El mejor Costa y la hinchada sacan el billete a Lyon
El Atl¨¦tico se mete en la final de la Liga Europa con una actuaci¨®n soberbia del hispanobrasile?o ante una afici¨®n que acab¨® con la frialdad del Metropolitano
Llevado en volandas por una hinchada que acab¨® por una noche con la frialdad del Metropolitano y con un juego volcado en la figura de Diego Costa, el Atl¨¦tico viajar¨¢ hasta Lyon. Es la quinta final europea de la era Simeone (dos de Champions, dos de Liga Europa y una de Supercopa), y esta la alcanz¨® en su molde m¨¢s cl¨¢sico, rememorando al equipo campe¨®n de la primera etapa de Costa. Desde su reaparici¨®n en enero no hab¨ªan jugado un partido los rojiblancos tan preparado para el hispanobrasile?o. Este respondi¨® con una actuaci¨®n soberbia. Pele¨®n y sacrificado, siempre atento a los desmarques al espacio y estirando al equipo, fue la pesadilla que tem¨ªa Wenger en la previa. El t¨¦cnico franc¨¦s se despide del Arsenal en Europa cayendo ante un modelo de juego que representa la ant¨ªtesis de su libreto y un delantero que ha martilleado a su defensa en la Premier y en esta competici¨®n.
Frenada la efervescencia de la arrancada por la lesi¨®n de Koscielny, con Costa ya avisando con un disparo alto tras comerse a empellones a la defensa del Arsenal, el Atl¨¦tico despleg¨® un partido de cirujano. Siempre con la idea de minimizar da?os, con los riesgos calculados para saber por d¨®nde meterle el bistur¨ª al Arsenal. Le entreg¨® al equipo ingl¨¦s la pelota y se dedic¨® a hacer lo que mejor sabe. La defensa de los espacios en su campo, salpicada a veces con una presi¨®n adelantada, y esperar con la canalla paciencia de un francotirador que el Arsenal le ense?ara un blanco f¨¢cil. No le import¨® a los futbolistas de Simeone parapetarse en las proximidades del ¨¢rea de Oblak. Aunque no a su hinchada, que percib¨ªa que necesitaba mandarle un mensaje con su aliento a sus jugadores de que jugaban en el alambre. Una vez m¨¢s la afici¨®n fue ese sost¨¦n que lo mismo relanza la imagen del club desde Segunda Divisi¨®n que le inyecta gasolina y valor a sus jugadores.
Cierto es que las circulaciones de Xhaka, ?zil, Wilshere y Ramsey no generaron peligro porque se perd¨ªan en el ¨²ltimo pase, casi siempre en las botas de Beller¨ªn, tan punzante para llegar a la l¨ªnea de fondo como tosco para centrar. De ese dominio manierista hasta los ¨²ltimos veinte metros y trastabillado en el ¨¢rea, el equipo de Wenger apenas sac¨® un par de centros inquietantes desde los costados. En ese momento m¨¢s bajo, el partido para el At¨¦tico estuvo en los certeros cortes de God¨ªn y en el equilibro de Gabi. Eran momentos de galones y vieja escuela y ambos lo asumieron. Desde la veteran¨ªa de la pareja, empezaron a crecer los rojiblancos. No hilvanaban mucho juego, pero sal¨ªan ganadores de las segundas y los combates a¨¦reos. Caldo de cultivo para generar una falta lateral o un racimo de saques de esquina. En uno de ellos, Thomas enganch¨® un zambombazo centrado desde la frontal del ¨¢rea. Tambi¨¦n Koke engarz¨® un disparo de un rechace de un c¨®rner y Griezmann pudo revolverse y disparar cruzado en una falta picada por encima de la barrera sacada con picard¨ªa por Koke.
No fue el mismo ya el equipo de Wenger tras esos ara?azos. Perdi¨® el control y fue cazado en una pelota larga de Oblak, cuyo rebote lo gan¨® Thomas. Como lateral el chico es impetuoso y corre y juega mejor hacia adelante que hacia atr¨¢s. Activ¨® Thomas a Griezmann y este a Costa, que a la carrera fusil¨® a Ospina por alto. Un pase largo, una segunda pelota ganada y un contragolpe en un espacio reducido. Ah¨ª nadie se maneja como este Atl¨¦tico de Simeone, que hab¨ªa golpeado al Arsenal al borde del descanso para redoblar el peso del gol sobre la cabeza de los futbolistas de Wenger.
Sali¨® inflamado el Atl¨¦tico en el segundo tiempo lanzado por el gol de Costa y consciente de que ten¨ªa enfrente a un equipo de cristal. Y se fue a por ¨¦l. Ahora s¨ª, con la presi¨®n alta, ahog¨¢ndole para sesgarle cualquier intenci¨®n de crecer desde la pelota. Mientras lo logr¨®, gobern¨®, cuando no pudo, adopt¨® de nuevo su pose de estructura gremial y s¨®lida. Siempre con Diego Costa en el punto de mira para tratar de acuchillar con otra contra traicionera. Este se fue del campo aclamado como en sus mejores d¨ªas, sustituido por Torres. Incluso antes de marcharse tuvo un revival de su lado oscuro encar¨¢ndose con Mustafi.
Intent¨® el Arsenal un arre¨®n final ins¨ªpido, apenas un disparo raso de Xhaka al que respondi¨® bien Oblak. Mientras las gradas del Metropolitano entendieron que deb¨ªan volver a sostener al equipo. Lo hicieron y jalearon contras y ataques. En uno de ellos, Torres tuvo el 2-0, pero se top¨® con Ospina. No hubo para mucho m¨¢s. Solo para otra demostraci¨®n de la trascendencia de una hinchada capaz de escribir su primera gran noche en una casa que nunca hab¨ªa desprendido tanto calor.
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