La celebraci¨®n de la Doud¨¦cima: Liga, Champions y ?Bal¨®n de Oro?
El Madrid ofrece el doblete a su afici¨®n, que postula al portugu¨¦s como ganador del m¨¢ximo galard¨®n individual
Dos horas antes de que se abrieran las puertas del Santiago Bernab¨¦u decenas de aficionados del Madrid guardaban cola para acceder al estadio. Era una cola ordenada, sin aparente estr¨¦s. Los jugadores se encontraban en ese momento recibiendo la felicitaci¨®n de la alcaldesa de la ciudad, Manuela Carmena, previo paso por la sede de la Comunidad, donde les abri¨® la puerta la presidenta Cristina Cifuentes. ¡°Ya sab¨¦is que no s¨¦ mucho de f¨²tbol¡±, confes¨® Carmena. ¡°Pero durante la final estaba muy nerviosa¡±, a?adi¨®. ¡°Sois el mejor equipo del mundo¡±, se?al¨® Cifuentes, madridista reconocida.
Era como si todo el recorrido hasta llegar al Bernab¨¦u estuviera protocolado. Los jugadores vest¨ªan de traje azul, con chaleco gris y pa?uelo blanco en la solapa, y s¨®lo se desabrochaban la americana para saludar a los aficionados y sacar fotos con sus tel¨¦fonos m¨®viles. Al frente del autob¨²s descapotable la orejona, la duod¨¦cima Liga de Campeones, bien atada. Ni se inmut¨® durante todo el trayecto, como si ya supiera por experiencias pasadas que no conviene tentar a la suerte. Sergio Ramos y Marcelo escoltaban al trofeo, siempre con un ojo despierto por lo que pudiera pasar. Saltaba y bailaba Cristiano, que como hiciera tras el partido Casemiro, y Navas en M¨¢laga tras ganar la Liga, se pas¨® la maquinilla por la cabeza. Se despoj¨® el portugu¨¦s de esos rizos dorados que no pararon de moverse en Cardiff. Puede que los enterrara all¨ª, ya hab¨ªan cumplido su funci¨®n. Marcelo y Ramos colocaron la bandera y la bufanda del Madrid sobre la diosa Cibeles y tras plantarle dos besos a la estatua se dirigieron al Bernab¨¦u.
Pasadas las diez y media de la noche apareci¨® la plantilla por el estadio, abarrotado, m¨¢s que en un d¨ªa de partido. Uno a uno fueron recibiendo los aplausos del p¨²blico, entregado. Especialmente significativo fue el recibimiento a Cristiano, que se tocaba la cabeza advirtiendo el cambio de imagen de su cabellera. ¡°?Gracias por venir hoy!¡±, exclam¨® el portugu¨¦s micr¨®fono en mano. En ese momento todo el estadio enton¨® un mismo c¨¢ntico: ¡°?Bal¨®n de Oro, Cristiano Bal¨®n de Oro!¡±. Tal fue la unanimidad que hasta el propio jugador se puso a cantarlo. ¡°Sab¨ªamos que esta temporada iba a ser especial. ?Muchas gracias por emocionarnos!¡±, exclam¨® el capit¨¢n del Madrid, que salt¨® al campo con una corona dorada sobre la cabeza y con el trofeo bien amarrado. Marcelo, que no cogi¨® el micro, se marc¨® un baile ante el trofeo de la Liga.
Hubo c¨¢nticos en contra de Piqu¨¦, antes, durante y despu¨¦s de que aparecieran los jugadores, pero ninguno secund¨® el c¨¢ntico. Muchos de ellos, despu¨¦s de saltar y bailar sobre el escenario, agarraron a sus hijos peque?os en brazos y dieron un largo paseo alrededor del c¨¦sped. Pepe pareci¨® despedirse de su afici¨®n, que le devolvi¨® el cari?o tras diez temporadas defendiendo la camiseta blanca. La neblina que decoraba la estampa, fruto de una traca de fuegos artificiales digna de la inauguraci¨®n de unos Juegos Ol¨ªmpicos, dot¨® a la escena de aspecto casi cinematogr¨¢fico. Puede que lo fuera, pues los peque?os objetivos de miles de tel¨¦fonos m¨®viles no perd¨ªan detalle de la escena. Y al final de eso se trata, de inmortalizar un momento. 33 Ligas y 12 Ligas de Campeones bien merecen un buen ¨¢lbum.
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