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Messi ilumina a un Barcelona terrenal
El Athletic, en su mejor versi¨®n de la temporada, merece m¨¢s pero choca con la inspiraci¨®n del delantero azulgrana y un magn¨ªfico Ter Stegen
El partido era una tentaci¨®n para el adocenamiento, como esas tardes grises y lluviosas en que no apetece salir de casa. Con el centro del campo tan poblado, con futbolistas tan pegajosos y laborantes, el Bar?a sin extremos, el Athletic sin continuidad, el f¨²tbol se mov¨ªa como un petrolero en un riachuelo, sin sitio para maniobrar, sin espacio para correr. Era una buena noticia para el Athletic, que se sent¨ªa jugando de igual a igual. No era el hijo de un dios menor cuando buena parte de la parroquia de la Catedral estaba dejando de creer en ese dios tras los malos resultados. Incluso el Bar?a se asom¨® al partido sumando errores en el pase que le hac¨ªan m¨¢s terrenal que de costumbre. Buenas noticias para San Mam¨¦s, que, sin tocar el cielo, al menos sal¨ªa del infierno. El Bar?a colocaba en las bandas a Rakitic y Andr¨¦ Gomes como guardianes de las anunciadas subidas de Sergi Roberto y Jordi Alba. Pero no hab¨ªa nada que guardar ni nada que subir. El Athletic se apunt¨® a la tarea de apresar a Busquets para cortar la boca de riego, a sabiendas de que sin Iniesta, el riesgo de sequ¨ªa era m¨¢s que evidente.
Como si alguien hubiera tocado la campana, al cuarto de hora se inici¨® el recreo. Todo el sopor se convirti¨® en algarab¨ªa, en el desorden de los juegos infantiles. Lekue dispar¨® y el bal¨®n dio en el brazo de Umtiti ¡ªimpecable, impagable¡ª. Ah¨ª comenz¨® el partido: Aduriz cabece¨® un centro de Williams y Ter Stegen le respondi¨® sin dudar. Williams malgast¨® una jugada de estrategia a bal¨®n parado por exceso de ah¨ªnco. Y Aduriz se plant¨® solo ante el portero alem¨¢n y fall¨® el disparo, s¨ª, Aduriz, aunque Ter Stegen puso lo suyo de su parte para evitar el gol. Entre las ocasiones de Lekue y la de Aduriz hab¨ªan pasado cinco minutos en los que tembl¨® el Bar?a. Pero tambi¨¦n despert¨® a la bestia que dorm¨ªa a la espera de la caza.
A un Bar?a tan terrenal solo pod¨ªa salvarle un dios mayor, alguien capaz de parecer que no est¨¢ aunque todo el mundo sepa que ha venido y que se le espera saliendo de cualquier callej¨®n oscuro. Messi ilumin¨® al Bar?a con un tri¨¢ngulo junto a Paulinho y Luis Su¨¢rez pero le sobr¨® un arabesco ante Kepa, y su remate con la derecha, a dos palmos del gol, se top¨® con el poste. Fue el anuncio de su corte celestial en un encuentro tan pegado al terreno. Al segundo tiempo le lleg¨® el gol. Otra diagonal de Messi con Jordi Alba cuyo centro lo mand¨® a la red el 10, que supo en todo momento qu¨¦ iba a hacer su compa?ero y d¨®nde la iba a poner. Su disparo fue el¨¦ctrico, pero Kepa se chamusc¨® los dedos: era un remate parable de un futbolista imparable. Era el turno del Barcelona, o sea de Leo Messi, ayudado por la movilidad de Luis Su¨¢rez, m¨¢s solidario que rematador. Y as¨ª Paulinho dispar¨® al larguero tras una pared con... Messi.
Se acab¨® el recreo para el Bar?a, aunque el Athletic se qued¨® en el patio. La segunda mitad del equipo de Valverde resultaba tan funcionarial como gris¨¢cea. Bien la defensa, mal el centro del campo, nulo el ataque. Se ahog¨® Paulinho, incapaz de asomar la cabeza en el partido, Andr¨¦ Gomes era una sombra de s¨ª mismo, Busquets se refugi¨® en tareas defensivas y a Leo Messi le debi¨® de parecer que su concurso no era urgente todav¨ªa.
Parte de buena culpa la tuvo el Athletic, intenso como no lo ha estado en toda la temporada, pertinaz como un perro de caza, gan¨¢ndole metro a metro al Bar?a de su territorio. Sonaba a gol ¨¦pico del conjunto de Ziganda, gol en tromba si fuera necesario a pesar de los desaciertos de Williams o alguna candidez de C¨®rdoba. Cuando Ra¨²l Garc¨ªa cabece¨® al larguero, al Bar?a le temblaron las piernas. Acababa de arrancar la segunda mitad y amenazaba tormenta en San Mam¨¦s, pero tambi¨¦n se anunciaban chubascos en Bilbao y no cayeron ni cuatro gotas. Era un Bar?a muy humilde el que se enfrentaba a un Athletic muy visceral y en ese duelo sent¨ªa el Athletic que pod¨ªa mover el ¨¢rbol de los frutos. Pero Umtiti no lo permit¨ªa, eficaz en el cruce, en la adivinaci¨®n de la jugada, y mucho menos Ter Stegen con cuatro intervenciones m¨¢gicas, la ¨²ltima a un remate de Aduriz de nuevo, que le resarcieron de algunos viejos errores en San Mam¨¦s.
Y cuando se esperaba que lloviera caf¨¦ en el campo, lleg¨® el gol de Paulinho, el t¨ªpico gol que se consigue en base a la desesperaci¨®n del rival volcado en la otra porter¨ªa y con las puertas abiertas de la suya. Otra vez intermedi¨® Messi. Pero ya fue una an¨¦cdota, un excesivo castigo para el Athletic, un excesivo premio para el Barcelona.
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