Una cita con la historia cada verano
Ocho podios en los nueve ¨²ltimos Europeos es una gesta memorable. Nadie tiene su nivel de talento y entrega. Nadie tiene ese esp¨ªritu de equipo.
Nos ha costado tant¨ªsimo llegar hasta aqu¨ª que no queremos dejar de ganar medallas nunca. Cada a?o que pasa sumamos saber estar y capacidad competitiva a un talento imparable. Ocho podios en los nueve ¨²ltimos Europeos es una gesta memorable. Solo fallamos en 2011 y de aquel palo salimos lanzadas a la gloria. Desde entonces, cuatro finales en cinco campeonatos. Queda cuerda para rato y las ausencias de Rusia y Serbia en el Mundial de Espa?a de 2018 anuncian m¨¢s ¨¦xitos inmediatos de este equipo incre¨ªble.
Pensando en el futuro, la FIBA deber¨ªa replantearse el calendario, equilibrando la medida f¨ªsica con la relevancia del campeonato. Ni un formato maratoniano como el de 2015, con 10 partidos en 18 d¨ªas, ni uno expr¨¦s como el de esta edici¨®n, con seis encuentros en apenas semana y media. Necesitamos mayor visibilidad. Lo que es invariable cada verano es el estilo de Espa?a: intensidad, presi¨®n y pasi¨®n a pista completa. La f¨®rmula para renovar cada verano la cita con la historia. Ahora somos el modelo a seguir.
Barcelona 92 fue la gran oportunidad y signific¨® un antes y un despu¨¦s en el viaje hacia el profesionalismo del baloncesto femenino. A la estela del quinto puesto en los Juegos y con el impulso del Dorna Godella bicampe¨®n de Europa, aquella generaci¨®n supo engancharse al boom del deporte y captar a los patrocinadores que desarrollaron una liga espa?ola hasta entonces semiprofesional. Llegaron extranjeras de calidad, se reconoci¨® a las jugadoras nacionales y tanto los clubes como la selecci¨®n empezaron a competir en Europa. Nos abrimos al mundo y el oro de Perugia en 1993 nos coloc¨® en el mapa.
Nadie sabe lo que costaron los bronces que llegaron despu¨¦s en los Europeos de 2001, 2003 y 2005. El pundonor y el car¨¢cter de aquella generaci¨®n y el trabajo de los equipos fue abriendo un camino inexplorado. Entonces no ten¨ªamos a Sancho Lyttle y nos defend¨ªamos con p¨ªvots de 1,80 ante rivales gigantescas. Aquellas mujeres que se llevaron verdaderas palizas de la URSS, Yugoslavia y Checoslovaquia nos ense?aron a sufrir y a competir. Pilar Valero, Paloma S¨¢nchez, Blanca Ares, Wonny Geuer, Marina Ferragut, Betty Cebri¨¢n, Ana Bel¨¦n ?lvaro, Rosa Castillo... nos ense?aron a pensar que todo era posible. Mi generaci¨®n interioriz¨® que se pod¨ªa perder por 30 o por 40, pero que las derrotas te pod¨ªan hacer m¨¢s fuerte. El trabajo y el talento fueron dando sus frutos, el proyecto de la Federaci¨®n fue multiplicando las jugadoras y, aunque la liga perdi¨® nivel y la crisis forz¨® la emigraci¨®n, la cadena no se rompi¨® rumbo a un recorrido inolvidable de medallas.
La calidad de las jugadoras espa?olas se reparte en los mejores equipos de Europa y se re¨²ne en la selecci¨®n en cada torneo. Ning¨²n pa¨ªs tiene tantas piezas de tanto nivel como nosotras. Marta Xargay, Alba Torrens, Anna Cruz, Sancho Lyttle, Laura Nicholls... todas. Nadie tiene su nivel de talento y entrega. Nadie tiene nuestro esp¨ªritu de equipo. Independientemente del color de la medalla o de si nos qued¨¢bamos a las puertas, siempre nos dejamos el alma.
Amaya Valdemoro fue 258 veces internacional y gan¨® seis medallas con Espa?a.
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