No bast¨® con tres goles de Puskas
El Madrid s¨®lo ha perdido tres de sus quince finales europeas. Rara avis. Aqu¨ª traigo a relucir la primera de aquellas derrotas, la que peor le sent¨®. Aquella final de 1962 la afront¨® el Madrid como una reparaci¨®n, pero fue lo contrario. Fue el anuncio de que sus mejores d¨ªas estaban llegando a su fin. Un chasco tremendo.
Era la s¨¦ptima copa. El Madrid hab¨ªa ganado las cinco primeras y de la sexta hab¨ªa sido eliminado por el Bar?a en circunstancias dif¨ªciles de admitir. Se quej¨® mucho de los arbitrajes de los ingleses Ellis y Leafe. En el club se pens¨® en una maniobra de la UEFA para cortar el monopolio madridista.
El Bar?a lleg¨® a la final de aquella sexta Copa, y la perdi¨® ante el Benfica. Nuevo en el gran panorama europeo, apareci¨® en aquella final un poco por sorpresa, para ganarla de pura chiripa. El Barcelona estrell¨® cinco tiros en los postes y para m¨¢s desgracia su gran portero, el veterano Ramallets, regal¨® dos.
Ahora regresaba el Madrid, y justamente ante el Benfica, que, madurando y con un jugador m¨¢s, Eusebio, extraordinario atacante mozambique?o, se hab¨ªa vuelto a colar hasta ah¨ª. Entre el madridismo, a¨²n escocido por los dos arbitrajes ante el Bar?a, hab¨ªa un sentimiento algo as¨ª como ¡°ahora va a ver el Bar?a c¨®mo se gana una final¡±.
El partido se jug¨® en ?msterdam, en coincidencia con los festejos por las bodas de plata de la reina Juliana, jubileo que reuni¨® en la ciudad a 118 miembros de familias reales de todo el mundo. Las calles eran un desfile alegre, en aire festivo. Los holandeses llevaban en la solapa lazos con los colores de la bandera o flores de papel con los de la Casa de Orange.
Aquella final exigi¨® de gradas supletorias en el estadio, convoc¨® a 460 periodistas (30 espa?oles) y dej¨® una recaudaci¨®n r¨¦cord para el f¨²tbol mundial de la ¨¦poca, equivalente a diez millones de pesetas. Una ridiculez en las escalas de hoy, algo nunca visto entonces.
Arbitra un holand¨¦s, Horn, al que Bela Guttman, un sabio h¨²ngaro que entrena al Benfica, mete presi¨®n en las v¨ªsperas. Dice que hubiera preferido un ¨¢rbitro ingl¨¦s, que el f¨²tbol holand¨¦s es muy menor (en efecto, lo era entonces), que no cree que Horn est¨¦ preparado, que teme que le influya el halo del Madrid.
El Madrid se puso 0-2 en pocos minutos, pero el Benfica era superior f¨ªsicamente
La final es el 2 de mayo, a las 19:30. Llega a Espa?a por Radio Nacional y, pretendidamente, por TVE, pero esta s¨®lo conecta en el descanso y la imagen que ofrece es casi indescifrable. Provocar¨¢ muchas quejas.
Real Madrid: Araquistain; Casado, Santamar¨ªa, Miera; Felo, Pach¨ªn; Tejada, Del Sol, Di St¨¦fano, Puskas y Gento. De azul, porque el sorteo le ha dado como visitante.
Benfica: Costa Pereira; Joao, Germano, Angelo; Cavem, Cruz; Jose Augusto, Eusebio, Aguas, Coluna y Simoes.
Tras unos minutos de tanteo, el Benfica, que ten¨ªa vocaci¨®n atacante, trata de ech¨¢rsele encima al Madrid. Coluna, un medio cerebral, mozambique?o como Eusebio, dirige la maniobra. Eusebio se mueve entre la media y el ataque, amenazando con su velocidad y disparo, terribles. Di St¨¦fano se preocupa y baja a la media.
La cosa se pone bien para el Madrid en el 18, cuando Del Sol corta un bal¨®n cerca del ¨¢rea del Madrid, entrega a Di St¨¦fano y este lanza a Puskas, que est¨¢ en el c¨ªrculo central. El h¨²ngaro corre 40 metros y al llegar al ¨¢rea cruza con precisi¨®n. 0-1. En el 23, otra vez Puskas: recibe de Del Sol y suelta desde 30 metros un ca?onazo inalcanzable para Costa Pereira. 0-2.
