La ca¨ªda desalentadora de Carrasco
El extremo belga interrumpe las primeras jugadas del Atl¨¦tico y atasca el plan de Simeone en un arranque frustrante

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El plan de Simeone fue producto de una convicci¨®n desesperada: sacar ventaja del paso por el Bernab¨¦u para no quedar expuesto en el regreso al Calder¨®n, donde el valor doble de los goles favorecer¨ªa al Madrid en una eliminatoria de largo aliento. Para ejecutarlo, hab¨ªa que hacer eso que Gabi defini¨® como ¡°un partido perfecto¡±. Perfecto en una situaci¨®n dif¨ªcil porque al Atl¨¦tico la perfecci¨®n lo acompa?a cuando espera emboscado, y la consigna lo obligaba a salir a campo abierto: al terreno del error.
Al Atl¨¦tico atacar sin espacios le resulta inc¨®modo porque, primero, es una tarea agobiante para cualquiera, y, segundo, porque no lo practica con la devoci¨®n imprescindible. As¨ª es que cuando empez¨® el partido y los jugadores visitantes avanzaron hacia el fondo sur, todos, en cierto modo, caminaron por la cornisa. Bastante bien al principio. Griezmann, Koke, Sa¨²l, God¨ªn y Filipe Luis lo hicieron con aplomo y acierto. Las maniobras discurrieron con precisi¨®n y pausa hasta que el circuito se interrumpi¨®. Siempre en el mismo punto. All¨ª donde Yannick Carrasco se precipit¨® al vac¨ªo.
Carrasco puede argumentar descargos. Regres¨® de una lesi¨®n. Una fractura de clav¨ªcula, de dif¨ªcil curaci¨®n y secuelas desagradables. Jug¨® igual. Jug¨® con la misi¨®n conspicua de desbordar y dar el pen¨²ltimo toque que conectara con Griezmann o Gameiro. Su tarea se desvirtu¨® puesto que cada vez que le lleg¨® la pelota tom¨® la decisi¨®n equivocada. Se la pas¨® a Gabi, comprometido por una marca, en lugar de buscar a los delanteros o en lugar de desbordar; centr¨® sin mirar si hab¨ªa compa?eros; o, peor, le entreg¨® la pelota al rival, como cuando Isco le intercept¨® el pase, antes de un contragolpe del Madrid.
Despiste en el 1-0
La actuaci¨®n desafortunada de Carrasco se profundiz¨® en el 1-0. El belga fue el hombre m¨¢s pr¨®ximo a Casemiro en el momento en el que el brasile?o se meti¨® en el ¨¢rea para centrar su asistencia.
En la banda Simeone entr¨® en ebullici¨®n. El entrenador del Atl¨¦tico mov¨ªa la mano derecha en el paroxismo. Parec¨ªa el director de una orquesta en un bombardeo. Giraba su dedo ¨ªndice para indicar cambios de orientaci¨®n, se?alaba permutas, gritaba a todo pulm¨®n para que lo escuchara Lucas a 50 metros, y, sobre todo, impart¨ªa ¨®rdenes a Carrasco. Primero, que se cambiara de banda, que dejara de encarar al inabordable Carvajal en la izquierda para probar con Marcelo en la derecha; despu¨¦s, que se tirara al medio para buscar superioridades a la espalda de Casemiro. Ninguna de las posiciones ilumin¨® a Carrasco.
¡°Nos hemos precipitado con el bal¨®n¡±, explic¨® Gabi, a pie de campo, tras la derrota. ¡°Nos ha faltado el ¨²ltimo pase¡±.
Ambos, defectos imputables a Carrasco en primer lugar. Los errores del extremo hicieron imposible aquella perfecci¨®n so?ada por sus compa?eros en la v¨ªspera. Fueron una se?al desalentadora en los instantes en que el Atl¨¦tico se med¨ªa a s¨ª mismo. Prueba de que la visi¨®n de ataque en espacios reducidos, esa aventura tan poco acostumbrada para el grupo, esa caminata por la cornisa, era una utop¨ªa. Algo inviable. Poco a poco las imprecisiones provocaron p¨¦rdidas y las p¨¦rdidas de bal¨®n replegaron a Sa¨²l, a Koke y a Gabi. El efecto inhibidor se hizo palpable.
Simeone tard¨® una hora en sustituir a Carrasco por Correa. Los cambios no reactivaron al Atl¨¦tico. Apenas fueron paliativos en un contexto de desaliento. A la certeza de que no pod¨ªan se sucedi¨® la goleada.
¡°?Que bote el Bernab¨¦u!¡±, gritaba la hinchada local. Y, bajo el peso de 80.000 personas desatadas, el hormig¨®n temblaba.
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