Contador s¨ª cuenta
El ciclista espa?ol dinamita al pelot¨®n en un puerto de segunda
No se sabe hasta donde llegar¨¢ Contador, pero s¨ª hasta donde lo intentar¨¢: hasta el final, impulsado por su estilo guerrillero, atrevido, insolente sobre el asfalto, y propulsado por la inminente despedida, ese sala de estar que espera tras la ¨²ltima pedalada en Marid. Uno siempre guarda el discurso m¨¢s emotivo para las despedidas y Contador est¨¢ dispuesto a ir quiz¨¢s por delante de sus piernas, con la bici a hombro si es preciso, con la cadena suelta. En el Puerto del Garb¨ª, a 36 kil¨®metros de meta, de segunda categor¨ªa, con rampas de primera, Contador decidi¨® lanzar un disparo, dos, tres, cuatro, dejando tras de s¨ª un reguero de victimas sorprendidas, cazadas a contrapi¨¦, hasta quedarse casi mano a mano con Froome, por vez primera solo, sin su equipo reventado. Mano a mano hab¨ªan quedado, como en el tango con la leve compa?¨ªa de unos pocos resistentes que tambi¨¦n se difuminaban como mosquitos en el viento.
Por atr¨¢s se iban enganchando al asfalto, convertido en arena movediza, ilustres ciclistas como Chaves, Aru, Nibali, De la Cruz. Y eso que Froome hab¨ªa anunciado que no tratar¨ªa de tomar tiempo ¡°porque hoy no es un d¨ªa para los de la general¡±. Eso pensaba y dec¨ªa Froome, que no suele mentir. Pero Contador no era de la misma opini¨®n. Contador hab¨ªa soplado el ca?¨®n, viscoso por la humedad, y tiene ganas de guerra, ganas de recuperar tiempo, con ganas de ganar, con ganas de olvidar el fiasco de Andorra que desluci¨® el inicio de su discurso. Un tartamudeo inoportuno en lo que se prev¨¦ un largo discurso.
Contador rompi¨® la carrera e impuls¨® a Froome. Se lo llev¨® enganchado al sill¨ªn mientras los otros candidatos ve¨ªan como las rampas del Gab¨ª se inclinaban m¨¢s para ellos que para el espa?ol y el brit¨¢nico. Muchos consiguieron enganchar tras un largo per¨ªodo de sufrimiento. El m¨¢s da?ado, en todos los sentidos fue el estadounidense Van Garderen que se cay¨® en un descenso junto a Betancur. Era la primera medalla a la desgracia. Pero hab¨ªa m¨¢s esper¨¢ndole en las curvas, en las rotondas. Caz¨® a su grupo y... ?z¨¢s! en una rotonda se volvi¨® a caer ya en Sagunt. Antes hab¨¬a pinhado y cambiado de bicicleta. Ganas de irse al hotel, de echarse a dormir que hay d¨ªas que no merece la pena levantarse.
El ¨ªdolo que se va rompi¨® a carrera e indirectamente ayud¨® al ¨ªdolo brit¨¢nico. Fue un idilio circunstancial. Sabe Contador que no est¨¢ para luchar con el l¨ªder, pero le sobra ¨¢nimo y fuerza para convertir cada carrera en un campo de minas. La falta de colaboraci¨®n, el viento de cara hasta la meta impidieron que su voladura fuera definitiva. Qued¨® en susto, salvo para De la Cruz que volvi¨® a dejarse segundos, olvidado por su equipo que refiri¨® luchar por el triunfo final con Enric M¨¢s que obligarle a ayudar al ciclista espa?ol, bien situado en la general. El susto se convirti¨® en alegr¨ªa para el polaco Marczynski, un trotamundos polaco, con muchas ganas, poco dinero y mucho sufrimiento en su vida, que se impuso en el sprint a sus compa?eros de fuga, Mas y Poljanski. Los tres que quedaron de una inicial escapada de una treintena de ciclistas. Un rosario que fue desgranando sus perlas por el camino, sue?os perdidos en la humedad valenciano, que otra vez ser¨¢... si Contador lo permite.
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