Parece que va ser f¨¢cil, pero en el 25 Pach¨ªn le hace falta a Eusebio. El Benfica trae una jugada del laboratorio de Guttman: en lugar de chutar directo, Coluna toca hacia a Eusebio que est¨¢ a dos metros, a su misma altura. As¨ª puede tirar con mejor ¨¢ngulo. Hoy una simpleza, entonces todav¨ªa un invento. El tiro de Eusebio, tremendo, pega en la cepa del palo y el rebote lo mete Aguas. 1-2. En el 34, ataque del Benfica, una mano de Eusebio que Horn no ve y el bal¨®n llega a Cavem, que desde fuera del ¨¢rea lo coloca en la escuadra. 2-2. En el 37, r¨¦plica de Puskas, que recoge un bal¨®n suelto tras ataque de Tejada, Felo y Del Sol: 2-3. Todav¨ªa hay un cabezazo de Tejada al larguero poco antes de ir al vestuario.
En el descanso, Marquitos, que se ha quedado sin jugar, est¨¢ preocupado. Aunque era un tipo cargado de moral, comenta con Pach¨ªn: ¡°Esta final la vamos a perder¡±. El Madrid est¨¢ por delante en el marcador, pero tambi¨¦n en la fatiga. El Benfica es m¨¢s joven y se est¨¢ notando. En el 51 vuelve a igualar, con un tiro de lejos de Coluna: 3-3. En ese momento decisivo, Casado sufre un tir¨®n en la ingle. Tendr¨¢ que irse arriba, como figura decorativa, mientras Felo se coloca de lateral. Y peor: en el 63 Eusebio se va por la derecha con velocidad y al llegar al lateral del ¨¢rea es derribado por Pach¨ªn. La falta es al borde del ¨¢rea, pero fuera, sigue defendiendo Pach¨ªn al cabo de los a?os. Horn la se?ala dentro. Eusebio convierte el penalti en el 4-3.
A?os despu¨¦s, el ¨¢rbitro quiso saludar a Di St¨¦fano y este se neg¨®
Ahora el Madrid est¨¢ por detr¨¢s, tiene que tomar la iniciativa por primera vez en el partido, pero se le ve lento y est¨¢ pr¨¢cticamente con diez. En el 68, la puntilla. Una mano de Santamar¨ªa cerca del ¨¢rea, otra vez el saque corto de Coluna para Eusebio y ca?onazo de este. Es el 3-5. Araquistain ha encajado tres goles desde fuera del ¨¢rea que pesar¨¢n en su carrera futura. Le cargar¨¢n fama de miope: ¡°Luego fuimos al Mundial de Chile y el oculista me hizo pasar una revisi¨®n especial, de tanto que se coment¨®. Me dijo que ten¨ªa la vista mejor que ninguno¡±, me cuenta. ¡°Tir¨® Cavem desde el borde del ¨¢rea a la escuadra. Coluna me pill¨® tapado. El de Eusebio, roz¨® en Di St¨¦fano, me pas¨® como a Buffon con Casemiro. Pero el f¨²tbol es as¨ª, y me qued¨® esa leyenda¡±.
El Madrid tiene un arrebato final. Di St¨¦fano pega una arrancada de rabia, entra en el ¨¢rea rodeado de tres defensas y es zancadilleado por detr¨¢s. Horn no da el penalti. El enfado del Madrid es monumental. A¨²n hay tiempo para un ca?onazo de Gento y parad¨®n de Costa Pereira, pero nada m¨¢s.
Eusebio es alzado a hombros. Le ha pedido la camiseta a Di St¨¦fano, que lleva estrujada bajo la parte delantera del calz¨®n, por miedo a perderla o a que se la roben.
Por primera vez, el Madrid ha perdido una final. Tiene argumentos de defensa: el palo de Tejada, la lesi¨®n de Casado y el arbitraje, quiz¨¢ influido por las palabras previas de Guttman. De hecho, Di St¨¦fano estuvo hasta el fin de sus d¨ªas mucho m¨¢s enfado con Horn que con Ellis o Leafe: ¡°Tiempo despu¨¦s estaba yo con Osterreicher cuando le vimos. Quiso que le salud¨¢ramos, yo me negu¨¦¡±, cuenta en sus memorias.
Pero la apreciaci¨®n general, en la prensa de fuera y de dentro de Espa?a, fue que el Benfica gan¨® por su ventaja en salud y energ¨ªa. Llev¨® el partido de su mano.
El gran Madrid se iba apagando. Aquella noche casi se salva por la excelencia de Puskas y por lo que quedaba de Di St¨¦fano, pero aquello anunciaba el Ocaso de los Dioses. Dos a?os despu¨¦s, a¨²n llegar¨ªan a otra final, ante el Inter, otro equipo joven. Tambi¨¦n la perdieron. En realidad, la llevaban perdida desde ?msterdam.
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