Matteo Trentin gana la cuarta etapa de la Vuelta a Espa?a
El italiano se lleva la jornada al sprint y la general se mantiene sin cambios
En la Vuelta a Espa?a no hay sprinters porque no hay sprints (ya lo dijo con sincera insolencia Cavendish), y claro, nadie va a una bodega si es abstemio. Hay alguno o algunos, y est¨¢n los meritorios tan nerviosos que a veces pierden los nervios o se cuela el amigo del que se col¨® en la fiesta y sin que nadie se entere casi se hace el rey del mambo. Le ocurri¨® a Juanjo Lobato, el espa?ol de Lotto Jumbo, que en la ¨²ltima curva en Tarragona se encontr¨® tocando las maracas, liderando el pelot¨®n, la pancarta del anillo mediterr¨¢neo all¨ª enfrente, visible, cercana, con el rojo intenso de los finales ardientes. Pero en la Vuelta hay algunos sprinters, laborantes que no miran el reloj y miran con descaro la pancarta de meta, como miraba Eddy Merckx?las metas volantes o cualquier pancarta. Y surgi¨® Matteo Trentin, el sprinter oficial del Quick Step, que se calm¨® en la recta, sac¨® la vara de medir y cuando quiso gan¨® sobresaltando el sue?o de Lobato. Se cosi¨® a su rueda, vir¨® hacia la izquierda, sin intermitente y le adelant¨® como mueve el viento una bolsa de papel, suave, sin aspavientos.
Gan¨® Trentin y el Quick Step lleva ya dos triunfos y dos segundos puestos en cuatro etapas. Y han tenido un l¨ªder (Lampaert) y tienen a De la Cruz, segundo en la general a dos segundos de Froome. O sea que no hay sprinters, y los que hay est¨¢n en el Quick Step, a veces por listos (Lampaert), a veces por r¨¢pidos, Trentin, cultivado junto a Kittel, ense?ado por Boonen, acad¨¦mico aventajado en ese m¨¢ster del ciclismo. Ense?ado est¨¢ el muchacho como ilusionado estaba Lobato, deslumbrado por la pancarta y por el sol h¨²medo de Tarragona.
Antes se produjo el habitual y triste homenaje a la agon¨ªa, la que necesariamente se produce cuando los intr¨¦pidos desaf¨ªan a la carrera con la boca abierta y el coraz¨®n cansado. Se fueron en el kil¨®metro 6 cinco voluntarios (Rubio, Rosseto, Schultz, Osorio y Le Bon) y los dos primeros, m¨¢s intr¨¦pidos que ninguno fueron abatidos a falta de 8 kil¨®metros para la meta. Otra vez la lanza en el costado, crucificados cuando quiz¨¢s so?aban con el indulto del pelot¨®n.
Pero la sentencia era firme. Les dejaron medir el viento (ahora de cara, ahora de costado, ahora huidizo) y en el pat¨ªbulo de la entrada en Tarragona los ejecutaron para que fueran otros los que se llevaran la gloria. Entre medio da?os colaterales: ca¨ªdas varias, entre ellas la de Dani Moreno, Kelderman, dolores varios (Rub¨¦n Fern¨¢ndez y sus problemas en un dedo del pie), nervios, rotondas. El ensayo general de Froome en Andorra dej¨® al elenco agotado y temeroso. Es el juez. Y se nota.
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