Battaglin gana una etapa en la que Froome se agarra al Giro como puede
La ascensi¨®n al volc¨¢n Etna pondr¨¢ el jueves a prueba al ingl¨¦s, que vuelve a sufrir en las llegadas en cuesta
Atraviesa el pelot¨®n el valle del Belice, la Sicilia martirizada por el terremoto del 68, sus cicatrices tan visibles 50 a?os despu¨¦s. A un lado de la carretera nueva, medio oculto, el pueblo fantasma de Poggioreale, casas a¨²n verticales, sin tejado algunas, muchas solo paredes, otras a¨²n parecen completas. Abandonadas, y sus calles. Es imposible entonces no mirar a Chris Froome, p¨¢lido, que se agita sobre la bicicleta, y suda. Un ciclista fantasma, por supuesto. Una ruina cubierta por cemento tan blanco como su maillot blanco Sky ajustad¨ªsimo, como los bloques de cemento blanco con que el artista Alberto Burri visti¨® todas las casas de Gibellina, otro pueblo desaparecido en el terremoto. Desde el aire, el helic¨®ptero ofrece las im¨¢genes de grandes bloques, gigantescos, separados por grietas de la tierra. La memoria de un horror.
Froome, que no es un fantasma en s¨ª, entonces se afana para no descolgarse del grupo. Su respiraci¨®n sonora, sus jadeos, se suma al coro general, y no destaca delante, donde suele estar cuando la carretera se empina, cuando los rivales aceleran. Despu¨¦s de un repecho duro, ma non molto, a la meta de Santa Ninfa llega por delante un grupo de 42 (el italiano del norte, Enrico Battaglin supera corriendo al siciliano Giovanni Visconti), con todos los favoritos dentro. Entre ellos los hay nerviosos, como Yates y Pozzovivo, que terminan entre los 10 primeros, acelerados, y resoplan impacientes todos los d¨ªas, y ya habr¨ªan deseado que el Etna hubiera estado ah¨ª mismo para hacer da?o. Los hay tranquilos, en la parte delantera del grupo, donde est¨¢n siguiendo simplemente sus fuerzas, no peleando por adelantar a nadie. Est¨¢n Dennis, que sigue l¨ªder, Chaves, Dumoulin, Formolo, Aru y Pinot, y tambi¨¦n Poel y Henao, gregarios de Froome, el favorito, a quien no esperaron. Y a cola llega Froome, agarrado como puede, 33? de 42. Y el Etna que tanto desean los efervescentes, los bulliciosos y los fuertes que desean que sea verdad su frase, el Giro, como Italia, ser¨¢ lo que el Etna quiera, ya llega para marcar el jueves y marcar el Giro. Para definir a Froome, por supuesto.
A Froome, que no es el Froome acostumbrado, el ganador de cuatro Tours y una Vuelta, el del molinillo en la monta?a y el vac¨ªo a sus espaldas, le han escrito diarias eleg¨ªas todos los especialistas que cubren el Giro. Desde antes de comenzar el Giro, con el recuerdo de su control positivo; el primer d¨ªa, por su ca¨ªda y los 38s que perdi¨® en la contrarreloj de Jerusal¨¦n; el martes, comenzada la traves¨ªa de Sicilia, por los 17s que perdi¨® ante Dumoulin, el faro, la referencia, en una cuesta de un kil¨®metro¡ Y a?aden que el Sky de Porte, Wiggins, Landa y Thomas fue siempre el equipo maldito en sus Giros.
El Etna, la ascensi¨®n hasta los 1.736 metros del Observatorio Astrof¨ªsico (m¨¢s de 100 metros m¨¢s bajo de la habitual llegada a Refugio Sapienza, all¨ª donde Contador sell¨® el Giro de 2011) no es la amenaza fantasma triste de un pueblo destruido, sino una fuerza a¨²n activa, una explosi¨®n, un peligro. Tampoco ser¨¢, prometen los organizadores, la subida por carreteras anchas que en 2017 barri¨® el viento y provoc¨® una subida en la que los corredores no se atrev¨ªan a separarse unos de otros. Se subir¨¢ por una carretera asfaltada no ha mucho, estrecha, entre bosques y aroma de chumberas, y arriba las fumarolas surgiendo de la tierra a 3.250 metros, en la cima. Un buen Froome dejar¨ªa a todos atr¨¢s. El Froome del Giro 18 es una inc¨®gnita.
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