Fan¨¢ticos
El descerebrado latino de toda la vida sali¨® de casa y se revel¨® a s¨ª mismo como un treinta?ero que no ha terminado la pubertad
Puedes hacerte una idea de la sociedad japonesa seg¨²n sus hinchas. En Rusia, esa gente civilizada recog¨ªa la basura de las gradas despu¨¦s de cada partido. Secaban con servilletas sus l¨¢grimas de los asientos, para no estropear la pintura. Y solo entonces, despu¨¦s de toda un vida, los dem¨¢s ciudadanos del planeta descubr¨ªamos que eso era posible.
Lamentablemente, tambi¨¦n puedes imaginarte a los latinoamericanos gracias a los peruanos, colombianos, mexicanos, etc. que se dedicaron a pasarse de listos con las rusas, haci¨¦ndoles decir taradeces en espa?ol para colgarlas en sus redes sociales (A ver, nenita, di "Quiero acostarme contigo" ji ji ji). El descerebrado latino de toda la vida sali¨® de casa y se revel¨® a s¨ª mismo como un treinta?ero que no ha terminado la pubertad, y al que no puedes llevar a una fiesta sin arriesgarte a un bochorno.
El hincha es el m¨¢s genuino embajador de su cultura. Los futbolistas de un pa¨ªs pueden haber nacido en otro, incluso hablar mal el idioma. Y solo aparecen p¨²blicamente en ocasiones controladas para decir generalidades inofensivas dictadas por su equipo de prensa. En cambio, el fan¨¢tico de la grada va por el mundo estrafalariamente ataviado con trajes t¨ªpicos, plumeros, cascos vikingos, disfraces, repartiendo por el mundo su sabor, incluso su olor local.
No es un trabajo f¨¢cil, sin embargo. Los fans son jugadores que pagan en vez de cobrar, pero juegan. El delantero chuta un penal y decenas de miles de personas le gritan en su cara que lo falle. Si lo mete, otras decenas de miles saltan, gritan, r¨ªen, como si algo importante hubiese cambiado en sus vidas. Desde la cancha, el jugador les agradece, los insulta, los manda callar, como hace con sus compa?eros y rivales. Porque son sus compa?eros y rivales. Al menos, as¨ª lo viven: dicen "ganamos", incluso cuando lo ¨²nico que han hecho es mirar un televisor con una cerveza en la mano. Ganamos. Como si hubiesen corrido diez kil¨®metros.
En Rusia existe una ley contra la propaganda homosexual. No se puede mostrar ninguna apolog¨ªa LGBT a menores de edad. Por lo tanto, est¨¢ prohibido ondear la bandera del arco¨ªris por la calle. Sin embargo, durante el mundial, seis activistas decidieron desafiar la prohibici¨®n. Vistieron camisetas de selecciones con colores del arco iris (Espa?a, Holanda, Brasil, M¨¦xico y as¨ª) y deambularon juntos por ciudades y tribunas, caminando siempre en el orden de la bandera, sin que nadie sospechase que estaban protestando. Fue una manifestaci¨®n invisible.
En el fondo, los hinchas son as¨ª. Cada uno se identifica con algo tan vago y general como unos colores, y est¨¢ dispuesto a dar la vida por ellos. No existen explicaciones de por qu¨¦ cada persona asiste a un estadio, se endeuda para viajar a un mundial, llora m¨¢s por la derrota del equipo que por su propio divorcio. Cada fan¨¢tico del f¨²tbol constituye una manifestaci¨®n invisible, y va por la calle con banderas que todos hemos visto pero cuyo sentido ¨²ltimo no conocemos. Los dem¨¢s solo vemos colores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.