Hasta cu¨¢ndo, Vini
Hay partidos en los que es m¨¢s importante no perder los nervios que la pelota: en casi todos
La roja (just¨ªsima: no se toca la cara de un rival, ni con fuerza ni sin fuerza) de Vinicius en Valencia es imperdonable por razones abundantes, pero una es especialmente delicada en lo que se refiere a la inteligencia o la memoria, siendo m¨¢s indulgentes, del brasile?o.
La temporada pasada el portero del Valencia, Stole Dimitrievski, lo era del Rayo Vallecano; tuvo un rifirrafe tonto con Vinicius que termin¨® con Dimitrievski desplomado en el suelo sin que el delantero del Madrid le tocase. Vinicius se ech¨® a re¨ªr mir¨¢ndolo, Dimitrievski aguant¨® en el suelo incluso hasta recibir asistencia y, cuando nadie estaba por la labor de ir al VAR, se levant¨® y sigui¨® el juego. A¨²n entonces, Vinicius (hay que hablar con este muchacho, vol. 34) le espet¨®: ¡°T¨² y yo en la calle, t¨² y yo en la calle¡±. C¨®mo de fuera de punto tienes que estar para imaginarte, a¨²n en caliente, en una calle poco iluminada siendo el delantero del Madrid con el portero del Rayo: ?ir¨ªan los dos con los uniformes de su equipo puestos?
Que un a?o despu¨¦s este portero te tire de la camiseta (pr¨¢ctica habitual suya: ya lo hizo con Gavi, que casi se lo come, pero sin rozarlo) y t¨² le vayas a tocar la carita, demuestra el recorrido psicol¨®gico que queda por hacer con un jugador de 24 a?os que ya es, pese a estas trapalladas, el mejor del mundo. Esto es parte del juego tambi¨¦n, y no una parte menor: una parte que decide partidos, t¨ªtulos, incluso balones de oro. Dimitrievski ya te hab¨ªa ense?ado, en tus narices, que es un teatrero, como tantos (en Argentina les llaman vivos: tambi¨¦n vale); que intenta, por cualquier medio, que su equipo gane provocando una expulsi¨®n. Y si hace un a?o se desplom¨® delante de ti sin que t¨² le tocases, ?qu¨¦ esperabas que hiciese si vas a tocarle ahora directamente la cara? ?Llamar al ¨¢rbitro y decirle que no pasa nada, que no fue para tanto, que incluso le vino bien para espabilarse porque estaba el partido, como cualquier Valencia-Madrid, muy tranquilito? ?A d¨®nde iba Vinicius enfurecido despu¨¦s de la roja cuando se dirig¨ªa al ¨¢rbitro, a hablarle de Lalachus?
No, problema de gesti¨®n de ira ten¨ªa Zinedine Zidane y le cost¨® a Francia una Copa del Mundo, pero Zidane cortocircuitaba por ¨¦pocas, no se pasaba todos los partidos en riesgo franco de expulsi¨®n. Es cierto que Zidane tampoco aguantaba los insultos racistas de muchas aficiones ni hab¨ªa entonces redes sociales en la que los racistas, escrupulosamente an¨®nimos, llenasen los m¨®viles de montajes, insultos y barbaridades varias que tienen que ver con el color de la piel de Vinicius. Pero cuando eso no ocurre, no puede uno pasar quince a?os en la ¨¦lite encar¨¢ndose con todo el mundo, con raz¨®n o sin ella: el desgaste f¨ªsico y mental de pelearse todas las jornadas es brutal. Y peor a¨²n que eso es hacerlo sabiendo que afici¨®n y rivales saben lo que esperan de ti: la imprevisibilidad de la que vives con el bal¨®n en los pies, la pierdes cuando los contrarios saben que, con tirarte un poco de la camiseta, vas a perder los nervios. Y hay partidos en los que es m¨¢s importante no perder los nervios que la pelota: en casi todos.
Hay algo en el car¨¢cter del Vinicius desencadenado y explosivo que tiene correspondencia en su juego, en el descaro, en la impertinencia, en el desaf¨ªo constante que supone vengarse de un mundo que conspir¨® contra ti hasta el escarnio. Pero esa deuda est¨¢ saldada, esos que se?alaban con el dedo el coste de Vinicius han visto al brasile?o ganar y marcar en dos Champions y ahora no se r¨ªen de ¨¦l sino que piden, directamente, su salida de la Liga, honra que no conquist¨® ni Cristiano: lo quieren fuera de Espa?a. Es urgente saber, por tanto, para prever disgustos madridistas en partidos m¨¢s trascendentales, si a Vinicius han encontrado la forma mejor de marcarlo, que es sacarlo del partido literalmente.
En cuanto a Dimitrievski, le honra su gesto de resignaci¨®n cuando Bellingham, consumada la roja a Vinicius, le tira el agua de la botella: hay algo digno en el tramposo, y es que cuando tiene ¨¦xito, siempre le queda dentro un resto de culpa que le impide presumir de su acci¨®n. Hizo cuanto estuvo en su mano, la misi¨®n tuvo ¨¦xito, ahora toca pasar un poco verg¨¹enza. Ocurre no solo en el f¨²tbol.
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