El adi¨®s de Zidane... y el de Guardiola
La marcha del exbarcelonista trajo la mejor campa?a individual de Messi y la Liga de los 100 puntos; el franc¨¦s es fue se?alando tambi¨¦n el torneo liguero
Junto a la puerta por la que aparecieron Florentino P¨¦rez y Zinedine Zidane en sala de prensa, hay un cartel que informa a los presentes sobre la prohibici¨®n de fumar. Es blanco, redondo y desproporcionado, como casi todo en una entidad que podr¨ªa explicar gran parte de su historia con los mismos tres adjetivos. Tambi¨¦n hay un extintor de incendios que, adem¨¢s de una medida de seguridad obligatoria, se me antoja una advertencia sobre la peculiar naturaleza de un club acostumbrado a renacer de sus propias cenizas, de ah¨ª que necesite arder cada cierto tiempo de manera m¨¢s o menos controlada.
As¨ª tom¨® Zidane las riendas del primer equipo, con un palco presidencial rodeado por el fuego de la protesta y un antecesor completamente chamuscado. A Rafa Ben¨ªtez, que siempre ha tenido un cierto aire de agente forestal en la reserva, lo hab¨ªan presentado meses atr¨¢s como ¡°la soluci¨®n a todos los problemas del equipo¡±,?pero hasta el d¨ªa mismo de su despido no se comprendi¨® la magnitud de tal afirmaci¨®n: no era un entrenador lo que la plantilla necesitaba, sino chispa, acelerador y combustible. De vuelta al mismo vestuario en el que tantas veces se pregunt¨® si Figo le pasar¨ªa al fin un bal¨®n, encontr¨® Zidane un terreno abonado con ceniza y listo para la ¨¦pica, otro indicio m¨¢s que sit¨²a los aut¨¦nticos or¨ªgenes del Real Madrid en plena ¨¦poca precolombina.
Lleg¨® para sacar al club de un apuro, en definitiva, y se fue para evitar otro mayor pues en Zidane se intuye al tipo de persona capaz de anteponer el futuro colectivo al presente individual. Recuerda su adi¨®s al protagonizado por Pep Guardiola en Barcelona, una suerte de desenlace precipitado por la certeza de que abandonar la propia casa puede ser el ¨²nico modo de regresar a ella. Utilizando un s¨ªmil cinematogr¨¢fico, ambos comprendieron que ausentarse de su propia boda evitar¨ªa la futura necesidad de matar a Bill.
De las palabras de Zidane se desprende, adem¨¢s, una honestidad impropia de los tiempos que corren. En un negocio donde nadie asume el fracaso, opta el franc¨¦s por compartir el ¨¦xito y sugerir su propia condena como el ¨²nico camino para seguir ganando. Se trata de un gesto tan altruista como doloroso, capaz de reavivar las llamas de un club flam¨ªgero en el que nadie podr¨¢ esconderse la pr¨®xima temporada. Adem¨¢s de las cr¨ªticas inherentes a los malos resultados, su ausencia obliga a la reacci¨®n inmediata de todos los estamentos del club, desde el deportivo hasta el ejecutivo, pues nadie querr¨¢ ser se?alado como culpable por la marcha del gran ¨ªdolo.
El adi¨®s de Guardiola trajo consigo la mejor campa?a a nivel individual de Leo Messi y la consecuci¨®n de la famosa Liga de los 100 puntos. No parece casual que Zidane aprovechara el suyo para se?alar la conquista del torneo liguero como el momento de mayor felicidad al frente del primer equipo: no hay glamour sin regularidad y de eso saben Zizou y Guardiola m¨¢s que nadie, basta con mirarlos.
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