Nibali devuelve la San Remo a los atacantes
El tibur¨®n del estrecho se impone en solitario en V¨ªa Roma tras atacar en el Poggio en una 'classicissima' en la que Sagan no se movi¨®
La San Remo son 285 kil¨®metros de sopor asegurado y nueve de emoci¨®n que no siempre se produce. Es la lucha del esp¨ªritu libre y osado contra la masa. Del ciclista que se r¨ªe de las t¨¢cticas y de los ej¨¦rcitos de rodadores que avanzan devastando el terreno, los Cabos, la Cipressa, las se?ales de tr¨¢fico, protegiendo a sus sprinters para que lo reduzcan todo a un golpe de ri?ones en V¨ªa Roma, una maldici¨®n. Un desasosiego, alimento de pesimistas que se burlan de quienes todos los a?os repiten, hay esperanza, hay esperanza.
A veces la hay. Hay d¨ªas que se r¨ªen del destino. El s¨¢bado 17 de marzo de 2018 es uno de ellos. Un hombre solo desafi¨® a todos, y les derrot¨®. Lleg¨® solo a V¨ªa Roma y llor¨®. Se llama Vincenzo Nibali, tiene 33 a?os y es uno de los mejores ciclistas del siglo, ganador de Vuelta, Tour, dos Giros y dos Lombard¨ªas y tambi¨¦n de la Mil¨¢n-San Remo, la classicissima, la cl¨¢sica que corona una carrera.
El resultado depende de una chispa, de una voluntad, de uno que se atreva a hacerla brotar del asfalto y las piedras, aunque corra el riesgo de chamuscarse, del alguien como Nibali, valeroso y tenaz, y con un gran sentido de la responsabilidad hacia las obligaciones que le impone su deseo de ser campe¨®n. Rescat¨® a la San Remo de la rutina. Se la entreg¨® a los atacantes, se la devolvi¨® al ciclismo.
El llamado Squalo dello Stretto (el Tibur¨®n de Messina, Sicilia) lo intentaba casi todos los a?os, como todos los campeones italianos pr¨¢cticamente, para quienes un ataque en el Poggio, unas pedaladas en solitario por lo m¨¢s duro, ante la iglesia de Nuestra Se?ora de la Guardia, un giro a la izquierda y un descenso en cabeza hacia el mar que espera, no es sino una prueba de madurez p¨²blica. Nibali ya hab¨ªa aprobado el examen unas cuantas veces, le faltaba solo llevarlo hasta V¨ªa Roma, la calle estrecha de las tiendas, entre el teatro del festival y los casinos, que Eddy Merckx convirti¨® en m¨ªtica con sus siete victorias.
A Nibali se le esperaba en el Poggio, y apareci¨®. A Peter Sagan, el mago del ciclismo, el eslovaco que en 2017 rompi¨® la carrera pero no pudo evitar que se le pegaran dos rivales, tambi¨¦n se le esperaba. No se le vio. Su gregario Marcus Burghardt, con el maillot de campe¨®n de Alemania, se adelant¨® para endurecer la subida. Sagan se qued¨® parado. Respondi¨® el sorprendente campe¨®n de Letonia, un talento de 23 a?os llamado Krists Neiland que corre para el equipo de Israel, y Nibali, furioso y fuerte, pegado a su rueda. Abrieron hueco. Sagan sigui¨® desaparecido. Alcanzaron a Burghardt, que miraba para atr¨¢s esperando desesperanzado a su l¨ªder, y lo adelantaron. Despu¨¦s, Nibali forz¨® un pel¨ªn la marcha. Neiland se solt¨®. Las grandes sinfon¨ªas las tocan orquestas, pero se componen en solitario. Nibali la compuso y la interpret¨® perfecta, un solo de clarinete para marcar la diferencia a orillas de un Mediterr¨¢neo oscuro a la luz del poniente.
Unos segundos m¨¢s tarde, cuando ya los aplausos y los v¨ªtores solo premiaban a uno, el pelot¨®n disput¨® el sprint por el segundo puesto. El australiano Caleb Ewan se impuso al franc¨¦s Arnaud D¨¦mare en una llegada a la que no llegaron algunos de los m¨¢s r¨¢pidos, como el debutante alem¨¢n Marcel Kittel, descolgado en la Cipressa, y el ingl¨¦s Mark Cavendish, el ganador de 2009, que se dio un tremendo trompazo contra una se?al de tr¨¢fico un par de kil¨®metros antes del Poggio, la subida a la que se entra a 80 y a cuchillo, la subida que, algunas veces, elige a un campe¨®n.
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