Acto de homenaje al gol en Anoeta
La Real Sociedad y el Betis empatan a cuatro en un ejercicio plet¨®rico de efectividad
En el f¨²tbol, la desmesura es jaleada por el p¨²blico tanto como vilipendiada por los entrenadores. A menudo, se la califica de locura, de partido loco, sin gobierno, carente de transiciones y lleno de revoluciones. Algo as¨ª como una suma de guerrillas cuando los entrenadores apuestan siempre por ej¨¦rcitos regulares con t¨¢ctica y estrategia, oficialidad y tropa en su sitio. Pero la desmesura a veces se produce por el impacto de la imaginaci¨®n m¨¢s que de la improvisaci¨®n. La Real y el Betis se citaban con trayectorias opuestas: un cohete que bajaba (cuatro derrotas seguidas de la Real, Europa incluida) y otro que sub¨ªa (tres victorias consecutivas del Betis, Bernab¨¦u incluido) y en realidad se opon¨ªan la ansiedad del uno con la euforia del otro, que suele producir efectos euf¨®ricos similares, con turnos de palabra, r¨¦plica y contrarr¨¦plica de un conjunto de buenos oradores como los que hab¨ªa sobre el campo. El primero en tomar la palabra fue Sanabria, habitual esta temporada en la oratoria goleadora del equipo sevillano y apenas hab¨ªa cesado a¨²n el murmullo que precede siempre a los grandes debates. Pareci¨® fuera de juego aunque m¨¢s delgado que un hilo de seda blanca y por lo tanto, dif¨ªcil de ver. El pase de Fabi¨¢n demostr¨® que este muchacho de 21 a?os tiene mucho m¨¢s que altura. Y ah¨ª empez¨® todo.
Aunque ciertamente el di¨¢logo se amonton¨®. A la Real no se le hel¨® la sangre con un gol tan misterioso. Al contrario, le hirvi¨® la sangre y comenz¨® no solo el intercambio de goles con una media hora el¨¦ctrica sino los continuos cambios de gobierno, tantos que no hab¨ªa gobierno. A cada gol le suced¨ªa una revoluci¨®n contraria. Willian Jos¨¦ contrarrest¨® el de Sanabria, Oyarzabal clav¨® la bandera y puso por delante a la Real, Feddal clav¨® al lado la suya en un saque de esquina, Joaqu¨ªn en menos de un minuto volvi¨® a subir la bandera del Betis, pero Xabi Prieto, 11 minutos despu¨¦s tir¨® del cordal de la suya y la puso a la altura de la verdiblanca. Y Sergio Leon, fresco como una lechuga, convirti¨® en gol otra obra magn¨ªfica de Guardado. De nuevo ondeaba la bandera del Betis y de nuevo apareci¨® la de la Real con un cabezazo bell¨ªsimo de Llorente en otro c¨®rner. Y a poco hay un penalti de Llorente a Sergio Le¨®n. Y por poco otro gol de Sergio Leon que se qued¨® corto muriendo en la boca de gol.
Hab¨ªa tiempo para todo, para ocho goles y los que hubieran hecho falta. Hasta los ¨¢rbitros se contagiaron del espect¨¢culo y concedieron cinco minutos de prolongaci¨®n que, por su gusto, bien hubieran sido 10. O un tercer tiempo para seguir intercambiando goles. Pero hab¨ªa m¨¢s cosas. Hab¨ªa un lateral, Odriozola, que como el velero de Espronceda, no corta el mar, sino vuela, un muchacho al que no hay peor castigo que un entrenador le pueda mandar a un futbolista que le siga. Le toc¨® a Durmisi, que es otra bala danesa. Y sufri¨®, porque Odriozola, pura velocidad, puede ser tambi¨¦n arte en movimiento y tener la templanza de parar y mandar. Y hab¨ªa tambi¨¦n un Joaqu¨ªn pactado la eterna juventud con el diablo. Pero sobre todo, hab¨ªa un Guardado que a la sutileza le dio el brillo y el esplendor del sudor, re?ido con la fatiga. Y hab¨ªa fallos defensivos, claro, m¨¢s con el cansancio, y casualidades o fatalidades que explican algunos goles (rebotes tras remates, etc.). Pero lo que no hab¨ªa era miedo y sobraba pasi¨®n por ganar. Ambos se sintieron ganadores y perdedores al mismo tiempo y el empate premi¨® a ambos. Pero gan¨® el p¨²blico, la afici¨®n al f¨²tbol que reclama equipos sin miedo. Porque el miedo solo destruye. Y ni el Betis ni la Real est¨¢n por la labor.
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