Gana el Madrid, ganan los de siempre
El f¨²tbol ser¨ªa otro cantar si, como he propuesto varias veces, la FIFA retirase del campo las porter¨ªas
Puede que no ganasen los mejores pero ganaron los de siempre, no se me ocurre mejor resumen para describir lo sucedido ayer en M¨²nich y ni siquiera se me ocurri¨® a m¨ª: hasta en eso result¨® triste la noche. El f¨²tbol se ha convertido en un misterio de tal calibre que exige no prestarle demasiada atenci¨®n para poder desentra?arlo, por eso se nos va de las manos a quienes lo escrutamos con rectitud y cien ojos pero se presenta como un libro abierto ante quien se pasa el partido montando muebles, con el murmullo del televisor flotando en el ambiente y un novio soci¨®pata llev¨¢ndose las manos a la cabeza a pocos metros de distancia, incapaz de comprender nada.
Fue una noche triste y no porque ganara el Madrid con la ayuda de Dios, que hace tiempo se le presupone. Su hipot¨¦tico ¨¦xito europeo era algo que ven¨ªamos barruntando unos cuantos desde que cay¨® estrepitosamente frente al Legan¨¦s en la Copa y abandon¨® la Liga por aburrimiento, como esos compa?eros de habitaci¨®n a los que se les intuye la muerte en el rostro pero sabes que saldr¨¢n del hospital por su propio pie antes de que a ti te retiren el cat¨¦ter. Hemos llegado a un punto de la vida en que apenas aspiramos a algo m¨¢s que a comprender, a encontrar alguna explicaci¨®n en tales patrones de comportamiento, a atisbar cierta l¨®gica en esa costumbre de asomarse al precipicio cada cinco minutos y lucir sonrisa de reci¨¦n casados para las fotos.
Creo que se equivocan los que insisten en los viejos axiomas del antagonismo, como si un nuevo alir¨®n del Madrid en Europa empa?ase un a?o de excelentes cosechas tanto en Liga como en Copa. El aficionado 2.0 del Bar?a ¨Cesa loca minor¨ªa- es un hincha moderno que ha aprendido de los errores y centra su atenci¨®n en la casa propia, no en el garaje ajeno. A todos nos gusta saborear una pizca de sal en las comidas, disfrutar de una peque?a bronca de barra o sal¨®n a cuenta de las viejas rivalidades, pero ahora somos plenamente conscientes de que la hipertensi¨®n nos puede arruinar la vida. Las gu¨ªas de la buena salud aconsejan preocuparse m¨¢s por uno mismo y olvidar los achaques del contrario, una especie de dieta futbol¨ªstica que nos reduce el colesterol, controla los triglic¨¦ridos y mejora el tracto intestinal pero que, inevitablemente, nos convierte en unos tristes. La otra v¨ªa, la de las bolas calientes, los esc¨¢ndalos arbitrales y las victorias sin merecimiento nos puede hacer felices durante un breve intervalo de tiempo pero no es m¨¢s que vulgar homeopat¨ªa.
El f¨²tbol ser¨ªa otro cantar si, como he propuesto varias veces, la FIFA retirase del campo las porter¨ªas. El juego pasar¨ªa a ser lo verdaderamente importante, el resultado lo definir¨ªan un grupo de jueces levantando unas cartulinas y los amantes del pase horizontal explotar¨ªamos extasiados al reconocer en las puntuaciones finales los m¨¦ritos que nosotros mismos habr¨ªamos otorgado previamente a los contendientes. Sin embargo, y a la espera de que mi reclamaci¨®n sea atendida, el f¨²tbol sigue siendo ese deporte en el que gana aquel que marque un gol m¨¢s que el contrario. Por eso no conviene apostar por los mejores y s¨ª por los de siempre, por eso conviene olvidarse del partido de vuelta, aceptar lo inevitable y dedicarse, qu¨¦ s¨¦ yo, a la carpinter¨ªa.
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