Bielsa, el hombre que sab¨ªa irse
El entrenador argentino cambia a la gente que lo rodea, y el d¨ªa que se va se mantiene en sus recuerdos para siempre
No es f¨¢cil saber cu¨¢ndo es el momento perfecto para irse de un sitio. Ese conocimiento no se deja dominar f¨¢cilmente. Si hubiese expertos, uno ser¨ªa Marcelo Bielsa. Rara vez espera a que lo echen; sabe anticiparse. Por eso extra?a tanto su despido del Lille. Nadie se va de los sitios como ¨¦l, y pocos dejan su huella. Dejar huella exige si cabe m¨¢s maestr¨ªa que una buena salida. Casi todos nos vamos de un lugar y al poco tiempo nadie se acuerda de que estuvimos. Compart¨ª redacci¨®n con un periodista al que, despu¨¦s de diez a?os dej¨¢ndose la piel, los editores echaron del diario, y cuando a los pocos meses qued¨® segundo en un concurso literario, un redactor del peri¨®dico, con el que tambi¨¦n comparti¨® mesa, se hizo eco de su ¨¦xito escribiendo mal su nombre. La mala memoria se gana el espacio a empujones. Sin embargo, Bielsa cambia a la gente que lo rodea, y el d¨ªa que se va se mantiene en sus recuerdos para siempre.
Cuando solo era futbolista, y no sobresal¨ªa por su t¨¦cnica, ni por su velocidad, consigui¨® as¨ª y todo disputar tres partidos en primera divisi¨®n, y despu¨¦s se retir¨®. Fue su primera gran marcha. Ten¨ªa 26 a?os y se encontraba en el mejor momento de su carrera, pero se dio cuenta de que su f¨²tbol no daba para m¨¢s. Ejerci¨® a ultranza su ¨¦tica personal. Despu¨¦s de trabajar en dos quioscos de prensa, se hizo entrenador, y cuando alcanz¨® el banquillo del primer equipo de Newell's encaden¨® dos a?os de t¨ªtulos. Tras el ¨¦xito calcul¨® que ya no podr¨ªa obtener m¨¢s rendimiento de sus jugadores, y tambi¨¦n se fue. Se march¨® antes de que alguien adivinase que pod¨ªa sobrar. Pas¨® por varios clubes y recal¨® en la selecci¨®n argentina. Camino del Mundial de Jap¨®n arrasaron a sus rivales. Se cre¨ªa que har¨ªan algo grande, como ser campeones, pero cayeron en la fase de grupos. Cuentan que en el vestuario lloraba como un ni?o, ahogado en mocos, y se golpeaba la cabeza contra las taquillas. Al a?o siguiente perdi¨® la final de la Copa Am¨¦rica ante Brasil cuando a falta de treinta segundos la ten¨ªa ganada.
En 2004 gan¨® el oro ol¨ªmpico y tres semanas despu¨¦s dijo adi¨®s. Al alegar falta de energ¨ªa, una periodista pregunt¨® si no le parec¨ªa una explicaci¨®n algo pobre. ¡°?Qu¨¦ me sugiere que invente?¡±. Ella reclam¨® alg¨²n otro titular, y ¨¦l improvis¨® un invento para satisfacerla: ¡°Si quiere ponga que una grave enfermedad me resta la energ¨ªa¡±. A veces para irse bien solo se precisa una gran frase. Hay que saber encontrarla. Marcos Ord¨®?ez cuenta que un verano un m¨²sico al que llamaban Delaney ingres¨® en el Cl¨ªnico de Barcelona con sobredosis. La m¨¢quina empez¨® a hacer p¨ªiii. ¡°?R¨¢pido, un desfibrilador!¡±, pidi¨® un m¨¦dico. ¡°Lo perdemos, lo perdemos¡±, admiti¨® otro. Se iba. De repente, Delaney abri¨® los ojos. ¡°Amigo, hoy es el d¨ªa m¨¢s importante de toda su vida¡±, dijo un doctor. Delaney lo escuch¨® y empez¨® a negar con la cabeza. ¡°No: el d¨ªa m¨¢s importante de mi vida fue cuando conoc¨ª a El Fary¡±. Y despu¨¦s de esa frase memorable falleci¨®.
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