Landa lidera una rebeli¨®n imposible de escaladores
Los dominadores del Tour acaban en el Aubisque con la revuelta: Roglic gana la etapa y casi el podio, del que desaparece Froome, y Thomas se asegura el maillot amarillo
El Tour se lanza desde la puerta de la Gruta de Lourdes, por la avenida de Monse?or Th¨¦as, el obispo de Lourdes-Tarbes que dio la bendici¨®n a Gino Bartali para ganar en los Pirineos el Tour del 48, y luego aprovech¨® que ten¨ªa en la Gruta a todo el pelot¨®n para darles un serm¨®n. Les dijo que tanto en la vida como en la competici¨®n hay que buscar elevarse siempre a lo m¨¢s alto, a lo m¨¢s alto, lo que empuj¨® a Raoul R¨¦my, un rodador pesado, a decirle al o¨ªdo a un compa?ero: "?Ves? Siempre lo mismo, hasta los obispos cuando hablan solo piensan en los escaladores..." Se lo contaba 11 a?os m¨¢s tarde R¨¦my a Bahamontes, al que guiaba como director a su primer Tour, y el ?guila de Toledo se re¨ªa y se iba volando en el Tourmalet, y silbando, pensando en tomarse un helado m¨¢s tarde, como casi 60 a?os m¨¢s tarde se va volando Mikel Landa, que no ha o¨ªdo la historia pero se la sabe, seguro, porque la sangre de los ciclistas se ha alimentado inconscientemente de todas las leyendas, y la sangre manda sobre su coraz¨®n, y le ordena cumplir sus deseos, liberarse, marcharse solo en cuanto el gigante Tourmalet empieza a elevarse.
Para los escaladores la altura espiritual la dicta la altura de la monta?a que trepan pedaleando, y esa es tambi¨¦n la altura del ciclismo que apasiona, y Landa se eleva en el Tourmalet, hacia los 2.115 metros de su cima, como hab¨ªa anunciado, y organiza la rebeli¨®n imposible de los escaladores, ahora derrotados. Pero Landa no puede irse solo. Con el alav¨¦s que por primera vez en sus Tours se siente libre, responsable de su viaje, se van seres similares, maltratados por un Tour que solo satisface a las grandes carrocer¨ªas, no a los chavales escasos de kilos y plenos de ansia, y la compa?¨ªa, Bardet, Majka y Zakarin, no es mala, sino necesaria. Quedan m¨¢s de 100 kil¨®metros y despu¨¦s del Tourmalet hay un descenso y un valle corto, y luego el Aubisque en escalones, y un descenso final. Y, adem¨¢s, por delante le espera su compa?ero Amador, para llevarle a toda velocidad por el valle hasta el pie del Aubisque, donde el sol tan fuerte puede con las brumas de siempre, y despista a todos.
Landa se va con sus amigos y el Sky dominador aprovecha para echar una partida de p¨®ker detr¨¢s con los equipos de Roglic y Dumoulin, y para ganarla. Se asegura el Tour con Thomas, que partir¨¢ en la contrarreloj decisiva con m¨¢s de dos minutos sobre Dumoulin, el rival al que m¨¢s teme. Y un poco m¨¢s lejos, unos segundos, est¨¢ Primosz Roglic, el esloveno que vuela en la monta?a m¨¢s que cuesta arriba, donde se mueve por pura potencia bruta, sin apenas agilidad de pedalada, cuesta abajo, que es como, volando casi como en sus tiempos de saltador de esqu¨ª cuando miraba de frente a las nubes sin miedo ni lega?as en la mirada, y le escup¨ªa en la cara al v¨¦rtigo, conquista el Aubisque y gana la etapa.
Amador de apellido, que es costarricense, es Andrey de nombre, porque se siente medio sovi¨¦tico por parte de madre, y la solidaridad la lleva en los genes. Gu¨ªa a Landa y lo ayuda y se vac¨ªa, y vac¨ªo lo deja al pie de Bord¨¨res, el primer escal¨®n del Aubisque, el m¨¢s duro, con m¨¢s de tres minutos y medio. Landa contin¨²a, queriendo creer y creyendo a veces, y otras veces descreyendo, dej¨¢ndose ganar por el realismo, el enemigo mortal del escalador, un especimen que es como la gota de agua que cae repetidamente sobre una piedra y parece que solo la acaricia, pero persiste y termina agujere¨¢ndola y revent¨¢ndola, como ¨¦l pretende, so?ando, hacer con todo el Tour, con el tren Sky, indiferente a sus afanes [ha comenzado el d¨ªa a 4m 34s de Thomas, que tiene margen para mantenerse fr¨ªo: si alguien quiere alcanzarlo, dice el l¨ªder, que pedalee delante] y con los equipos rivales, que se inquietan cuando ven que Landa les adelanta a todos en la general virtual. Andrey Amador Bikkazakova, hijo de Raisa, levanta el pie, llena el bolsillo vac¨ªo con alimentos y bebidas que le dan en el coche, y se deja alcanzar por el pelot¨®n del Sky, del que tira, furiosa fuerza, terrible, Robert Gesink, el compa?ero de Roglic, a quien Landa amenaza. Solidario hasta el final, Amador da bebidas a sus compa?eros en el grupo --a¨²n resisten Valverde y Nairo, que pedalea cojo--, y las que les sobran se las da a ciclistas de equipos rivales. Despu¨¦s suspira. Su trabajo termina y comienza el de los grandes. Y el sue?o de Landa se desvanece.
En 10 kil¨®metros, Gesink exterminador ha rebajado la ventaja de Landa en dos minutos. El Sky est¨¢ al completo a¨²n, sus trabajadores reservados para la gran batalla que se espera y que se produce en el Aubisque, el gran puerto del Tour del 18, no el m¨¢s duro, no el m¨¢s largo, s¨ª el ¨²ltimo. Se multiplican los ataques de Dumoulin y Roglic. Froome se queda, pero, auxiliado por Bernal ben¨¦fico, vuelve, y vuelve a quedarse pero saca la lengua y cabecea y regresa. Nairo ya no est¨¢. Sin gregarios a su lado, Thomas es puro temple. Se pega a Dumoulin, que le lleva siempre donde quiere, como un caballito con riendas. Frena a Roglic lo justo y se deja llevar. Y entre ataque y ataque, alcanzan todos a Landa y a sus escaladores rebeldes. Les ense?an sus ruedas traseras y refuerzan su realismo desencantado. Y Bahamontes, el rey de los escaladores, le aplaudir¨¢.
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