirada de tan aberrantes prendas se puso a mover el palo arriba y abajo mientras dejaba caer un lac¨®nico y definitivo: ¡°De acuerdo, entonces espero no ganar m¨¢s de dos¡±.
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